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Concordia » Diario el Sol
Fecha: 03/07/2025 23:25
“Tengo cuatro chicos. Mi dolor es ese: son ellos los que van a sufrir la falta de alimento.” La frase de Mariano, trabajador despedido por la Municipalidad de San Benito, sacude el aire helado de una provincia en emergencia social. Después de cuatro años trabajando en negro y cinco como contratado por servicios, Mariano fue notificado —sin previo aviso ni explicaciones— de que su contrato no sería renovado. Ante la injusticia, decidió encadenarse en la puerta del municipio, como forma de visibilizar su situación. “Me trataron como un perro, me sentí como un perro. Por eso estoy encadenado acá como un perrito”, denunció con la voz quebrada. Ningún funcionario se acercó a hablar con él. Ni el intendente ni su gabinete dieron la cara. “Me vieron esta mañana y cerraron la puerta. No se me acercó nadie”, contó. Sueldo de subsistencia Por su trabajo, Mariano cobraba $400.000 de bolsillo, un ingreso apenas por encima de la línea de pobreza en una economía marcada por la inflación y los tarifazos. “Me servía estar en blanco porque mis hijos se hacían atender con la obra social”, relató, dejando al descubierto cómo el despido impacta también en la salud y el futuro de su familia. Un caso que refleja el abandono generalizado Lo de Mariano no es un caso aislado. En toda la provincia, trabajadores precarizados por el Estado —en municipios, consejos escolares, hospitales o programas sociales— están siendo desvinculados sin explicación, sin indemnización y sin redes de contención. El ajuste tiene nombre, rostro y consecuencias. Mientras tanto, el gobernador Rogelio Frigerio guarda silencio. No hay medidas para frenar los despidos ni políticas de empleo o reinserción. La desidia institucional ya es estructural. El grito de Mariano “Estoy indignado. Estuve en parte de enfermo, volví, y me encuentro con que ya no tenía más contrato. Me dijeron: ‘no necesitamos más tus servicios’. Así, sin más. No me dieron ni una explicación.” Mariano no pide privilegios. Pide trabajo. Pide comer. Pide que alguien lo escuche. Su cuerpo encadenado a la reja de un municipio que le dio la espalda es una radiografía de la provincia: funcionarios que se encierran, puertas que se cierran, y del otro lado, ciudadanos rotos, que siguen pidiendo con dignidad lo mínimo: vivir, trabajar, ser reconocidos.(LAVOZ901)
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