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» Corrienteshoy
Fecha: 04/07/2025 01:56
El saludo de Evita Por Vicente Mario di Maggio En el documental Memoria de la sangre, de Marcelo Charras, Xavier de Mahieu señala a su entrevistador que Ciudad Evita, donde él vive, tiene la particularidad de que el trazado de la urbanización representa a la Señora de Perón haciendo el saludo fascista con el brazo levantado. Ex miembro de Tacuara, el hijo de Jacques de Mahieu, tendría sus motivos para realizar tal aserto. Es cierto que los bordes del casco catastral muestran a una Eva de perfil, reconocible especialmente por el icónico rodete. Algunos espacios verdes delinean la frente y el Club Almafuerte se ubica justo en la base de la nariz. Luego, en donde debería estar el cuello, entre las arterias Martín Miguel de Güemes y la Avenida Italia, la imaginación nos lleva a pensar que la primera dama se puso un tapado de armiño. Un tapado —hay que decir— que fue parcelado en los últimos años por el proyecto del Parque Público Ciudad Evita. Más allá de esto la urbanización se extiende de una manera anatómicamente difusa, para decirlo de alguna manera. En cuanto al brazo, la continuación de la Avenida Italia a la altura del codo se convierte en la calle El Jume y por el antebrazo deviene en El Urundel. Si este recorrido es lo que de Mahieu hijo quiere ver como un saludo romano, nazi-fascista o de la falange española se nos hace necesario señalar que es a fuerza de poner mucha voluntad por parte del observador. A lo sumo se parece a la diosa Isis en ese gesto arqueológico de caminar como egipcia, parafraseando la canción de The Bangles. Tampoco podemos decir que el brazo alzado de Eva esté configurado por accidentes geográficos insalvables, por el río La Matanza, por ejemplo, o por una tosquera. Para contrarrestar la curva de la mano y ese efecto “zambullidita” y lograr un verdadero saludo de brazo extendido, el planificador bien podría haber tomado la calle Cabo 1ro Néstor Barros y de allí para el suroeste parquizar las calles El Guatambú, Las Tipas y El Urundel en este intento contemporáneo de líneas de Nazca para los aviones que llegan y se van de Ezeiza. El arquitecto encargado del planeamiento fue Luigi Piccinato (1899-1983), un profesional que pasó por la Italia de Mussolini realizando esporádicos encargos por toda la península. No obstante, una vez asesinado el líder por brigadistas partisanos, Piccinato se volvió un reconocido miembro del partido comunista. Ya para el 47, inicio del proyecto de la ciudad en honor a Eva Duarte, Mussolini llevaba más de dos años muerto. El Instituto Nacional de Urbanística italiano dedica un espacio a la biografía de este notable arquitecto. Para describir el desarrollo de sus años bajo el régimen de Mussolini recurre a una elegante circunvalación: “Piccinato demuestra que sabe moverse con suficiente soltura en este ambiente en el que conservará su actitud combativa pero al mismo tiempo la capacidad de adaptarse a situaciones cambiantes y de actuar incluso en condiciones desfavorables. Y, de hecho, emergerá pronto: hacia mediados de los años treinta ya es un importante arquitecto y, sobre todo, urbanista.” La falta de desarrollo de la actividad que impuso el período bélico —nos dice el Instituto— fue aprovechado por Piccinato para estudiar la organicidad de las ciudades medievales. El italiano llega a la Argentina en el año 1947 como profesor invitado por la Universidad de Tucumán. En una carta a su colega Giuseppe Samonà, que adjunta Anna Braghini en su estudio sobre el arquitecto, Piccinato describe su arribo: “Aquí estoy ante ustedes después de casi cuatro meses desde mi llegada a esta ciudad arremolinada de la lejana Sudamérica. Buenos Aires es una gran ciudad que representa y sintetiza a toda Argentina y a buena parte del continente americano [...]Aquí falta arte, tanto arquitectónico como de cualquier otro ámbito. Lo poco que hay es importado”. Pocos meses después Piccinato es contratado por el Ministerio de Obras Públicas para encargos conferidos con la cobertura financiera del Banco Hipotecario. Los terrenos ubicados en el partido de La Matanza son ideales para aplicar las ideas urbanísticas del italiano. No obstante, no sabemos quién produjo la sugerencia —o la orden— de hacer de la ciudad un perfil de Eva en vida de ella misma. Piccinato concebía a la ciudad como un todo y desde este punto de vista debía ser considerada como un organismo. Curiosa esta imagen. La investigadora Agnese Codebó observa que así como Eva declara en La razón de mi vida que Perón la habitaba, “las muchedumbres empezaron a habitar efectivamente el cuerpo de Eva a través del proyecto urbanístico de