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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 16/05/2025 02:43
Evelyn Botto: “Siempre quise ser esa fantasía de la que se enamoran todos” Cada tanto, y como hace años cantara un jovencísimo Iván Noble en Caballeros de la Quema, Evelyn Botto dice: “¡Me vuelvo a Morón!”. Y entonces, aunque le cueste, se hace el tiempo y junta sus pedazos -todo aquello que ella es en varios lugares y en muchos sentidos- para de nuevo perderse en las calles de toda la vida. Allí donde transitó una infancia linda pero que dejó sus heridas, con una mamá leona y un padre que fue modelo. Y con una adolescencia cargada de los sueños que se impusieron a su síndrome del impostor para así alcanzar este presente intenso en lo laboral. También en lo emocional. Porque Evelyn no puede disimular el entusiasmo. Tampoco hace nada para lograrlo. ¿Por qué debería? Está feliz: el 5 de junio La Sirenita abre el telón en el Teatro Gran Rex y ella se convertirá en la malvada Úrsula. “Son más de 200 personas trabajando, ¡una cosa bestial!”, cuenta, y apenas si puede contenerse, como cuando en medio de la entrevista amaga con ponerse de pie para anunciar a Osvaldo Laport, quien interpreta al Rey Tritón, el padre de La Sirenita, una Albana Fuentes de la que “se van a enamorar, no van a poder creer lo que hace”, promete. Y está José María Listorti como el cangrejo Sebastián, y Pablo Turturiello como el Príncipe Eric. Gente muy experimentada en la comedia musical. “Canto, bailo, actúo y vuelo. Voy a llegar al estreno haciendo todo eso. ¡No sé cómo lo voy a hacer! (risas). El desafío es hermoso. Úrsula es un pulpo queer que vive desterrada en las regiones profundas del mar, llena de resentimiento. Y es una cínica, loca. Al mismo tiempo es ansiosa y todo lo que planea le sale mal. Entonces es graciosa. Tiene muchos contrastes, muchos colores", cuenta Evelyn. Porque has recorrido un largo camino, muchacha: de las calles de Morón a la Calle Corrientes. Nada menos. Evelyn Botto: "Siempre quise ser una Drag Queen". —¿Cómo te ofrecieron ser Úrsula? —Me llegó un mensaje: estaban haciendo un casting pequeño para probar a Úrsulas y me preguntaron si estaba interesada. Dije que sí. Desde que hago esto, todo es para ahora, para hoy, no hay tiempo de ensayo. Y acá, por primera vez tuve 15 días para prepararme y llegué lista al casting. Justo estaba tomando clases de canto, así que me vino bien. Nunca siento que estoy lista para ninguna de las cosas que hago. Y en esta oportunidad, lo practiqué mucho en mi casa: me miraba al espejo y empecé a creerlo (que era Úrsula). Y bueno, lo que creés, creás. Y quedé. Hoy tuve ensayo antes de venir acá y el resto del día quedo tocadita. Porque es muy exacerbada, loca. Es muy para afuera ella. Me cuesta mucho bajar. —Muy Evelyn. —Sí, pero no tanto. Ella es mi sueño igual. Es una drag queen. Siempre quise ser una drag queen. Y no en vano las 800 millones de temporadas de RuPaul’s Drag Race que yo vi para llegar a este momento lista como estoy para esto. —¿Sos de manifestar? —Sí. —¿Qué hacés? —Desde hace años escribo cuadernos con cosas por las que estoy agradecida y con otras cosas que quiero que me pasen. Siempre hago la de levantarme, leerlo, agradecer; acostarme, leerlo, agradecer. Cuando tengo un deseo lo escribo sin miedo, y sin importar cómo es que va a ocurrir. Y no sé si es por eso, tampoco quiero atribuirlo a algo mágico, pero pasaron muchas cosas. Por lo menos, a mí me pasaron. —¿Y qué