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  • El bucle melancólico en el que reina CFK y neutraliza al peronismo para enfrentar al ultra – Cadena Entrerriana 96.5MHz LRS 798

    Concordia » Cadena Entrerriana

    Fecha: 08/06/2025 12:41

    La presunción de la derrota recorre los campamentos peronistas. La desconfianza prima para la lista de “unidad”. Las ideas que la expresidenta se propone “empezar a discutir” y las melodías que Kicillof todavía no toca. El fallo que sí saldrá. En las aguas agitadas del peronismo bonaerense, un mismo pronóstico transitó los diferentes campamentos en las últimas semanas: una derrota ante la unión de las derechas es la hipótesis más probable para la elección provincial de septiembre y la nacional de octubre. En La Plata, en el Instituto Patria, en La Cámpora, en las intendencias y entre quienes miran a distancia la pelea entre Cristina y Axel Kicillof, voces encumbradas recitan una crónica lúgubre con final anunciado, en la que el declive de participación en los barrios populares y la estabilidad cambiaria conducirían a una victoria de las listas unificadas de la Libertad Avanza y el PRO. Un Gobierno que hace bandera con la crueldad y prueba los límites de la democracia encuentra en la postulación de José Luis Espert y los amenities del Gordo Dan, Cristian Ritondo y Diego Santilli una sintonía con el “humor social” de una parte de la población, minoritaria, pero con peso suficiente para ganar una elección. Un síntoma de otra jurisdicción viene a cuento. En el marco de la reciente elección porteña, un candidato mandó a medir el consenso ante propuestas extremas, no porque se propusiera llevarlas a cabo, sino para constatar el límite de lo tolerable en campaña. Ante la consigna de que hay que “poner una bomba en la villa 31 (de Retiro)”, la adhesión entre los votantes a las varias opciones de derecha que compitieron llegaba a 75%. Milei conoce el terreno en el que suele intervenir como un energúmeno. Es tal la vibra depre que transmiten desde espacios peronistas que, si el partido no estuviera tan desorganizado, daría para pensar en una exageración premeditada de las chances de triunfo del frente que arman los Milei, como un conjuro ante la mala pasada que suele jugar el exitismo. En la gobernación bonaerense y sus cercanías, la presunción de una probable derrota va acompañada de una convicción: el eje La Cámpora-Instituto Patria juega a perder. Esa opinión en el seno del axelismo y el más extendido kicillofismo no varió luego del acercamiento entre Cristina y el mandatario bonaerense, gatillado en los últimos días. La tesis suele ser expresada con un asterisco que requiere una dosis de voluntarismo intelectual. Los militantes de la derrota serían los encabezados por Máximo, pero no Cristina, quien pondrá el cuerpo como postulante a diputada provincial por la tercera sección electoral, categoría en la que el peronismo sólo perdió en 1983 y 1997 desde el retorno de la democracia. En las inmediaciones de Kicillof, hay voces divergentes sobre el valor de la “unidad” que podría concretarse si prosperan negociaciones que apenas comenzaron a transitar una carrera de obstáculos. “Es más de lo mismo. El objetivo de objetivo de Cristina es ganarle a Axel, no a Milei. Con la unidad buscan la sumisión ante el diccionario de Cristina”, dice un dirigente del peronismo bonaerense muy crítico del eje Cámpora-Patria. “(La reunión entre Kicillof y su exjefa política) fue un primer paso para desanudar una relación después de seis meses de no hablar”, suma otra voz cercana al gobernador que, con prevenciones, pone fichas a un acuerdo para una lista única. La fuente, conocedora de los términos del encuentro del jueves al atardecer, lo califica como “respetuoso y tenso”. ¿Acordarán las listas? “Veremos”. Una tercera mirada de un ministro bonaerense describe un pasado en el que “los muchachos (dirigidos por Máximo Kirchner) se dedicaron durante dos años a derribar todos los puentes y tirar piedras, pero todos sabemos que no hay vida después de una derrota producto de una división ante un proyecto tan negativo y tan dañino con las mayorías, los jóvenes, los jubilados y las mujeres como el de Milei”. “Si no somos capaces de hilvanar que Milei es responsable del vaciamiento del Garrahan, del ataque a los discapacitados, del odio a los periodistas, de la parálisis de