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» Elterritorio
Fecha: 21/05/2025 10:31
Enfocado en una nueva etapa, Esteban Snihur se halla pleno para escribir e investigar. Una mirada profunda sobre la docencia, sus desafíos y la vida: “Ser austero pero no miserable” miércoles 21 de mayo de 2025 | 7:00hs. Esas paradojas que se dan en la vida hacen que este presente lo encuentre a Esteban Snihur en su día a día en el barrio Ruinas en Apóstoles. Justo él, un estudioso de las reducciones jesuíticas de la provincia. Liberado de la docencia, a la que definió como “un estilo de vida”, cuenta con toda la energía para investigar, escribir y contribuir con la historia provincial. Hay cientos de capítulos que vivió en primera persona, los compartió y los tiene presente como si fuera ayer. Como en el 97, cuando escribió su libro por los 100 años de la colonización en Apóstoles, pero como estaba todo el día en la escuela no le quedaba otra opción que levantarse a las 4 de la mañana. “Me levantaba a escribir, yo tenía un archivo fenomenal, entonces así escribí el libro, con una disciplina militar casi. Y se me generó un hábito que a las 4 de la mañana ya estoy despierto”, recordó. En ese frenesí se hamaca Snihur. De salir en documentales para la televisión extranjera por el libro El Universo Misionero y Guaraní, hasta recibir un llamado de la base Marambio por su escrito de los ucranianos. Y en el mientras tanto, soñar si alguna vez podrá animarse a algún trabajo de carpintería, el modo de vida de su papá León. “Me defino como un historiador independiente”, subrayó quien reflexiona que “los vínculos humanos es lo único que queda”. ¿En qué etapa de su vida está hoy? Estoy dedicándome a full a lo que siempre deseaba hacer. Esto, escribir y hacer investigación histórica... La docencia fue una pasión, pero me generaba fricción con lo otro. O sea, la docencia era mi medio de vida, fue un estilo de vida, es un estilo de vida. Y hoy en día es una etapa que quedó atrás, no definitivamente. Porque lo que estoy haciendo es publicar mis memorias. Entré a trabajar con el congreso pedagógico nacional con (Raúl) Alfonsín, pasé todas las transformaciones educativas, en el ámbito de la gestión como directivo tuve la responsabilidad directa. Soy testigo de los aciertos y fracasos del sistema educativo y en ese sentido siempre actué con compromiso, como creo que casi el 100 por ciento de los docentes lo hacen. Y eso al final de la etapa me hace pensar que hay muchas experiencias guardadas y que no está mal dejarlas por escrito. ¿Cómo uno se reinventa y saca motivación? Soy una persona súper activa y dinámica. Siempre tuve claro que no iba a jubilarme y sacar el termo y mate y sentarme en el frente. Siempre mantuve mi ritmo de vida bastante acelerado, aparte nunca tuve problemas de salud, de manera que retirarme de la docencia lo veo del lado positivo con el hecho de ganar más espacio para mis otras actividades. Siempre participé en simposios, congresos, viajé, presenté trabajos...siempre colaborando con Cultura de la Municipalidad de Apóstoles. No siento el impacto de la jubilación. Pero tengo la experiencia de mis padres, recuerdo los médicos de mis padres decían “controlale a tus padres, no los dejes sentados porque se te van a quedar”. Yo evito eso. Porque el ritmo docente es tan agitado que cuando se corta de golpe quedan en situación de desamparo. La actividad es en contacto con humanos, todo el día, y de un momento a otro que desaparezca... Noto que mi círculo se redujo. Mantengo el ambiente de la investigación, que es lo que me salva. ¿Qué otros desafíos tiene a corto plazo? El tema de las memorias lo encargo como el primer trabajo que nunca lo encaré, que es el ámbito educativo. Mi idea es hacer memorias sobre un análisis crítico de cómo funciona el sistema, para que sean un aporte para algo que hace falta: vamos a Misiones, una crítica al sistema educativo, pero en el cual participe el docente. ¿Qué observación hace? Una es desde la base, que hay un gran capital en experiencia en el ámbito docente, el de base, de aula y el estamentos directivo. Esa base que tiene contacto crudo con la realidad no es contemplada por el sistema, desde la década del 80 las cosas bajan directamente. Por más que se diga, es consultivo... No, voy a un caso puntual. El Spepm, que