agradecés en el cuaderno? —Todo. Tener todo mi cuerpo, todos los sentidos. Tener una familia que me crio. La educación que tuve, los privilegios de haber tenido una casa. Que me hayan podido dar de comer todos los días. Cosas que no doy por sentadas. El estar dormida en mi cama. Tener un espacio, mis amigos. Agradezco todo. —¿Y te visualizaste en estas dos semanas en Úrsula? —Sí. Me animé. Mira que soy muy autoboicot, eh, mucho síndrome del impostor. Pero acá pasó algo, porque justo me estaba yendo de Perros (de la calle). Hablé con el equipo con mucho tiempo de anticipación, les dije que me estaba pasando una cosa: necesitaba acercarme un poquito más al arte, actuar, cantar más. Les dije: “Chicos, me quiero morir porque no me quiero ir de acá, pero al mismo tiempo no puedo estar más. No te digo que vengo con la peor de las ondas, pero no estoy aportando y tiro el equipo para atrás. No la estoy pasando bien. Todos la pasamos como el orto”. —En un momento hay que salir de la zona de confort. —Sí, sí, también. —Y desafiarse. —Y ser honesta. Es un lugar importante por el que peleé mucho. Me lo había ganado. Y después de cinco años, fue como: “Ay, me tengo que bajar de esto porque me está pasando otra cosa”. Y cuando decido eso, sale el casting. Hay cosas que son muy locas: el viernes 6 de diciembre anuncié al aire que me iba de Perros, y el jueves 5 me habían avisadome que yo era Úrsula. Evelyn Botto dejó Perros de la calle y se sumó al equipo de Olga. —Hablaste del síndrome del impostor. ¿Qué quiere decir que te boicoteás? —Mirá, tuve una muy buena crianza, no me faltó nada. Pero estimo que deben haber pasado algunas cosas que en mi psiquis no forjaron mi autoestima y permanentemente estoy dudando de las cosas que puedo hacer. —No es una cosa de falsa modestia: realmente sentís eso. —Sí. Me cuesta recibir el halago. Como cuando te dicen: “¡Qué linda remera!”, y decís: “Sí, pero no sabés la aureola que tiene acá”. Siempre necesito decir algo para contrarrestar. No puedo simplemente decir “gracias”. Ahora estoy entrenándolo igual, decir: “Está bien, gracias”. Estoy haciendo el trabajo de acostumbrarme a las cosas lindas. —En esa infancia, ¿mamá y papá apoyaban tus sueños, tus deseos? —Sí. Desde el primer momento. Cuando quise estudiar Locución, al toque me dijeron que sí, me bancaron. En cuanto pude me lo banqué yo, en los últimos años. No había terminado (de estudiar) y ya estaba trabajando en radios de boliches, pero me pagaban mi sueldo. Trabajo desde los 18, tengo 33, y siempre trabajé en radio, con un recreo de un año que hice de mesera. —Te escuché alguna vez en la radio hablar de una situación de bullying, de una niñita a la que llevaste… —Sí, del meñique. —¿Esas inseguridades tendrán que ver con haberla pasado mal en alguna situación de colegio? —No, no. Yo creo que tiene que ver con el peso, con el cuerpo. Muchas inseguridades con respecto a la imagen. Ahora, de más grande, me di cuenta de que mi valor está puesto en otras cosas. Pero hay heridas psíquicas que cuestan mucho sanar. Estoy trabajando en eso, y de repente digo: “Ah, estoy bien, me valoro, me quiero, me gusto”, pero de golpe hay una pequeña actitud que digo: “Ah, esto es re de aquel...”, ¿cómo se llama? —De esa nena. —Sí, de esa nena. Lo hablo en terapia. Mi vieja, una leona: me educó rebien, con las herramientas que ella tenía, con cómo la educaron; venía con lo suyo. Y cuando era chica me dijo una frase desafortunada que, evidentemente, es la raíz de todos mis traumas con