la obra pública, nos va a salir muy caro ante nuestros votantes”, resume el funcionario de larga trayectoria en el conurbano. Los escépticos sobre la real voluntad del eje Cámpora-Patria para ganar la elección sacan a relucir cuentas pendientes. Citan que, en 2019, las filas de La Cámpora no militaron la candidatura de Kicillof (“lo puedo probar”); que en 2021, en la elección de medio término en el tramo final de la pandemia, fue ostensible el desdén de Cristina hacia la cabeza de lista, Victoria Tolosa Paz, como preludio buscado de la ruptura consumada con Alberto; y que en 2023, la relación de Máximo con Kicillof ya estaba detonada, tras el traumático intento de Máximo de impulsar la candidatura del potentado Martín Insaurralde a la gobernación. “Cuando Cristina cuenta cómo se definieron las candidaturas en 2023, de eso se olvida”, recuerda una de las voces, con malicia. El mero anuncio de la postulación de Cristina a diputada provincial movió el tablero. Para el peronista bonaerense que no ve nada positivo en postergar la ruptura, “es un gesto de debilidad que nos perjudica. Nos obliga a discutir sobre Cristina y no sobre Milei, y diluye la idea de futuro. La usan como pantalla”. Esa fuente arriesga que, si se concreta la victoria ultraderechista en septiembre y octubre, Máximo se propone accionar para que Kicillof no termine su mandato. A ese punto llega la desconfianza. En el Instituto Patria, la lectura es opuesta. Allí interpretan que el cambio de eje responde a un liderazgo indiscutido de la condenada expresidente entre los votantes, activo que no puede ser borrado o jubilado por la mera voluntad de Kicillof y su grupo. “No se impone, surge, y para ello se requiere tener visión de mediano y largo plazo”, razona una fuente muy al tanto del pensamiento de Cristina. Las movidas del axelismo son descriptas por los cristinistas como precipitadas. Traición, amateurismo, capricho e individualismo son palabras que surgen a la hora de hablar del gobernador bonaerense, según la enjundia del consultado. La lista de desventajas que el eje Cámpora-Patria observa en el desdoblamiento es repasada una y otra vez, y será enarbolada a los cuatro vientos ante la hipótesis de una derrota. Allí anotan que la centralidad de Cristina en una elección local servirá, en tiempos de desapego de la política, para que muchos votantes se enteren de que hay que ir a las urnas y ello mitigará el ausentismo, algo imperioso para una lista peronista. En el kicillofismo ponen una vara para que la expresidenta pueda salir indemne de una eventual debacle. “Debería sacar más de 46% que sacó Mariano Cascallares (actual intendente de Almirante Brown) como primer candidato de la tercera sección en 2021, que fue un piso del peronismo en plena pandemia. Si alcanza eso o menos que eso, su postulación no habrá servido de mucho”, miden. El gobernador está dispuesto a aceptar que la lista de “unidad” lleve a Cristina como primera candidata a diputada provincial en la tercera sección (La Matanza, Lomas de Zamora, Avellaneda, Quilmes, Lanús, Florencio Varela) y a Sergio Massa como cabeza en la primera sección (San Martín, San Isidro, Tigre, Morón, Moreno, Escobar) para las elecciones provinciales del 7 de septiembre. Tras año y medio de silencio y mientras se apresta a emprender una gira por todas las secciones electorales de la provincia, el expostulante presidencial de Unión por la Patria hace saber un matiz. Si se candidatea por una silla en la Legislatura de La Plata, será como senador provincial, no diputado. Tiempista por excelencia y optimista en soledad sobre el futuro electoral del peronismo bonaerense, en realidad, Massa apuesta —dicen propios y extraños— a encabezar la boleta para la Cámara Baja en las elecciones nacionales, el 26 de octubre. Como sea, acudir a las urnas con el peso de los nombres de Cristina y Massa al frente de la boleta en las dos secciones que albergan a 75% del padrón provincial tornaría ilusoria la intención de Kicillof de plebiscitar su gestión y edificar un perfil que lo coloque en carrera para 2027. Es por eso que algunos kicillofistas se opondrán con toda su fuerza a ese escenario. El gobernador acudió al encuentro con la exmandataria con un punteo de tres ejes para la campaña: oposición frontal a Milei para demostrar cómo la motosierra daña a la provincia de Buenos Aires, reivindicación de una