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» Diario Cordoba
Fecha: 07/06/2025 05:30
Sucede no sólo en las películas. Crías un hijo por quién darías incluso la vida, sin pensarlo. Amor, desvelos, generosidad, todo tu tiempo y tu mejor hacer le entregas, y el hijo vuelve contra ti su ira adolescente, su ira contra el mundo. Y cuando ya no tiene suficiente, cuando ya ha devastado el vínculo paterno/materno, arrasado su lóbulo frontal por el odio, se convierte en un autómata capaz de matar: un asesino. Lo contó Rosa Montero en La buena suerte y Gracia Querejeta se ha atrevido a llevarlo a la pantalla de cine. Lo ha hecho de modo magistral como todo lo que hace esta hija del cine que vivió con sus padres (Elías Querejeta, productor, y María del Carmen Marín, figurinista) un vínculo diametralmente opuesto al que aquí se relata: amor y firmeza, esa firmeza que tanto esfuerzo cuesta ejercer correctamente, y generosidad. Nunca su padre le hubiera producido ni un spot de no estar seguro de que Gracia (Madrid, agosto de 1962) tenía un gran talento para contar historias. Se lo ganó a pulso. Defina “suerte”. Lo primero que se me viene a la cabeza es: la suerte se busca; o como dice aquello de la inspiración, que te encuentre trabajando. Hay esencialmente dos maneras de mirar la vida, una más positiva y otra directamente negativa, y en esta película los dos personajes principales encarnan ambas: él se siente incapaz de asumir la realidad y busca un agujero donde esconder la cabeza, ella mantiene siempre la esperanza de salir adelante. ¿Habrá un dolor más terrible que el de un padre, una madre, viendo a su hijo convertido en un asesino? Para mí es el asunto de la película, y lo que me interesó de la novela de Rosa Montero, que trata una forma de violencia familiar de la que no se habla demasiado y a mí me parece la más horrible sin menospreciar la violencia de género, pero cuando la ejerce un hijo o hija contra los padres… eso tiene que ser lo más difícil de afrontar. Tengo un recuerdo, yendo con mi madre por el centro de San Sebastián pasamos delante de una sucursal de banco y en la puerta una madre le gritaba a su hijo, mientras le daba dinero así a puñados diciéndole: “Quédatelo todo, pero no me robes más; mátate si quieres, pero déjame vivir”. Supongo que era un tema de drogas, me impactó muchísimo. Me pareció terrorífico, y lo que se cuenta en la película es casi peor. "He pasado momentos de gran preocupación con mi hijo, pero por suerte nunca ha sido violento conmigo, como les sucede a tantas madres, ¡ojo!, que esto ocurre" Gracia Querejeta — Directora de cine Como madre, ¿logró usted ponerse en ese tan doloroso lugar? No conozco de cerca ningún caso, pero a través de la novela de Rosa Montero se me presentó de modo muy real: son cosas que sí ocurren y me lo imagino como algo muy terrible. Nunca he vivido ni de lejos nada similar, mi hijo ha crecido más conmigo que con su padre, que además ya murió, y hemos tenido temporadas mejores y peores, pero siempre he sido muy firme en la maternidad, algo que me enseñó mi madre. Y si tenía que tomar decisiones drásticas, lo hacía, como cambiarle de colegio por juntarse con lo peor. Tengo un corto que escribí con Antonio Mercero, Fracaso escolar, que habla exactamente de eso, de las dificultades de una madre que tiene que enderezar a un hijo díscolo y vago, pero de ahí a un hijo asesino hay tantísimas escaleras por medio que no se puede comparar. No, yo he pasado momentos de gran preocupación, pero por suerte nunca me he sentido al borde del abismo, como les sucede a tantos padres y madres, ¡ojo!, que esto ocurre, y yo no sé cómo son capaces de manejarlo porque, insisto, no es un marido ni un amigo, es un hijo y eso lo cambia todo. “Entiendo que prefieras un hijo muerto”, le dicen al padre en la película. Porque, ¿no es cierto que a un hijo se le protege hasta la muerte y en cualquier circunstancia? Creo que sí, es algo connatural, y ese es el drama. No conozco a ningún padre o madre que haya terminado definitivamente su relación con un hijo, puede haber un distanciamiento temporal pero vivir como si tu hijo estuviera muerto o hubiera desaparecido, no. La directora Gracia Querejeta en Madrid / ALBA VIGARAY El padre se culpa por su conducta “adolescente” y se dice: “Tengo que encontrar la manera de estar con él”. ¿Es inevitable sentirse culpable de lo que un hijo haga? El padre se da cuenta de que puede perder el hijo para siempre, porque se va a la cárcel por tiempo inmemorial, y siente que pase lo que pase no lo puede abandonar. Es lo que él descubre en la película: acostumbrado a meter la cabeza en un hoyo e incluso a desaparecer para que no puedan encontrarle, cuando las cosas se ponen tan feas se da cuenta de que no puede mantener su palabra y seguir ausente. ¿Y esto de la culpa le parece inevitable? Sí, me parece bastante razonable que aparezca el sentimiento de culpa, porque los hijos son los menores, nunca los adultos. Eres tú, adulto, quien tiene que llevar las riendas, y de ahí que se instale el sentimiento