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» El Ciudadano
Fecha: 13/07/2025 10:00
La Fundación Humedales/ Wetlands International y organizaciones ambientales argentinas publicaron su último mapeo de endicamientos en humedales del país que ponen en riesgo esos frágiles territorios al modificar los patrones de escurrimiento de aguas, capacidad de drenaje en las crecidas y otros fenómenos adversos. En el Delta del Paraná midieron un total de 19.386,08 kilómetros cuadrados encerrados por terraplenes (casi dos millones de hectáreas). El informe señala que estas intervenciones humanas para urbanizaciones (más en jurisdicción bonaerense) o producción agropecuaria (en la entrerriana y santafesina sobre todo) bajo diques afectan el equilibrio natural del Delta del Paraná. Es que alteran el equilibrio natural y causan impactos severos sobre el ambiente y la propia vida humana. Las inundaciones que padecieron localidades del norte de la provincia de Buenos Aires durante el pasado mayo son un ejemplo de consecuencias no analizadas, señala el documento. A las lluvias excepcionales potenciadas por el cambio climático se les suma así una geografía alterada al punto de perder o reducir sus posibilidades naturales de mitigación de estos fenómenos. Negocio de corto plazo rentable para pocos y a largo plazo perjudicial para muchos Los expertos de la Fundación Humedales/ Wetlands International hicieron foco en el incremento de terraplenes en el Delta del río Paraná y en las cuencas asociadas de los ríos y arroyos Luján, Reconquista y Areco. Esas obras, sin estudio de sus impactos, se realizan para impedir el ingreso de agua en los humedales y utilizar esas tierras históricamente inundables (una dinámica que las caracteriza) con fines agrícolas-ganaderos o construcción de emprendimientos inmobiliarios. “Los humedales son una especie de esponja natural que absorbe los excedentes hídricos. Cuando desaparecen o se modifican de manera drástica, pierden esa función”, explicó Nadia Boscarol, bióloga de Fundación Humedales. En el Delta bonaerense, mucho peor Según las conclusiones de la “Actualización 2025: mapeo de endicamientos, terraplenes y urbanizaciones cerradas en el Delta del Paraná y cuencas tributarias bonaerenses”, el 14,04% de la superficie del Delta se encuentra endicada. Es peor si se enfoca en la porción bajo jurisdicción bonaerense: allí asciende al 28,7%. Fruto de 596 urbanizaciones cerradas, 47 más que las registradas en 2018. El 70% de esas urbanizaciones mapeadas están principalmente en la cuenca del río Luján. Son obras que impactan sobre el funcionamiento natural y conectividad de los ecosistemas de la región. “Los cambios de usos del suelo, más el futuro escenario previsto en relación con el cambio climático que prevé más lluvias convectivas en esta región del país, terminan generando las inundaciones que vimos este año”, agregó Boscarol. Para Mariela Heise, arquitecta especializada en planificación urbana, “hay que poder pensar la gestión del territorio de manera integral, cambiar la mirada e ir hacia soluciones basadas en los propios ecosistemas». Y completó: «Los humedales son, de manera natural, una solución a los excesos hídricos. Hay que cambiar de gestiones locales a gestión de cuencas”. Un inmenso territorio modificado sin medir consecuencias En el estudio que actualizó el mapeo territorial se relevó una superficie de 34.618 km², de los cuales el 56% corresponde al Delta del Paraná y el resto a cuencas tributarias bonaerenses. En total, se registraron 8.938 kilómetros de terraplenes. Para comparar: es la distancia equivalente a recorrer la ruta 40 desde La Quiaca a Ushuaia ida y vuelta. El mapeo permitió identificar una superficie de 2.582 km² endicada en las provincias de Entre Ríos y Buenos Aires. Es el equivalente a casi 13 veces el tamaño de la Ciudad de Buenos Aires. De humedal a barrio cerrado El estudio hace foco en el desarrollo inmobiliario en zonas de humedales que dependen del sistema del Delta del Paraná, sobre todo, en la sección bonaerense del ecosistema. Por intenso, desordenado y explosivo. Ese avance de urbanizaciones sobre territorios sujetos a los pulsos de crecientes del río Paraná no solo está relacionado con el crecimiento poblacional vegetativo del AMBA y ciudades cercanas. Es, en gran