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Crespo » Estacion Plus
Fecha: 20/05/2025 21:43
Nacido el 20 de mayo de 1921 en la ciudad de Crespo, Ángel Pedro Malvicino fue mucho más que un nombre destacado en los registros deportivos o empresariales del litoral. Este 20 de mayo cumpliría 104 años. Su vida, tejida entre la tenacidad del inmigrante, la disciplina del deportista y la visión del dirigente, es recordada hoy como un verdadero ejemplo de superación y compromiso. Falleció en Santa Fe, ciudad que adoptó como su hogar, el 2 de junio de 2008, a los 87 años. En su libro “Historia del deporte de la ciudad de Crespo”, el escritor e historiador Orlando Britos, explica que don Ángel es “Hijo de José Francisco Malvicino y de María Teresa Bione, ambos descendientes de inmigrantes italianos —con raíces en las familias Malvicino, Bocasso, Bione y Saluzzio”—, Ángel creció en un hogar atravesado por los valores del esfuerzo y el trabajo. Su infancia y parte de su adolescencia transcurrieron en Crespo, un entorno que moldeó su carácter y donde comenzó a gestarse la personalidad inquieta y perseverante que lo acompañaría toda la vida. Desde joven, Malvicino demostró una inclinación natural hacia el deporte. Su mayor hito llegó en 1948, cuando integró el equipo argentino de remo que participó en los Juegos Olímpicos de Londres, y consiguió la medalla de bronce. Este logro no solo marcó un punto importante en su carrera deportiva, sino que también colocó su nombre en el escenario internacional como representante de un país que, en la posguerra, volvía a ilusionarse con el deporte como símbolo de reconstrucción. Pero su ambición no se limitó a las aguas. Instalado en la ciudad de Santa Fe, desarrolló una fructífera carrera como empresario, convirtiéndose en uno de los más destacados de la provincia. Su empuje, visión comercial y compromiso con el desarrollo local lo posicionaron como una figura respetada tanto en el ámbito económico como en la vida social santafesina. Sin embargo, es en el Club Atlético Unión de Santa Fe donde su huella es imborrable. Fue presidente de la institución en tres oportunidades, y su gestión es considerada, hasta el día de hoy, la más destacada en la historia del club. Su capacidad para administrar, proyectar y soñar en grande, dotaron a Unión de una identidad institucional moderna y pujante. Recuerda Orlando Britos que el reconocimiento de la dirigencia, socios e hinchas no se hizo esperar: “poco antes de su fallecimiento, el club había decidido nombrarlo Presidente Honorario. Malvicino, siempre preparado, ya tenía redactado su discurso para ese momento tan especial. Pero el destino no le permitió pronunciar esas palabras que, seguramente, hubieran resumido una vida de pasión por los colores rojiblancos”. En sus años de madurez, lejos de alejarse del deporte, encontró en el golf una nueva pasión. Como en cada disciplina que abrazó, también en esta se destacó, llegando a representar a la Argentina en el Campeonato Mundial de Golf de Veteranos en los Estados Unidos. Ángel Pedro Malvicino fue un hombre que vivió intensamente, con coherencia, entrega y una extraordinaria capacidad de liderazgo. Hoy, a más de una década de su partida, su legado permanece vigente en los pasillos del club Unión, en la memoria del deporte argentino y en la historia de Crespo, su pueblo natal. Don Ángel no solo fue un empresario exitoso o un deportista olímpico. Fue, ante todo, un hombre íntegro que supo dejar una marca profunda en cada ámbito que eligió habitar. Su historia, recogida y valorada por el historiador crespense Orlando Britos, es también la historia de una generación que hizo grande a la Argentina desde el esfuerzo cotidiano, el compromiso social y el amor por la comunidad. Se fue el hombre pero jamás su nombre Cuando falleció Malvicino, el periodista Enrique Cruz (h), escribió una emotiva crónica en el diario El Litoral de Santa Fe bajo el título: “Murió Malvicino, se fue el hombre pero jamás su nombre” Tenía 87 años cumplidos el último 20 de mayo. La dirigencia de Unión ya había tomado la decisión de nombrarlo presidente honorario de la institución y esperaba el momento de estar bien para estar presente en el agasajo formal. Dicen que hasta tenía preparado el discurso para el momento en el que recibiera tan importante y exclusiva distinción. Pero su cuerpo cansado dijo basta. Y se llevó a su última morada la satisfacción de haber sido distinguido en vida. Angel Malvicino fue un luchador. Nació el 20 de mayo de 1921 en Crespo, Entre Ríos. José, su padre, fue un ferrorivario desde los 12 años, mecánico de máquinas, maquinista y jefe en la Estación Urquiza. Fue fundador del Círculo Católico de Obreros y de la poderosa Unión Ferroviaria de Paraná. De allí habrá sacado esa vocación emprendora y luchadora, porque contaba siempre don Angel que cuando formó una de sus exitosas empresas, lo hizo sentado en una lata de aceite... Sus hermanos, Víctor y Oscar, siempre coincidieron en señalar que