de culpa, aunque no necesariamente seas culpable. No siempre los padres son culpables, pero él se encuentra responsable y cree que algo así no hubiera sucedido de haber vivido la madre: siente que no pudo con el hijo. Una situación terrorífica. Gracia, curiosamente su vínculo con sus padres fue diametralmente opuesta a todo esto. Recuerdo sus inicios contados con pasión por Elías Querejeta, ¿cómo de nutritiva fue su relación? Completamente nutritiva, soy hija de mi padre y de mi madre en todos los sentidos, pero desde el punto de vista profesional sigo echando de menos a mi padre como productor, y a todos aquellos productores independientes que podían hacer las películas que querían. La figura del productor se ha convertido en un mero servicio para una compañía, lo que es terrible. Yo aprendí a trabajar con un productor a mi lado con el que podías discutir y hablar de la película, y jamás hablábamos de dinero, y ahora sólo se habla de dinero, es horrible. Porque el dinero va y viene, pero las películas quedan para siempre, todas, y eso merece todo tu esfuerzo. Me gustaría que los productores hablaran más de cine y menos de financiación, pero también comprendo que la situación ha cambiado tanto que igual no les queda más remedio. "Es el adulto quien tiene que llevar las riendas, de ahí que se instale el sentimiento de culpa cuando un hijo cae en la delincuencia" Gracia Querejeta — Directora de cine Aprendió como ayudante de dirección de Carlos Saura, ¿fue una privilegiada? No, era meritoria, tenía 17 años. Uf, yo nunca fui ayudante de Saura, aunque ya sé que se cuenta en mi biografía. Y si ya había sido meritoria, ¿por qué decidió dejarlo y estudiar Historia Antigua? Para empezar, mi padre me exigió que antes de hacer cine, al menos con él, tenía que estudiar una carrera universitaria y que no fuera la de Ciencias de la Información, que era lo que había. ¡Qué listo su padre! Sí, porque consideraba que allí no se aprendía nada de nada. Haz una ingeniería, lo que quieras, me decía, pero has de estudiar una carrera universitaria. Los dos eran muy estrictos con respecto a la formación: primero fórmate, y el cine llegará si tiene que llegar. ¿Usted en cierta forma renegaba o desconfiaba de su destino natural, su dedicación al cine? No, no. Pero durante los cinco años de carrera me desprendí totalmente del cine. Y después, habiendo terminado, tardé mucho en dedicarme a ello porque necesitaba saber si quería hacer cine porque me venía de casa o porque era lo que realmente deseaba. Entonces durante años trabajé en montaje e hice documentales, hasta que decidí que sí quería dedicarme a ello. "Mi padre (Elías Querejeta) fue la primera persona que creyó firmemente que yo podía contar historias" Gracia Querejeta — Directora de cine ¿Se sintió en cierta forma una privilegiada? Sí, lo fui, porque tenía un padre productor. Pero fíjate, si él no hubiera visto algo en mí, me hubiera querido aún más, siempre lo decía: “Si fueras mucho más tonta, te querría mucho más”. Pero fue la primera persona que creyó firmemente que yo podía contar historias. Por eso produjo mis películas. Elías era durísimo y no le interesaba nada aquello en lo que no creía. Incluso se nos quedó algún guión en el armario, porque no veía que aquello fuera a ser una buena película. Pero sí, es evidente que ser hija de Elías Querejeta no era lo mismo que ser hija de un señor de otra profesión. Aunque también pagué mi cuota, ¡ojo!, y la pagué cara. ¿Se refiere a historias como aquella de la querella con Javier Marías por El último viaje de Robert Rylands, basada en su novela Todas las almas, que él nunca reconoció? Lo que pasó con Marías no tuvo nada que ver ni con Elías ni conmigo y ni siquiera con Marías, nunca lo hemos contado, y ha pasado tanto tiempo que hasta lo he olvidado. Que en paz descanse, nunca le he guardado ningún rencor. Dedica la película “a mi madre, que siempre está”, ¿también de ella aprendió mucho? Mi madre murió este año, el día que me iba a México a rodar la serie Accidente, el 18 de enero. Imagínate el shock. Volví para terminar la postproducción de esta película y se la dediqué, ¡qué menos! Vaya, lo siento, Gracia. Dígame, ¿qué pasa con las puertas en la película, que tanto suenan y nadie responde? ¿Qué simboliza esto? Uy, ahí me has cogido. En la primera escena sí, soy consciente, es el hijo quien llama y él no abre, lo que refleja que hay un conflicto serio. Pero el resto de puertas sí se abren, o esa es la sensación que tengo. ¿Y los fundidos a blanco? Es algo que ya utilicé en mis primeras películas, me lo pide la propia historia, incluso Cuando vuelvas a mi lado tiene fundidos a rojo. No sé, son sensaciones o incluso caprichos que como no son caros te los puedes permitir. Pero no responden a una metáfora, sino que tienen que ver con la luz o el ritmo de la película. Mmm, yo lo vinculé con la esperanza, y con la suerte, ¡que le deseo para el estreno! No lo sé, pero en principio no es un recurso metafórico, no. Y gracias.
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