medida, fruto de la codicia y la expectativa de alta rentabilidad de los negocios inmobiliarios: son tierra de bajo costo por anegables e inundables. Olas de urbanización tras la pandemia y cambios culturales El trabajo destaca el crecimiento sostenido de barrios cerrados en zonas de humedales de la cuenca del Río Luján, donde el 26,8% de la planicie de inundación ha sido transformada en urbanizaciones cerradas. Se trata de zonas que, tarde o temprano, reclamará el agua por bajas. Es, en esencia, ir contra la ley de gravedad y la mínima racionalidad. A partir de 2020, año de extensos incendios en el Delta, se observó una “tercera ola” de urbanización cerrada impulsada por la pandemia de COVID-19. Fue un boom inmobiliario en áreas de humedales. Y ahora se habla de una “cuarta ola”. En este caso, vinculada a un cambio cultural: cada vez más jóvenes eligen vivir cerca de la naturaleza. Loable en principio, pero es sin considerar los impactos ambientales de esta expansión descontrolada. Para Adriana Anzolín, licenciada en Química (UBA) con un postgrado ambiental y quien forma parte de la Red del río Luján y de la Asamblea Socioambiental de Campana, “se perdieron miles de hectáreas de humedales que se rellenaron o endicaron, miles de hectáreas de esponjas naturales». La combinación de ese cambio cultural y los de la atmósfera, sigue, es de alto riesgo: «Hoy llueve más, pero hay menos infiltración y retención porque hay menos humedales. Es un combo muy peligroso y estamos viendo las consecuencias de esto”. En el Delta entrerriano y santafesino, lo mismo pero con la ganadería al frente En las porciones entrerrianas y santafesinas del delta, la construcción de terraplenes y endicamientos ha estado mucho más relacionada con usos productivistas. De un perfil frutí-hortícola y forestal a mediados y finales del siglo pasado, se pasó a un uso principalmente ganadero en las últimas décadas. “A fines del siglo XX e inicios del XXI, el avance de la frontera agrícola en tierras continentales, fenómeno conocido como la sojización, fue determinante en la relocalización e intensificación de la ganadería en humedales del Bajo Paraná, reemplazando la llamada ganadería de islas histórica y tradicional por un modelo que propone la transformación de los humedales mediante la construcción de diques y terraplenes», repasa el trabajo de la Fundación. Antes que desregular, planificar con información y conocimiento Las últimas lluvias que cayeron sobre el norte de Buenos Aires, así como los temporales que afectaron a Bahía Blanca y a la ciudad santafesina de Vera, expone el relevamiento, son ejemplos de eventos “nunca vistos” que comienzan a ser más frecuentes e intensos por efecto del cambio climático. Ya no se puede correr la vista de la evidencia, y hay que prever. Es un escenario, señala la Fundación, en el que mejorar la gestión del territorio es una tarea impostergable. “Faltan estudios de impacto ambiental serios y acumulativos cuando se construyen urbanizaciones. Falta ordenamiento ambiental del territorio, que deje espacio para que estos ecosistemas puedan seguir prestando sus servicios de absorbentes de los excesos hídricos”, abonó Boscarol. El especialista señaló que hay que priorizar las soluciones basadas en la naturaleza en vez de insistir con la llamada “obra gris” (canalizaciones o diques), que demanda presupuestos enormes, para quedar rápidamente obsoleta”. “Hay una cultura de ir a la obra dura en las autoridades que debería revisarse. En la Diplomatura en Humedales que se dicta en la UNSAM (Universidad Nacional de San Martín) buscamos capacitar a funcionarios y técnicos para que tengan en cuenta la mirada ambiental frente a la planificación territorial”, puntualizó Boscarol. “Si se sigue construyendo sobre humedales, no habrá obra hidráulica que alcance. Hay que cambiar de paradigma”, subrayó Adriana Anzolín. Mariela Heise coincide: “Es hora de salir de las miradas limitadas de cada municipio o intendente sobre su territorio, para pasar a un trabajo de gestión de cuencas. Debemos aprender de lo sucedido y construir otro paradigma que vaya hacia una convivencia con el agua en todo sentido. Nuestras ciudades deben ser transparentes al agua”, concluyó la experta en planificación urbana.
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