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  • Milei, peligro en tiempo presente

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    Fecha: 19/05/2025 20:28

    Javier Milei acaba de demandar a los periodistas Carlos Pagni, Ari Lijalad y Viviana Canosa porque sostiene que lo trataron de dictador, autoritario y, en los primeros dos casos, hasta mostraron puntos de contacto entre su gobierno y el régimen de Adolf Hitler. Ya había hecho lo mismo con otros periodistas y con Lilita Carrió. No hay juez que vaya a condenar a un periodista por hacer comparaciones históricas, por más erradas que fueran. Por eso el objetivo presidencial no es ese, sino generar autocensura entre sus críticos. Que es lo que viene haciendo consistentemente desde que llegó al poder. Analizar las experiencias históricas es un recurso básico de cualquier ciencia. No con la creencia de que lo sucedido se vaya repetir (la historia no se repite, aunque a veces reaparece con reminiscencias caricaturescas), sino con la premisa de que si no se conoce el pasado, no se puede entender el presente ni proyectar el futuro. El ejercicio ayudaría, por ejemplo, a no cometer los mismos errores o, en todo caso, a advertir que se vuelve a errar. Puede que los jefes de Estado se molesten con los resultados de esas comparaciones, pero solo los dictadores intentarían prohibirlas, condenar a los analistas o infundir miedo entre los críticos. Que es lo que hicieron tantas veces en la Argentina y en el mundo. Milei demandó a periodistas que lo relacionaron con Hitler. Analizar distintas experiencias históricas... Es lo que dice y hace. El pasado está ahí para gritarnos lo que pasó y ayudarnos a comprender la evolución entre el ayer y el hoy. Y, en el caso argentino, para entender todo lo que se hizo bien y lo que en realidad salió muy mal. Un posible método de análisis es ir del presente al pasado. Identificando los hechos, los procederes y a los protagonistas de la actualidad para, a partir de ellos, hallar puntos de contacto con otros hechos, procederes y protagonistas de la historia. Que es lo que se puede hacer con Milei y su Gobierno aquí y ahora. El resultado es éste, empezando por su última medida: • Ataca y busca la condena de periodistas y políticos que hacen comparaciones históricas que considera inadecuadas. • Construyó un aparato de medios oficialistas con recursos de la SIDE y del Estado que se encarga de perseguir a los que piensan distinto. • Usa el escrache público para amedrentar a los disidentes. Los identifica con nombre y apellido, los insulta e insta a sus seguidores a que también lo hagan. Incluso castiga a los aliados que señalan mínimas diferencias. • Pretende deshumanizar a sus víctimas emparentándolas con animales como “cucarachas”, “reptiles” y “mandriles”. Su insulto más usado es “rata”, comparando al Congreso con un “nido de ratas” al que llamó a “fumigar”. • Sus insultos van acompañados de adjetivos como “asqueroso”, “repugnante”, “arrastrado”, “bestia” y “basura”. • En el afán por deshumanizar a sus críticos, también los comparó con un virus letal: difundió un video en el que aparecían políticos y artistas populares infectados por una enfermedad que los convertía en zombis. • Se asume como generador de odio e instiga al odio colectivo reiterando su mensaje “No odiamos lo suficiente a los periodistas”. • Como lo acaba de hacer en el cierre de campaña en la Ciudad, su verborragia y gestualidad en los actos siempre es agresiva. • Se refiere a sí mismo como un elegido por el “Uno”, con el que se comunica por la intermediación de su hermana Karina y de su perro Conan que, según cree, se encuentra a la diestra de Dios. Aunque en público sostiene que está vivo. • Se autopercibe como un líder que está por encima del resto: “Soy el máximo exponente de las ideas de la libertad en el mundo”, “somos el mejor gobierno de la historia”, “somos candidatos al Nobel de Economía”, “a las ratas invisibles de los políticos les duele que yo sea uno de los dos políticos más relevantes del planeta”, “nadie en el mundo puede entender el prestigio logrado a nivel internacional”. ...es un recurso habitual de cualquier ciencia. Pero Milei no necesita comparación alguna para entender su riesgo • Aprieta económicamente a los medios críticos: les niega la publicidad oficial que sí derrama en el aparato oficial y paraoficial de comunicación a través de YPF, Aerolíneas y Banco Nación. Y no les paga las viejas deudas del Estado. • Usa la distribución discrecional de fondos del Estado para presionar a los gobernadores para que voten, a través de sus legisladores, lo que él pide. Sometiéndolos a papelones como el de los senadores misioneros que dieron vuelta su voto para rechazar la ley de Ficha Limpia. • Asocia homosexualidad con pedofilia y se obsesiona con chistes burdos que remiten permanentemente al sometimiento sexual: “Le dejamos el culo como mandriles”, “mandales un container de vaselina”, “crece la producción de vaselina para economistas pifiadores”, “si tuviesen un negocio de vaselina estarían felices”, y su tristemente célebre “el Estado es el pedófilo en el jardín de infantes con los nenes encadenados y bañados en vaselina”. • Connota a los inmigrantes con caracterizaciones delictivas, como lo hizo en Davos y lo ratificó esta semana promocionando medidas, que ya estaban vigentes, contra los inmigrantes que cometan delitos. • Llamó a formar milicias populares: “Tenemos que ser como una falange de hoplitas (ciudadanos armados de la antigua Grecia), una legión romana”. Prometió a sus “enemigos” violentos ataques desde el más allá: “El Cielo los aplastará delante nuestro.” Y promocionó a una llamada “guardia pretoriana” conducida por el Gordo Dan y presentada con escenografía del Imperio Romano. • Desdeña las formas democráticas y republicanas. Como su admirado Friedrich Hayek, cuestiona la democracia llamándola “dictadura de las mayorías”. Lo ejemplifica con la siguiente advertencia: “Se juntan cuatro lobos y una gallina y van a votar qué se come a la noche… Esa es la democracia de las mayorías”. Puro presente. La Argentina está gobernada por este hombre autoritario, agresivo y que vuelca en quienes considera sus enemigos la misma crueldad que recibió de niño. Busca deshumanizar a sus víctimas comparándolas con animales o enfermedades. Persigue a los periodistas y a quienes no coincidan con él. Coloca a los homosexuales y a los inmigrantes en condición de sospechosos. Usa los recursos del Estado como herramienta de presión y persecución. Se cree un líder único y con un destino mesiánico. Desdeña la democracia y el relacionamiento republicano. La comparación con otros fenómenos del pasado es un genuino intento por entender los peligros que se corren, un esfuerzo por advertir que lo que el aparato de poder político y comunicacional exhibe como normal, en la historia ya se comprobó como anormal y trágico. La necesidad de encontrar parecidos con los que comparar a Milei y su Gobierno procura explicar, además, por qué hubo amplios sectores sociales que en el pasado alentaron y apoyaron este tipo de conductas. Que después se ven como aberrantes y requieren de chivos expiatorios a los que cargarle la responsabilidad de lo ocurrido, pero que en cada uno de esos momentos límites fueron el sustento social que las cobijaba. Rastrear fenómenos históricos similares también puede significar la búsqueda de alguna lógica, cualquiera que sea, para entender por qué la Argentina llegó a esto. Pero, en verdad, Milei no necesita de un espejo del ayer para saber de qué se trata. Como todo líder extremo, es explícito, transparente y patológicamente literal. Podríamos seguir buscando en la memoria a alguien que se le parezca, pero no hace falta. Milei es lo que se ve y lo que dice. Lo que queremos escuchar y lo que se prefiere disimular. Milei es un riesgo en estado puro y en tiempo presente. Por Gustavo González- Perfil

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