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  • Pentecostés: El mundo necesita «testigos»

    » Diario Cordoba

    Fecha: 08/06/2025 04:32

    Hoy celebramos la gran fiesta de Pentecostés con la que finaliza el tiempo pascual, cincuenta días después de la Resurrección de Cristo. La liturgia de la Iglesia nos invita a abrir nuestra mente y nuestro corazón al don del Espiritu Santo, que Jesús prometió en más de una ocasión a sus discípulos. Un elemento fundamental de Pentecostés es la sorpresa. El papa Francisco, de santa memoria, nos decía que «nuestro Dios es el Dios de las sorpresas». Nadie esperaba nada más de los discípulos. Después de la muerte de Jesús, huérfanos de su Maestro, formaban un grupo insignificante de derrotados. Sucede, en cambio, un hecho inesperado que suscita asombro: La gente está desconcertada porque los discípulos cuentan las grandes obras de Dios en todas las lenguas. La Iglesia que nace en Pentecostés es una comunidad que causa asombro porque, con la fuerza que recibe de Dios, anuncia un mensaje nuevo, la resurrección de Cristo; con un lenguaje nuevo, el lenguaje universal del amor. Los discípulos ostentan un poder que viene de arriba y hablan con valor y franqueza, con la libertad del Espiritu Santo. Así está llamada a ser la Iglesia de todos los tiempos: Una Iglesia capaz de sorprender anunciando a todos que Jesucristo ha vencido a la muerte, que los brazos siempre están abiertos, que su paciencia está siempre esperándonos para sanarnos y para perdonarnos. «Si la Iglesia está viva, nos decía tambien Francisco, siempre debe sorprender. Sorprender es lo que caracteriza a la Iglesia viva. Una Iglesia que no tiene capacidad para sorprender es una Iglesia débil, enferma, moribunda; hay que ingresarla en la unidad de cuidados intensivos cuanto antes». A la luz de estas hermosas palabras, la Iglesia de Pentecostés es una Iglesia que no se resigna a ser inocua, neutra. No quiere ser un elemento decorativo. Ha de ser una Iglesia que, como la dibujaba aquel obispo misionero, recientemente fallecido, Nicolás Castellanos, «no duda en salir al encuentro de la gente para anunciar el mensaje que le ha sido confiado, incluso si ese mensaje molesta, sacude las conciencias, acarrea problemas o, a veces, conduce al martirio, porque esa Iglesia ha de ser siempre una Iglesia enamorada, una Iglesia esposa y madre, una Iglesia samaritana». La Iglesia española celebra este domingo 8 de junio, solemnidad de Pentecostés, el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar bajo el lema «Testigos de esperanza en el mundo», enmarcado este año dentro del Jubileo 2025, convocado por el Papa Francisco. En su Mensaje, los obispos de la Comisión Episcopal para los Laicos, Familia y Vida, llaman a situar el anuncio de Jesucristo en el centro de la vida de la Iglesia. A su juicio, «la Iglesia, especialmente en este año jubilar, tiene que perder el miedo a salir a la intemperie y habitar en las periferias geográficas y existenciales». Todo ello con el objetivo de impulsar una «Iglesia en salida», que dé testimonio activo y esperanzado en medio del mundo. El testigo comunica su propia experiencia, comunica lo que vive. Ofrece su experiencia, no su sabiduría. Irradia y contagia vida, no doctrina. No enseña teología, hace «discípulos de Jesús». En su precioso libro, Experiencia espiritual, Karl Rahner nos ha recordado con vigor esa «experiencia» radicalmente diferente que se da siempre en nosotros, aunque pase muchas veces inadvertida. El mundo de hoy no necesita más palabras, teorías y discursos. Necesita más vida, esperanza, sentido y amor. Hacen falta testigos más que defensores de la fe. Creyentes que nos puedan enseñar a vivir de otra manera porque ellos mismos están aprendiendo a vivir de Jesús. Y todos podemos realizar estos diez «apostolados facilísimos», como por ejemplo: «El apostolado de la oración, el de las palabras cálidas, el de los gestos hermosos, el de la escucha atenta, el del regalo generoso, el de la limosna, el de la sonrisa, el del buen consejo, el del «acompañamiento» en los momentos difíciles, el del ejemplo sencillo». Me gustaría evocar aquellas palabras de Pablo VI en este día de Pentecostés: «El Espiritu Santo es poco conocido por nuestra cultura religiosa, poco anunciado por nuestra catequesis, poco honrado por nuestra piedad, poco estimado por nuestra espiritualidad». Por eso, susurremos con el poeta José Luis Hidalgo: «Déjame que, tendido en esta noche, / avance, como un río entre la niebla, / hasta llegar a Ti, Dios de los hombres». *Sacerdote y periodista

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