respecto a mi cuerpo. Entonces, aunque piense que es una pelotudez, cada vez que quiero hacer algo, de golpe esa niña herida de los 8 años viene con esa emoción violenta o toma decisiones que... Pero nada, es un trabajo diario. —¿Tu mamá dijo algo que te dolió? —Sí. No lo quiero repetir porque… —No, por supuesto. —Fue de bruta. Y digo de bruta porque mi mamá hizo el colegio hasta séptimo grado y después tuvo que salir a laburar para su familia. Entonces hay mucho recurso emocional... También lo digo porque conozco a mis abuelos: gestionó la maternidad como pudo, porque antes de ser mi madre era una mina rándom que también fue hija. Entonces, no la puedo castigar por eso. Me tengo que hacer cargo de lo que me pasa a mí. —Qué bueno que hoy el cuerpo no sea un tema, y que uno vea a una artista. —Sí. Pero a mí me llegan todo el tiempo mensajes que… —¿Todavía? —Lo que más valoran de que yo esté trabajando expuesta en los medios es que lo haga teniendo el peso que tengo. Sienten que hay alguien que las identifica por el cuerpo: “Ay, te veo a vos y veo tu actitud...”. —Y a vos, ¿eso te gusta o te agota? —Depende. Hay muchas que tienen historias difíciles y a veces lloro con lo que me cuentan, con las vergüenzas que tienen, las cosas que no hacen porque no pueden. Entonces digo: “Bueno, no es mi objetivo, pero si te ayuda sí, qué lindo, obvio”. ¿Qué tan "mala" es Evelyn Botto? —¿Te gusta ser la mala? —¿En la obra? —En la vida también. —Ah, picarona que sos... (Sonríe). Sí, es muy divertido ser la mala, eh. Por lo menos acá. —Me diste el pie. Vamos a hacer un termómetro de la maldad con Evelyn. Vamos a ver cuán mala sos. —A ver... —Te sacás una selfie con una amiga, vos salís rebien pero ella sale horrible. ¿La subís? —Sí. Le pongo un corazoncito, le agrego algo, le tiro un filtro. ¿Alguien mira a los de al lado cuando se saca una selfie? Siempre te mirás a vos misma... —Estás entrando al ascensor, escuchás la puerta de calle... —(Interrumpe) ¡Aprieto rapidísimo para que se cierre la puerta del ascensor! (Risas). —Te olvidaste de devolver algo que te prestaron hace mucho tiempo. ¿Lo devolvés o esperés a que te lo pidan? —¿Qué me prestaron? Esa información tiene mucho que ver. —¿Hay algo que te hayan prestado y que todavía lo tengas en tu poder, que no lo hayas devuelto y quieras sincerarte ahora? —(Risas) Un libro. Nunca más me lo reclamó. Igual, nunca más vi a esa persona. Por lo general, lo devuelvo. —¿Una cartera que te gusta mucho? —Bueno, espero a que me la pidan (risas). —Vas caminando por la calle y ves una billetera en el suelo. ¿La levantás para devolverla o te la quedás? —No, no, la levanto para devolverla. Lo he hecho. Aparte me encanta chusmear a ver qué tiene. —Estás en un chat grupal y alguien hace una pregunta que ya respondieron antes. ¿Contestás o ignorás? —En WhatsApp soy un desastre. Mucha gente me odia porque no respondo nada. —¿Tenés gente bloqueada en WhatsApp? —Sí. —¿A quiénes? —Varones. —¿Famosos? —No, no. Varones con los que me he peleado. En su mayoría, ex. —¿Exparejas, exchongos, exalgo? —Sí. —¿Sexo todos los días o una vez cada tres meses? Es una de las dos. —Yo estoy viviendo una vez cada tres meses, así que no me cambiaría en nada. Y todos los días... ¡qué agotador! ¿Quién vive, quién puede? ¡Qué envidia! No, una vez cada tres meses. —¿Dar o recibir un baile erótico? —Hummmm... (Risas). Las dos me divierten. —¿Pasaste por ambas? —Sí. Yo no puedo hacer las cosas si no son en chiste. Entonces, hago el baile erótico pero de una manera que te va a dar gracia y al mismo tiempo, va a ser sensual. Puedo encontrar ese punto medio. —¿El sexo y la risa se llevan bien en ese momento? —No, pero a mí me erotiza la gente que me hace reír. —¿Te fuiste con alguien del público de la obra de Muscari? —He levantado. Pero me sorprendió. Mi objetivo no era levantarme a alguien del público, pero de golpe se alineaban todos los planetas y decías: “Bueno, ya me vio acá así, ya más o menos sabe...”