es muy importante y maneja la educación privada, no tiene contacto con el docente; se conecta con el representante legal y éste con el directivo, y este último con los docentes. Pero ocurre que el representante legal en gran parte de los casos ni siquiera es docente. A veces tiene compromiso con la institución pero a veces no tiene idea de la educación. Y esas personas toman decisiones en aspectos pedagógicos. Por ejemplo, en Río Grande do Sul el directivo no se retira, sino que forma parte de un consejo consultivo, es ad honorem. No es vinculante pero es aprovechar a la persona y su experiencia. En el ámbito educativo veo eso y es una falencia. Y hoy, ¿cree que un docente tendría que estar tanto tiempo en el aula? Cuando empecé en la docencia el docente en Misiones se jubilada a los 25 años de antigüedad, sin límite de edad. Había un plantel con docentes jóvenes y un mínimo de 24 horas de cátedra. Después, de esa cantidad se fueron a 42 horas, que hoy para un docente es sobrevivir en la línea de pobreza y estar a tiempo completo. Y de 25 años a 35 años de servicio, con la opción de irte antes, pero nadie se va. Algunos pasan los 35 años para no perder el sueldo. Bueno, ¿qué pasa? Un docente con 30 años de antigüedad y una edad que pasa los 50 años está cerebralmente quemado. No hay sistema que aguante así y atrás viene el joven, con un impulso notable. Pero, ¿qué pasa? Las escuelas tienen estructuras de poder, hay un grupo que establecen los lineamientos. Y el nuevo que llega se acovacha. Y ni digo si es un directivo que está planchado en la dirección. Por eso decía, hay que trabajar esa base docente. A la gente “vieja” hay que sacarla pero no descartarla porque tiene aspectos positivos. Y aplicar la modificación del sistema, pero de base. Snihur y La Herencia Misionera, publicado por El Territorio. Fotos: Joaquín Galiano En pandemia me dejó claro. El Spepm mandaba las directivas, cosas que se decidían sin tener en claro el contexto de la escuela. Conclusión, al final, los que sostuvimos el sistema fuimos los docentes, muchas veces violando las normas que venían de allá. Porque la prioridad era mantener al alumno. ¿A qué voy? Muchas veces el funcionario no tiene conciencia de las realidades en las escuelas, yo viví en la Escuela de Comercio escenas espantosas cuando nos tocaba visitar los domicilios de los alumnos. Pero el sistema educativo está en crisis, en crisis terminal. Y parejo, no es que los privados están a años luz de la publica, es parejo. ¿Qué se puede contar de la Ruta Belgraniana? Es un proyecto que se está trabajando con actores individuales, actores institucionales, como la Unam, el Instituto Gentilini, la Junta de Estudios Históricos, el Museo Cambas. Y en ese momento se está trabajando para el desarrollo turístico. Desde el punto de vista histórico, la Ruta está definida. Ahora se está en plena tarea de cómo articular con otros proyectos turísticos de la región. En el caso de la Ruta Belgraniana hay un tramo que va Candelaria a San José, muy abarcativo (incluye Parada Leis, Cerro Corá, Caá Guazú) que coincide con un proyecto que está vigente, que es el camino de los cerros. Por otra parte hubo dos reuniones con Nación para un proyecto más amplio que permita el recupero completo de la Ruta Belgraniana y generar como la Ruta Sanmartiniana en Cuyo. También se trabaja con Profundidad y Fachinal, que están involucrados con la Ruta Belgraniana porque tienen sitios históricos por donde pasó la tropa al retirarse y volver; ven el turismo como una posibilidad de promoción sociocomunitaria y económica y se han prendido. Sumado que está el conjunto jesuítico de Candelaria en un extremo, el de San José en otro extremo. ¿Cuál es hoy la reducción que habría que trabajarla más? Hay grandes desafíos. Una es Candelaria, que hasta el día de hoy está en terreno de la Penitenciaría y no se logró que Nación traspase eso a la Provincia o separe de la Penitenciaría. Eso permitiría que se pueda ingresar libremente y restaurar e intervenir en la reducción jesuítica. Es una gran valla, no se puede pasar. Incluso, si quiero entrar tengo que pasar por la garita de la Penitenciaría. Aparte no se puede, al no haber seguridad, guías, entrar es riesgo por tema de los muros y la Penitenciaría no quiere compromisos. El conjunto jesuítico de San