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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 29/06/2025 04:31
Solo el 40% de los mayores de 65 años que trabajan son asalariados; la mayoría lo hace por cuenta propia En la Argentina, el proceso de envejecimiento poblacional y las debilidades estructurales del sistema previsional llevan a un número creciente de personas mayores de 65 años a seguir trabajando después del retiro formal. Lejos de tratarse de una decisión exclusivamente voluntaria, especialistas advierten que el alza en la participación laboral de este grupo etario responde tanto a una mejora en las condiciones de salud como a la necesidad de generar ingresos adicionales que compensen el deterioro del poder adquisitivo de las jubilaciones. Según datos citados por Osvaldo Giordano, presidente del Instituto de Estudios Sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (Ieral) de Fundación Mediterránea, en el país hay actualmente más de 743.000 adultos mayores que trabajan en la informalidad. Muchos de ellos ya están jubilados, pero continúan activos laboralmente para complementar sus haberes. El motivo es concreto: aunque desde noviembre de 2023 hubo una mejora en el poder adquisitivo del haber medio, en junio de 2025 permanece un 7% por debajo del promedio histórico. Aunque desde noviembre de 2023 hubo una mejora en el poder adquisitivo del haber medio, en junio de 2025 permanece un 7% por debajo del promedio histórico De hecho, si se analizan los datos históricos, se encuentra que la jubilación media es actualmente inferior a la registrada entre 2011 y 2021. El pico se alcanzó en septiembre de 2017, cuando los jubilados cobraron el equivalente a $799.388 a valores de hoy. Demografía y necesidad económica Este fenómeno ocurre en un contexto de envejecimiento progresivo de la población argentina. La proporción de personas mayores de 65 años pasó del 2% en 1895 al 12% en 2022. Mientras tanto, el grupo etario de 15 a 64 años (considerado en edad de trabajar) alcanza el 66% de la población, lo que aún permite aprovechar el llamado “bono demográfico”. Sin embargo, los especialistas advierten que esta ventana se cerrará progresivamente a medida que aumente el peso relativo de los adultos mayores. Los especialistas advierten que el bono demográfico se perderá progresivamente a medida que aumente el peso relativo de los adultos mayores “El proceso de envejecimiento poblacional impacta en el mercado laboral. El aumento en la expectativa de vida y las mejoras en las condiciones de salud hacen que muchas personas mayores se mantengan activas porque se sienten en condiciones de seguir trabajando”, dijo Giordano a Infobae. Pero a ese dato estructural se suma un elemento crítico: “La necesidad económica y los sistemas previsionales que no alcanzan a cubrir adecuadamente sus necesidades”. Hoy una persona de 70 años tiene capacidades aeróbicas similares a la de una de 50 de hace tres décadas. Esto se relaciona con el concepto de envejecimiento activo (Susmel) Nuria Susmel, economista senior de FIEL, también contó que observa un cambio cultural y fisiológico que no puede ignorarse. “En los últimos 30 años, la expectativa de vida creció cuatro años y en los últimos 60, siete años. Las personas son más activas y están en mejores condiciones físicas. Hoy una persona de 70 años tiene capacidades aeróbicas similares a la de una de 50 de hace tres décadas. Esto se relaciona con el concepto de envejecimiento activo”. Informalidad y barreras de acceso Este envejecimiento activo, sin embargo, choca con las barreras que el mercado laboral impone. Una de ellas es la informalidad. Según Susmel, la tasa de informalidad asalariada entre los mayores de 65 años alcanza el 75%. Además, solo 40% de los ocupados en este rango etario son asalariados; el resto trabaja por cuenta propia, muchas veces sin estar registrado. “Trabajar en la formalidad no necesariamente les aporta mejoras en su jubilación o acceso a obra social, sobre todo si ya están jubilados”, explica. El 40% de los ocupados en este rango etario son asalariados; el resto trabaja por cuenta propia, muchas veces sin estar registrado Agustín Salvia, director del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la UCA, advierte que muchos de los mayores que siguen activos lo hacen tras haber accedido a una jubilación a través de moratorias, con pocos aportes (en el caso de mujeres) o con trayectorias mayormente informales (en el caso de varones). “Muchos trabajan