Angel fue un superdotado, un joven tocado por la varita mágica del destino para la práctica de la actividad deportiva. Fue atleta, nadador, boxeador y remero. Precisamente, participó en los Juegos Olímpicos de Londres en 1948 y consiguió la medalla de bronce. Eran tiempos en que Angel vivía en Buenos Aires, almorzando en una casilla junto a marineros y a la noche tomando mate cocido en una piecita alquilada, donde debía colgar su ropa de entrenamiento que lavaba todos los días. En Inglaterra, corrió en la famosa cancha de Henley, en doble, con 47 participantes, ubicándose quinto y logrando la medalla de bronce (entonces, del tercero al quinto conseguían esa presea). Malvicino conoció en Paraná al gran amor de su vida, a la “Chola” Peralta, una mujer excepcional que lo acompañó hasta el último suspiro de vida, que estuvo siempre a su lado, respetando sus chinches, sus enojos, sus broncas y sus silencios. La había conocido en Paraná, donde estudiaba, pero ella era de Cañada de Gómez. Angel era un laburador normal, seguramente con problemas para llegar a fin de mes, hasta que tomó la representación de una fábrica de galletitas. Así empezó, vendiendo masitas en la calle. Se hizo millonario. Con Chola tuvo tres hijas mujeres: Mónica, “Maga” y “Pato”. Le dieron nietos y siempre quiso tenerlas allí, viviendo con él, en su amplia casa de El Paso. “Hice esta casa para que toda mi familia esté aquí, conmigo”, le comentó una vez a quien esto escribe. Las chicas, como no podía ser de otra manera, construyeron sus propias vidas aunque lo tuvieron siempre como una gran referencia. Malvicino tuvo muchísimas distinciones, entre ellas la de ciudadano ilustre. Pero sin dudas que hubo una que lo engalanó: la de ser presidente del Club Atlético Unión, la gran pasión de su vida. Sus comienzos fueron por la década del ‘50, en tiempos de don Pancho Anello y del doctor Mario Iparraguirre. Manejaba el fútbol. Y fue el hombre que, durante la conducción de Marcelo Casabianca, condujo a la institución a Primera División. Se arrogó toda la vida el honor de haberlo traído al Pulpa Etchamendi y también a Luis Sauco. “Con un Sauco en el equipo, salimos campeones”, dijo varias veces. Angel fue un hombre tan generoso como impetuoso. Supo de peleas fuertes en el club y tuvo rivales. Uno de ellos fue otro prócer de la institución, como Super Manuel Corral, primero amigo y luego adversario político. Se enojó mucho cuando le hicieron la carpa, en los inicios de la década del 80, cuando él era presidente del club por primera vez, repatriaba a Leopoldo Luque y traía al controvertido Cavagnaro de entrenador. Su berrinche fue el de construir obras en el club. Siempre. Y la donación del imponente estadio cubierto que lleva su nombre fue la cumbre de sus sueños cumplidos. Trajo la televisión por cable a Santa Fe, pero siguió colaborando con Unión desde afuera, hasta que el club lo reclamó en 1995 para formar parte de la comisión de notables que se hizo cargo de un club que no tenía luz, agua, ni jugadores. Al año, daba la vuelta olímpica. En esos tiempos se le ocurrió aquella frase polémica para muchos: “Para ser presidente de Unión hay que tener chequera”. Y él usó su chequera. La usó para pagar las cuantiosas deudas del club (había más de 140 juicios en el ‘95), y también para construir el estadio cubierto que se inauguró el 20 de mayo de 1998, el día que Angel cumplía 77 años de vida. Se peleó con muchos don Angel, pero derramó lágrimas cuando la gente gritaba: “Que de la mano, de Malvicino, todos la vuelta vamos a dar...”, en el 96. Era un tipo sensible, por más que encerraba un aspecto de hombre huraño, parco, difícil de tratar... Pero era extremadamente generoso. La historia de Unión le tendrá guardado el lugar que se merece a don Angel. Dicen que los hombres pasan y las instituciones quedan, pero la decisión de nombrarlo presidente honorario hará que este hombre al que Unión le debe mucho esfuerzo, sacrificio, horas de lucha y también dinero, quede adherido para siempre en su historia. Se fue Angel Malvicino de esta vida, pero quedó su obra, su derrotero, su historia. Cosechó amigos y también enemigos. Tuvo una mujer ejemplar que lo bancó hasta su último suspiro de vida. Quiso a Unión como pocos, quizás como nadie, posiblemente más que a su propia vida. Se fue Angel Malvicino de esta tierra, quedará inmortal el recuerdo, grabado con fuego su esfuerzo y, posiblemente, Unión encontrará ahora, en sus dirigentes, en sus jugadores, en el técnico y también en la hinchada, un motivo más para pelear el ascenso a Primera División para regalárselo. Se fue Angel Malvicino, allá en el cielo seguirá gritando los goles de Unión, enojándose, sufriendo, y volverá a llorar como aquella noche del 13 de julio de 1996, en Córdoba, cuando el Laucha Garate, en medio del festejo del ascenso del equipo de los pibes, lo llamó a la mitad de la ronda de jugadores que festejaba, y le cantó la última curda...
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