José, que se elaboraron proyectos pero está todo en área privada. Está conservado en buena parte de sus muros, hay tiras de viviendas pero es un proyecto que está en el aire… se está trabajando. Otro conjunto es San Javier, que está en lotes privados. Incluso se ha loteado, pero hay un acuerdo entre Provincia, municipio y el propietario de frenar hasta tanto se resuelva la situación. El otro es Mártires, que es muy importante porque se logró expropiar y se están haciendo proyectos. Los cuatro conjuntos que son patrimonio de la humanidad son los que más tienen porque hay un compromiso. Pero el caso de Candelaria es monumento histórico nacional, el caso de San José también es patrimonio de la provincia. Pero eso se loteó y hay que negociar con los privados. Si tuviera que nacer de nuevo, ¿elegiría el mismo camino? Sí, totalmente. Sí, sí, sí. ¿Es un enamorado de la tierra colorada? Sí, sí. Ahí en el libro de los ucranianos, cuando se hacía ese libro… (se emociona). Te cuento la historia, estaba el cementerio de los primeros colonos, que ya no existe porque hay un barrio. Y ahí estaba enterrado el bisabuelo, León Snihur, que mi papá se acordaba que lo llevaron en carro después de una lluvia. Pero ese cementerio después se abandonó y quedó en el olvido. Algunos sacaron los cuerpos, pero el del abuelo quedó ahí. Y cuando iban a construir el barrio, la Municipalidad avisó que había un plazo antes que pasen las máquinas. Le dije a papá ‘vamos a ver la tumba del bisabuelo’. Fuimos, no estaba la placa, pero papá se acordaba por la ubicación y papá (se le vuelven los ojos vidriosos), miró, le dije ‘pagamos a alguien que saque’. Y él mira y dice: ‘No, dejá… que sea parte de la tierra colorada’. Eso me dio impulso a escribir el libro. Cada vez que voy al barrio digo ‘la tierra esta es de mi bisabuelo’. Yo me siento tan identificado con esta tierra, porque mis ancestros son parte. Mi papá también me dijo ‘enterrame en tierra, no me pongas en nicho’. ¿Qué lo hace feliz? Mi tarea, mi familia, tengo dos hijas… tengo pareja, compañera de vida que me hace feliz también. Soy divorciado, pero me llevo bien con mi exmujer, criamos a dos hijas. O sea, la salud sobre todo. Por supuesto, golpes uno tiene: los mayores fueron la muerte de mi familia, mi padre, mi madre y mi hermana. La muerte de la madre pega más. Y la muerte de mi hermana fue fatal, eso superó todo. Cáncer fulminante. ¿Y cómo uno canaliza el dolor? Con resignación, mirando al futuro. Vengo de un ámbito cultural, mis padres vienen de la chacra, de un ámbito bastante sufrido. El tema de la muerte se encaraba hasta de manera fría, entonces heredé eso. Lo veo de esa manera, como parte de etapas. Lo que sí, lo de mi hermana me pegó feísimo. Pero tengo el estilo de dar vuelta de página, siempre viendo las cuestiones positivas y a toda situación hay que buscarle un lado humorístico. ¿Qué legado le gustaría dejar? Me da satisfacción a esta altura de mi vida, cruzarme y que me digan ‘hola, profe’. El recuerdo de los exalumnos, es una satisfacción enorme, que a uno lo recuerden. Y después todas las amistades que uno construye, con cosas muy importantes. Y por otro lado, mi estilo de vida: trabajé en la Escuela de Comercio en contexto de alumnado de mucha pobreza, fue maravilloso trabajar con ellos, porque yo venía de una situación así. Entonces, tengo un estilo (y como contraste), trabajaba en un colegio católico y se daban situaciones de la ropa y el calzado. Tenía un lema y lo sostengo hasta ahora: predicar y practicar la pobreza evangélica. ¿Qué es? Ser austero, pero no miserable. Tener un estilo elemental y básico. Eso me hace sentir tan bien, porque sé que puedo vivir con lo indispensable. A mí me dan el libro, la computadora, la biblioteca y soy feliz. Y mi familia. Perfil Esteban Ángel Snihur (62) Historiador Nació en Apóstoles. Tiene dos hijas. Profesor y licenciado en Historia (Unam). Desde 1992 integra el Equipo Técnico del Programa Misiones Jesuíticas (hoy Fondo Misiones Jesuíticas). Es miembro de la Junta de Estudios Históricos. Libros: De Ucrania a Misiones/coautor de La Herencia Misionera (publicado por El Territorio)/ autor de El Universo Misionero y Guaraní/Coautor de Misiones, Territorio de Fronteras/coautor de El Porvenir de Misiones.
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