por cuenta propia o de manera informal porque el sistema no los incentiva a formalizarse. El empleador debe afrontar altos costos aunque el trabajador ya está jubilado, lo que lo conduce a contratarlo en negro o como monotributista”. Según Salvia, estas personas buscan trabajar menos horas, en empleos más flexibles y compatibles con sus necesidades de cuidado personal. Muchos trabajan por cuenta propia o de manera informal porque el sistema no los incentiva a formalizarse (Salvia) “Esperan trabajar menos intensivamente y dedicarse a otras actividades, como la salud o incluso tareas de cuidado. Esto se alinea con la idea de la ‘economía plateada’, que promueve la inclusión de personas mayores en actividades productivas o de valor social. Aunque algunas fundaciones y gobiernos locales han impulsado iniciativas en ese sentido, aún falta una política pública activa en esa dirección”, dijo el director del Observatorio de la Deuda Social de la UCA. Discriminación y sesgos del mercado A esto se suma un escenario de discriminación persistente. Según un estudio regional de Bumeran, el 55% de los trabajadores argentinos declara haber sido discriminado por su edad, lo que convierte a la Argentina en el país con mayor incidencia de este tipo de discriminación en la región. Además, 7 de cada 10 trabajadores manifestaron haber sufrido algún tipo de discriminación y más del 70% considera que las organizaciones no implementan medidas para fomentar ambientes inclusivos. Osvaldo Giordano sostiene que, a las dificultades estructurales, se suman “la discriminación etaria y la brecha digital, que dificultan en muchos casos su inserción en sectores que requieren habilidades tecnológicas”. En ocasiones, se discrimina a los trabajadores de la tercera edad por la "brecha tecnológica". (Imagen Ilustrativa Infobae) El prejuicio empresarial también es un obstáculo: persisten sesgos que vinculan la edad avanzada con menor productividad o resistencia al cambio. Agustín Salvia matiza esta cuestión: “No es necesariamente un prejuicio. Las habilidades blandas que tienen los mayores no son las mismas que las duras que hoy traen los jóvenes: fuerza física o dominio tecnológico. Eso los hace menos atractivos para ciertos sectores dinámicos y de alta productividad”. En la actualidad, muchos mayores realizan tareas con autonomía: profesiones liberales, asesorías, servicios, cocencia y asistencia. La relación de dependencia es menos frecuente, en parte por las restricciones que el sistema impone al empleador para contratarlos. Agustín Salvia remarca que el sistema previsional no estimula un retiro escalonado o una reducción progresiva de la jornada laboral. Por el contrario, la legislación obliga a una decisión binaria: estar dentro o fuera del mercado laboral formal. Más opciones, más derechos Giordano sugiere una reforma previsional que incorpore flexibilidad. “Poner arbitrariamente una edad de retiro va en contra del interés y de la situación de cada persona. El sisema debería garantizar continuidad de ingresos, y cuanto más se demore el retiro, mayor el haber”. En su opinión, la edad de retiro debería actualizarse de manera gradual: “La expectativa de vida sube un año por década, por que podría moverse un mes cada año ajustándose a la demografía”. Nuria Susmel coincide en que algunas reformas podrían facilitar la contratación de adultos mayores, como la reducción de aportes y contribuciones (hoy solo se reduce el aporte al SIPA), y normas laborales más flexibles que se adapten tanto a jóvenes como a mayores. También destaca el cambio introducido durante el gobierno de Mauricio Macri, que permite al trabajador mantenerse en su empleo hasta los 70 años, mientras antes el empleador podía exigir su retiro al alcanzar la edad jubilatoria. Un desafío de largo plazo Por el momento, el problema persiste. Para los especialistas, las pensiones no son suficientes para sostener un nivel de vida digno, y el envejecimiento activo es más una necesidad más que una elección. Los adultos mayores continúan trabajando, muchas veces sin las condiciones mínimas de protección, en un mercado laboral poco preparado para incluirlo plenamente. A medida que se consolida la llamada “economía plateada”, el desafío será diseñar un modelo que combine derechos, incentivos y oportunidades. Un modelo donde no sea necesario elegir entre seguir trabajando o caer en la pobreza, y que reconozca, que envejecer no debe equivaler a exclusión.
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