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» El Ciudadano
Fecha: 23/05/2025 19:51
Gustavo Grazioli / Especial para El Ciudadano “El arte es juego, así como también, de algún modo, el juego es arte”, supo decir Pier Paolo Pasolini, el escritor, pintor y director de cine, para desmenuzar la esencia del fútbol con gran lucidez, allá por los lejanos años 70. Al ver en retrospectiva el destino que cursa este deporte popular, lo que se aprecia es que queda poco de eso que describió el –por qué no– filosofo italiano y ex futbolista. “Me he quedado en el idealismo del instituto, cuando jugar con el balón era la cosa más bella del mundo”, apuntó PPP. Y quizás los espectadores, algunos, también permanezcan sumergidos en ese concepto de pureza a modo de trinchera y disputa, de algo que hoy (más que nunca) parece cooptado por la fuerza del marketing, la propaganda y el goce individual. Lo que en cancha despertó emociones desde lo lúdico, las piruetas y resoluciones picarescas, va camino a convertirse en algo sin identidad, cercano a la anomia. Entre el arribo de influencers, emprendedores todoterreno y el universo de las apuestas deportivas, se ha generado un desarraigo del elemento primordial que solía ser la venus de los encuentros con amigos, las charlas y la literatura: la belleza del juego. “Las grandes jugadas no tienen otra motivación que el gusto de hacerlas. Cuando los virtuosos bajan una pelota caída del cielo, no tienen tiempo de pensar en la situación de su equipo en la tabla de posiciones ni en el profesionalismo que les compromete con sus colores; actúan por un impulso que depende en partes iguales de la maestría de los movimientos y la conciencia de ser visto”, dijo Juan Villoro. Poco o casi nada está quedando de eso que postuló con maestría el escritor mexicano, autor de grandes libros futboleros como Dios es redondo o Balón dividido, entre otros. La pulseada por detener el negocio de las apuestas parece ser una lucha que no forma parte de la arena política y su músculo continúa fortaleciéndose en una economía vulnerable en la que se ofertan, entre tantas cosas más, cantidad de córners, goles en contra, tarjetas amarillas y rojas. Con los sueños lacerados, se inmiscuyen en este nuevo paradigma, impensado, en un juego de competición, donde el objetivo venía por el sendero de jugar para ganar y ahora se modificó a jugar para perder. En la jerga: ir para atrás. Lo último que resonó ha sido la sanción de cuatro jugadores brasileros que son parte de El Porvenir, equipo que integra la Primera C, por sospechas de manipular resultados de partidos en favor de recibir una suma de dinero de este negocio. “Vayan al frente, Cangrejo$$”, fue la bandera que expusieron los hinchas en las tribunas, después de ver como los jugadores del conjunto de Gerli, inventaban penales, no marcaban o fabricaban lesiones para retirarse antes de la cancha. La AFA sacó un comunicado al respecto, advirtiendo la situación en el resto de las categorías para que pongan mayor atención frente a este karma que azota la sustancia principal del deporte: la sana competencia. “Como siempre lo hizo, hace y hará, la Asociación del Fútbol Argentino, vela por el cumplimiento del juego limpio tanto, dentro como fuera de la cancha, ejerciendo todas las medidas necesarias para erradicar cualquier tipo de conducta que ponga en peligro la esencia principal de nuestro deporte”, dicen en el apartado final. Lo cierto es que esto es solo un antecedente de un diagnóstico agravado con riesgo de seguir expandiéndose por el ascenso argentino y ligas regionales. Esto expone los sueldos magros en las categorías que no son la elite del torneo local, falta de presupuesto para mejoras en los clubes y la desidia de políticas que prefieren mirar hacia al costado y darle arribo a las casas de apuestas que terminan en publicidad de camisetas de River y Boca, o en invitaciones a apostar de jugadores consagrados, proclives a despertar tempranas ludopatías adolescentes. De influencers e ilusionistas Dicen que no existe la publicidad mala ni la publicidad buena, existe la