gestión que el oficialismo bonaerense califica como la que más escuelas construyó desde el primer peronismo, y respeto a las aspiraciones de los intendentes en la construcción de las listas. Otra voz cercana al Instituto Patria evalúa que la única forma de garantizar la unidad peronista es con la confirmación del liderazgo de la expresidenta, y aguijonea: “Por más que Axel quiera, reivindicar su gestión va a ser difícil, en parte por la gestión en sí, y en parte porque la elección se va a polarizar entre Cristina y Milei. Axel debería agradecer, porque los medios de derecha van a tratar de meter la agenda de seguridad como hacen siempre”. De los primeros dos ítems del punteo y ante la presunción de que Cristina y Massa no le regalarán nada, se podrá ocupar Kicillof si tiene margen para asumir como propia la lista que anote el Partido Justicialista Bonaerense, cuyo presidente es Máximo. El tercero —la pulseada con los 45 intendentes que adhirieron al kicillofista MDF— se dirimirá en días y semanas, y se presenta problemático. La definición de candidaturas en los municipios dará lugar a disciplinamientos e intercambios para neutralizar una desobediencia que el kirchnerismo puro no había vivido en sus dos décadas de existencia. El anuncio de la candidatura de Cristina activó como acto reflejo la posibilidad de que la Corte Suprema confirme su condena a seis años de prisión y su inhabilitación para ejercer cargos públicos por la causa Vialidad. El fallo inminente fue anunciado tanto por terminales mediáticas que obedecen al Gobierno, como al macrismo y al cristinismo. Cuánto de ello tuvo de operación y de información se probará en días. La deriva que tendría esa decisión no es lineal. Más allá del impacto en el funcionamiento de la democracia que supone el bloqueo electoral de una dirigente con una representatividad no menor a 20% del padrón y del peso de la privación de la libertad en la vida privada de Cristina, entre otras cuestiones, por su papel de abuela, la consecuencia política podría no ser positiva para el gobierno ultraderechista. El vínculo entre los Kirchner y Lázaro Báez, convertido en un millonario empresario fugador de divisas desde que los santacruceños llegaron a la Casa Rosada, merece hace años una investigación judicial seria. Ocurre que cualquiera que haya prestado un mínimo de atención al proceso Vialidad, sabrá que estuvo plagado de vandalismo, arbitrariedades en los pases de un juzgado a otro, intervenciones de jueces amigos de Mauricio Macri e invitados por el Grupo Clarín a Lago Escondido, un viaje venal por donde se lo mire. Lo lógico para el bajísimo estándar ético y jurídico de la Corte será avalar la condena de los tribunales inferiores, pero ello ubicará a Cristina en el papel de haber sido víctima de una injusticia, y le dará la oportunidad de apelar a tribunales internacionales. Esas historias, con fans de criptoestafas habitando la Quinta de Olivos y hermanos de Macri como beneficiarios de cuentas offshore, pueden no terminar bien si cambia el “humor social” antes descripto. Otra traza de los caminos que se bifurcan entre Cristina y Kicillof está dada por la agenda nacional que la expresidente se propone “empezar a discutir”. La impugnación al kirchnerismo como gestor de desequilibrios macroeconómicos e incumplimiento de la promesa del “Estado presente” ha demostrado eficacia en la consagración de Milei como presidente, así como en la relativa imagen positiva que acompaña su motosierra y su impericia para la gestión. La acusación hacia un Estado que incumple sus compromisos redistributivos, además de tener cierto sustento real, es magnificada por el griterío de los Milei, los eslóganes gastados del macrismo y el inagotable machacar de sus cadenas de medios. Las diatribas ultras germinan en la mirada generalizada sobre el Gobierno de Alberto Fernández, lastrado en partes iguales por la pandemia, la sequía de 2023, la gestión cotidiana negligente y el incesante fuego amigo del eje Cámpora-Patria. Como no hay nadie que atine a defender o explicar al Ejecutivo 2019-2023, con méritos que salen a la luz sólo cuando Milei los destruye, la crítica arrasadora fluye sin barreras, con el favor de los sospechosos streamings que se proclaman peronistas. Cristina ofrece la reivindicación de trazo grueso del período 2003-2015. Pasa por alto los malos indicadores sociales