Ciudad Evita […]Quienes entonces habitaban las 5000 viviendas que se llegaron a construir, vivían y siguen viviendo literalmente y metafóricamente en la cabeza de la primera dama.” Sintomáticamente, el asunto no fue tan así. Con la Revolución Libertadora la lucha por la cabeza comenzó una nueva etapa de resistencia y repliegues. Sin embargo, es notable que del mismo modo en que Aramburu, Rojas y sus acólitos echaron por tierra el palacio Álzaga Unzué, arrojaron al Riachuelo las descabezadas esculturas de Leone Tommasi, arrasaron con los cimientos del Monumento al Descamisado, no hayan intentado hacer del circular rodete de la ciudad matancera una longilínea pista de aterrizaje. Sí intentaron hacerse del territorio y rebautizarlo. El Decreto 4161 firmado por Aramburu en marzo de 1956 prohibía la utilización de imágenes y símbolos del peronismo y las menciones de los nombres de Juan y Eva Perón. A Ciudad Evita la reclamaron como Ciudad General Belgrano tal como lo refiere en su estudio Gerardo Alberto Medica. El “Barrio 17 de Octubre” pasó a llamarse “General Paz”, la Escuela N°9 de Villa Madero llamada Eva Perón desde 1953 es renombrada en 1955 “Estados Unidos Méxicanos” y el crucero General Belgrano, aquel hundido en la Guerra de Malvinas, tuvo por nombre, hasta septiembre de 1955, “17 de Octubre”. En la propia Ciudad Evita hubo una avanzada por parte del Servicio de Inteligencia y de la Marina para apropiarse de las casas desalojando a buena parte de sus ocupantes presumiblemente peronistas. Andrés Bevilacqua, joven militante justicialista, refiere a aquella época: “El colectivo 406 llegaba a la ciudad y lo tradicional al subirse al colectivo era pedir hasta la rotonda de Ciudad Evita. Esto era para los milicos un delito, eran como mínimo cinco días preso. Otros, los que se quebraban, decían hasta la rotonda de Ciudad Belgrano pero los ´perucas’ decían hasta Ciudad Evita”. Este modo de resistencia no venía sin sus consecuencias: el decreto 4161 asignaba no solo los días de cárcel sino también la subsecuente pérdida del empleo. En Nadie sabe lo que puede un ícono, publicado en Eva Perón en los libros, el artista Daniel Santoro hace un repaso de las imágenes simbólicas de la primera dama. Se refiere a la imagen de Eva con el pelo suelto como “seductora ninfa bonaerense de cabellos al viento”. Tenemos ante nosotros “al Hada Buena argentina” —nos asegura— pero también a “la mujer del látigo, a la Eva Virgen María mediadora entre el 'Dios' Perón y su pueblo” (…) El rodete parece actuar como cámara de resonancia de esa voz que retumba en la plaza”. El rodete es su artilugio para el combate, es la “Eva preparada para atravesar los vientos, alerta, aerodinámica y enjoyada, que literalmente lo va a lograr sin despeinarse”. Esta Eva del cabello anudado es la representada en la “ciudad del rodete”. Es también la Eva del perfil numismático “la de mayor contundencia icónica”. La de las estampillas, la del billete de 100 pesos, la de la medalla. Santoro se deja llevar por la imagen y nos describe a “un extraño Jano de cara y rodete, un rodete de complejas morfologías cambiantes. Pero por suerte siempre que esté, el rodete hará las delicias del pueblo, es un rodete mágico que puede adquirir las dimensiones de una ciudad entera y estar bordeado de chalecitos californianos, escuelas, hospitales, heladeras y máquinas de coser. Un rodete fundacional, ubre nutricia del estado maternal. Henchido y lobulado, es el más grande y rápido órgano repositor de la justicia social”. Aquí, como vemos, Santoro compara la morfología del rodete con una ubre, algo que nosotros preferimos definir desde su forma y a vuelo de pájaro, sobrevolando las arterias de la Ciudad Evita, como algo semejante a un nudo gordiano. Ya en una de sus pinturas Santoro definió el rodete como un núcleo repleto de serpientes, una percepción del espanto que producía a los opositores la mujer del general. El nudo gordiano, no ya el de la Gorgona, es aquel que de un tajo deshace Alejandro Magno. No hay talento en aquella demostración de fuerza, parece decirnos el mito. No hay paciencia ante la historia. Alejandro pagó su prisa con la muerte temprana. Eva, desde el desafío, parece haber pagado también, consumida en el vértigo acelerado de su destino, con su avance arrebatador sobre las percepciones y para escándalo de la vieja aristocracia. Nos queda ese Parque Chas bonaerense en el que se da vueltas bajo el pretexto de que los transportes puedan movilizarse “sin necesidad de bruscas maniobras”. El laberinto de un urbanista italiano que formado en el fascismo se volvió comunista con el repentino cambio de paradigma.
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