publicidad. Algunos clubes tomaron eso como consigna con el objetivo de revolucionar su mercado de pases a partir de contrataciones de influencers, streamers y un largo etcétera, para cosechar el éxito de una popularidad nutrida a base de seguidores en redes sociales. Hoy reunir esos requisitos parece ser (la) formula ganadora para generar mayor alcance en públicos jóvenes y traccionar a las marcas a que quieran acercarse para publicidad. La maniobra empezó el año pasado con Iván Buhajeruk, más conocido como “Spreen”, un famoso streamer con millones de seguidores que ingresó a jugar menos de un minuto en la primera de Riestra ante Vélez. Las noticias vibraron y lo que se destacó es que este joven de 24 años que jamás había jugado al fútbol, lo iba a hacer y como profesional. Sin tocar una pelota, lo que se destacó fueron las “métricas”, las “views” – visualizaciones – y el “tráfico” en las redes sociales suyas y del club. “Cagarse en el fútbol puede llegar a ser un éxito sin precedentes porque hay, al menos, unos 250 millones de idiotas interesados en acompañar el acontecimiento; esto es, contribuyendo al suceso”, escribió Jorge Valdano en su habitual columna del diario español El País, días después del acontecimiento. En sintonía con lo que hizo Riestra, a principios de este año, los que dieron el batacazo grandilocuente en las contrataciones fue Temperley con la llegada de Ezequiel Ivan Cwirkaluk, el cantante de cumbia al que todos conocen como “El Polaco”. “Los sueños están para cumplirse”, dijo el artista al ser presentado como “refuerzo” del Gasolero a los 37 años. Ante el escándalo de Spreen, se aclaró enseguida que no iba a jugar, aunque el anuncio en sus redes haya sido que se alejaba de la música para dedicarse a su “verdadera pasión”. La estrategia de marketing funcionó: los medios se hicieron eco y se preguntaron si se animaría a “ponerse los botines”. Y a esto le siguió la llegada de Santiago Maratea a Colegiales, quien –según cuenta Mauro Scatularo, manager del equipo de Munro, a canal 9 de Chaco– se acercó como representante de dos jugadores que estaba llevando para que se probaran y se animó a deslizar un proyecto para el club con el que llegarían “marcas, sponsors, publicidades y todo lo que conlleva el fenómeno Maratea”. Fue escuchado y con 32 años terminó entrenando con la reserva del primer equipo y hasta tuvo algunos minutos de juego. “Hay que admitir que es una movida de marketing, pero que no es una movida de marketing a cualquier precio. Esto es distinto a lo de Spreen o a lo del Polaco. Que venga Maratea para nosotros es que venga cualquier chico que se suma a entrenar con la reserva”, contó Tomás Costa, presidente de la institución tricolor, en el canal de YouTube, Estratósfera. Pero lo cierto es que cualquiera no llega hasta la reserva de un equipo, el camino es largo y antes hay que hacer méritos dentro de la cancha, pero se ve que acá el kilometraje fue más corto. Y ahora, Maratea va por más: vuelve a su mecanismo de colecta, pero esta vez para que se hagan socios de él. “Quiero ser el primer jugador de fútbol del mundo que tenga socios. No de un club, sino de una persona. Con mi nombre, mi historia, mis sueños, con escudo, bandera, camiseta y, sobre todo, con ustedes”, fue lo que dijo en un vídeo que subió a sus redes y escaló rápido. La propuesta es que quienes se asocien aporten entre 2 mil y 4 mil pesos y lo ayuden a “seguir creyendo” que puede “llegar a primera”, pero sin dejar de llevar tranquilidad indicando que la plata va a ser destinada al club para mejorar el espacio de entrenamiento. Ya tiene más de mil socios y menos de 20 minutos dentro de una cancha. “La ignorancia es más rápida que la inteligencia. La inteligencia se detiene a cada rato a examinar; la ignorancia pasa sobre los accidentes del terreno que son las nociones a gran velocidad, jamás hay nada que llame la atención. Así llega rápidamente a cualquier parte…especialmente a las conclusiones”, reflexionó alguna vez Alejandro Dolina. El show debe continuar… y el marketing también.
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