y de crecimiento de su segundo mandato, y las arcas vacías del Banco Central, entre varias cuentas fundamentales de la economía fuera de órbita. Por lo demás, lejos de asumir responsabilidades por la experiencia del Frente de Todos, la ex vicepresidenta se narra paciente, leal y engañada. Y así, con dos décadas largas de actuación en el primer nivel de la política, Cristina explora propuestas imaginativas sobre una reforma laboral que atienda la nueva realidad del mercado, el grave daño que produce la ineficiencia del Estado y la venalidad de los controles a la misión “igualadora” que se le atribuye o la forma en que grandes corporaciones y poderes fácticos capturan la vida pública. Cristina elabora ideas, “nacionaliza la campaña” y se expone a que un joven tecnologizado, un paciente de un hospital público, un pasajero de un tren o una víctima del gatillo fácil de la Policía que promueve Sergio Berni se pregunte por qué no llevó a cabo su agenda de segunda generación en algún momento de su largo paso por la Casa Rosada. De pronto, los Milei dan en el blanco cuando anuncian que los avivados habitantes de Puerto Madero, Barrio Parque y Nordelta que mintieron en su declaración jurada dejarán de pagar la luz, el agua y el gas casi regalados, algo a lo que Cristina se opuso con tenacidad, al punto de —en corresponsabilidad con Alberto— disparar el quiebre político y económico del Ejecutivo del Frente de Todos. En un ensayo crítico sobre el nacionalismo vasco, el escritor Jon Juaristi escribió El bucle melancólico, en 1997. El autor describió una genealogía de hechos reales, rumores y mitologías que eran utilizados por el nacionalismo vasco, sobre todo el demócrata-cristiano, para reconstruir un pasado y afirmarse en el lugar identitario de víctima y eterno acreedor. La obra de Juaristi es polémica, pero aporta una figura para entender la representación de Cristina hoy. Se trata, sin dudas, de una líder con talento y carisma de las que surgen cada muchas décadas; querida y respetada por buena parte de los pobres de Argentina; odiada por estamentos del poder permanente. Pero, desde hace años, la expresidenta encontró un límite en su capacidad de interpelar a la sociedad, y la tendencia de su campo de acción es cada vez más acotado. La adhesión a Cristina supone un grado bajísimo de tolerancia a la disidencia y de encontrar un nuevo sentido a las ideas esbozadas en sus clases magistrales. El bucle melancólico, si la descripción de Juaristi es válida, sigue siendo efectivo en Euskadi, comunidad del Estado español gobernada por el Partido Nacionalista Vasco con una breve excepción en las últimas cuatro décadas, pero en Argentina, el apellido Kirchner se transformó casi en una garantía de abroquelamiento y victoria de sus adversarios. El bucle kirchnerista sirve como refugio, pero choca con las urnas. La primera en tomar nota parece ser la propia Cristina, que desde 2013 busca y consagra —a veces con éxito— candidatos fuera de su espacio que disimulen o licúen su identidad, de modo de superar el techo electoral. El desafío de Kicillof resulta inédito para esa dinámica. Resulta que es tan o más de izquierda que Cristina, no busca refugio en el Grupo Clarín, ni se trata de un barrilete ideológico como el multipremiado Daniel Scioli, ni navega con sus novias en yates por el Mediterráneo. En un dato que se torna amenazante, cuando el gobernador desobedeció la voluntad de los Kirchner (su reelección provincial en 2023), le fue bien, y lleva a cabo una gestión que al menos le alcanza para dar pelea. A su vez, Kicillof tiene déficits de los que no da cuenta. La impugnación a Cristina por sus adversarios a raíz de los desequilibrios de los que no se hace cargo alcanza también a quien fue su último ministro de economía. Si Kicillof no tuvo el margen político que habría necesitado o la pelea con los holdouts de la deuda externa enturbió demasiado el escenario, deberá encontrar palabras para explicarlo. Una década después, no surge del gobernador una crítica o siquiera un matiz de la experiencia económica de los Kirchner, ni tampoco aborda un temario que vaya más allá de la resistencia a los Milei. Cristina esboza una agenda que en su boca suena extemporánea, y Kicillof promete “nuevas melodías” que —dicen— dará a conocer el año que viene. Fuente: diarioAR

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