Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • El tesoro del Virreinato y la huida de Sobremonte

    Concordia » El Heraldo

    Fecha: 29/06/2025 02:41

    Ese mismo día, bajo una lluvia torrencial desembarcaron los invasores que eran 70 oficiales, 72 sargentos, 27 tambores y 1.500 soldados de infantería. Protegidos por los cañones de uno de los barcos de menor porte más o menos a una milla de la costa, ya que el calado no permitía el acercamiento de las naves grandes. El virrey Sobremonte desde la noche anterior estaba enterado, pues se hallaba con su familia en el teatro de La Ranchería, en Reconquista y Mitre (dirección actual). Entendía que mostrándose en público quitaría dramatismo a la grave situación. Al comenzar el segundo acto, un edecán le acercó una nota. Se colocó los anteojos y solo llegó a los primeros párrafos y se levantó retirándose con su familia, abandonando el teatro. Se dirigió al Fuerte con urgencia y reunió a los soldados y milicias ordenándoles que recorrieran la costa. Este virrey tan lerdo en aspectos militares, en cambio adoptó eficaces medidas para salvar los caudales reales. Así ordenó que se acomodaran en zurrones de cuero y cajones de madera las onzas, los patacones, las barras de oro y plata que formaban parte de la Real Hacienda y de los depósitos de la Compañía de Filipinas en tránsito a España. El 25 de junio de 1806, apenas llegada la noticia del desembarco británico en Quilmes, el virrey ordenó que se cargaran las carretas hacia el interior. Cuando los invasores ocuparon la ciudad—después de una flaca resistencia— el virrey estaba en una quinta situada en el actual barrio de Floresta; mientras tanto, la millonaria caravana viajaba lentamente, protegida por una escolta que se iba disgregando hora tras hora. En Morón de los 100 soldados iniciales estaban ya reducidos a 40, pero el jefe encargado de la preciosa carga, comunicaba al virrey que al día siguiente arribaría a Luján. A todo esto, los ingleses, que habían esperado encontrar la ciudad abarrotada de monedas, se encontraron con que las cajas reales estaban vacías. De inmediato Beresford intimó al Cabildo la entrega del tesoro, bajo pena de incautarse de los bienes de los vecinos. Y como primera medida, trabó embargo sobre los buques del puerto ¡Tratándose de dinero, el inglés no andaba con vueltas! Había llegado el momento de afligirse al Cabildo. Casi todos sus integrantes eran comerciantes ricos y la amenaza de los invasores afectaba directamente sus bienes. Entonces el cuerpo capitular envió dos de sus miembros a entrevistarse con Sobremonte y convencerlo de que hiciera entrega de los caudales reales: de otro modo, toda la población, decían, habría de sufrir tremendas exacciones. Rápidamente se dejó convencer el virrey, quien envió una nota a Beresford accediendo a la entrega del tesoro. Este ya había llegado a Luján. El Cabildo de ese pueblo había hecho depositar las cargas en las casas capitulares, pero muy poco duró el depósito. En la medianoche del 30 de junio llegó un destacamento inglés compuesto por seis dragones y veinte infantes del célebre Regimiento 71 de las fuerzas invasoras, con sus rojos uniformes y banderas al mando del capitán Arbuthnot y los tenientes Graham y Murray que no solo se apoderó de la preciosa carga, sino que hizo una cantidad de destrozos en el edificio del Cabildo buscando más dinero. El 17 de julio fue embarcado en la fragata Narcissus llegando al puerto de Portsmouth el 12 de septiembre. El dinero sustraído alcanzaba a la impresionante cantidad de un millón trescientos mil dólares. De ellos se apartaron doscientos mil para atender los gastos de los ocupantes de Buenos Aires, el resto fue lo que se envió a Londres. Pero alguien más participó de la repartija. Don Andrés Migoya, vecino y cabildante de la villa, aprovechando la confusión del momento cuando llegaron los soldados ingleses, se armó limpiamente de uno de los cajones que estaban en las carretas. Con ese dinero Migoya edificó, según relata Hernán Ceres, una hermosa casa frente a la plaza de Luján, donde residió Belgrano en 1814 mientras era sumariado por los desastres de Vilcapugio y Ayohuma. Más tarde esa casa fue del popular Hotel Piave como lo recuerda Vicente Sierra. Dato de interés: Muchos pensarán (y con razón) ¿Cómo un funcionario tan incompetente pudo ser virrey del Río de la Plata? Sin embargo, sus antecedentes eran impecables. Siendo gobernador de Córdoba desarrolló allí una gran actividad en progreso de la ciudad y la provincia. Por ejemplo, construyó la primera acequia para traer agua corriente a la ciudad, desde el río Primero. En Córdoba hizo construir una fuente de agua, plazas, parques y jardines públicos. Fue un excelente administrador. Mando construir escuelas en el campo. Fundó la Catedra de Derecho Civil en la Universidad de San Carlos (hoy Universidad Nacional de Córdoba) Se debe a él el primer alumbrado público en la ciudad. Fundó ciudades como Rio Cuarto, Villa Real de La Carlota, en honor a Carlos IV, Santa Catalina, San Rafael (Mendoza) esta última en su propio homenaje (Villa del Rosario, San Francisco del Chañar, La Carolina. Villa de Melo, pretendía homenajear al virrey Melo, ahora se llama Merlo (San Luis). Su carrera militar: en 1759 con 13 años ingresó como Cadete en las Reales Guardias Españolas, el 1761 se trasladó a América junto al Gobernador de Cartagena de Indias. Allí se graduó como Teniente del Batallón de Infantería de Cartagena. Tres años después regresa a España y es trasladado a Ceuta y agregado al Regimiento de Infantería de La Victoria donde ascendió a Capitán en 1766. Pasó con su Regimiento a Puerto Rico donde estuvo cinco años y se graduó de Teniente Coronel en 1770 y de Coronel en 1773. Brigadier en 1774 y luego Secretario del Virreinato del Río de la Plata.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por