. Sí, tuve un par de citas después de eso. Evelyn Botto con Tatiana Schapiro en Infobae (Candela Teicheira). —Hoy, ¿en qué andas? ¿Soltera, noviando, chongueando? —Estoy soltera. —¿Con ganas de seguir así? —No. Hace siete años que estoy soltera, así que estoy en un momento en que estaría con alguien. Pero es complejo. Tiene que entenderme mucho: tengo un ritmo de trabajo medio feroz. Estoy con los ensayos de La Sirenita, estoy con Olga, también grabo para ESPN y trabajo en redes. Son muchas cosas que requieren mucha energía y coso. Aunque a mí me gustan hombres y mujeres, si me preguntás, ahora estaría como en un varón: necesito ser yo la energía femenina. Que lo admire, y él me admire. Que me acompañe y entienda qué estoy viviendo, no tener que explicarle todo, como la locura, el no querer hablar con nadie, porque después de estar todo el día hablando para gente, quedás medio filtrada... Y me gustaría que no sea de este mundillo. Si es de este mundillo, mejor: comprende un montón de sensaciones, qué cosas son para el show, cuál es la Evelyn de los medios y cuál es la otra Evelyn, la de la intimidad. —¿Son muy diferentes? —Más o menos. Se parecen bastante. Tiene todo lo extrovertido de la Evelyn que está enfrente de cámara, pero después soy más tranquila. Tengo mis momentos: me gusta la reflexión, me gusta charlar. Tampoco conviviría. Para mí es muy importante tener mi espacio. —¿No te imaginás conviviendo nunca? —No sé si nunca. Ahora, no. —¿Te enamoraste más de hombres o de mujeres? —De hombres. Así son: no los necesitás, pero los elegís igual. —¿Te rompieron el corazón alguna vez? —Sí, me rompieron el corazón. Y yo también rompí corazones. —Pero hoy tenés ganas de enamorarte. —Hoy tengo ganas de enamorarme. —No de un touch and go. —No. También me gusta la seducción, el coqueteo, el ejercicio mental de que del otro lado hay como un ida y vuelta. Me gusta la respuesta rápida, el ingenio, la creatividad. Eso me gusta mucho de la seducción. —¿Cuál es la forma de encararte? ¿Por redes, en la puerta del teatro, en la del streaming? —Me llegan un montón de mensajes de propuestas por redes y yo, capaz chusmeo la foto. La foto es muy cruel: la ves y decís “mmmm, no sé”. Hace un tiempo me pasó que un día tenía ganas y me puse con una aplicación. Suena horrible, pero dije: “Voy a bajar mis estándares, no voy a darle tanta rosca. Hoy, el que más o menos me parezca que sí, va a ser un sí”. Hice match con uno que al toque, sabiendo qué hago yo, que es algo que asusta, da miedo, intimida, le dije: “¿Querés venir?”, y me dijo que sí. Lo valoro porque el resto la estira: después, nunca más te ves. Estoy harta de eso. —¿En esa situación, no te dio miedo de que alguien vaya a tu casa? —Es una linda pregunta la que hacés. No. —Señora, tenga cuidado a quién mete en su casa, por favor... —Sí, no meta a cualquiera. Igual, no era mi casa. Pero justo mis amigos se iban. Cuando uno está caliente hace cualquier cosa. Fue medio casual: estuvo bueno y ya está. Esa cita nos dio todo lo que podía darnos. —Cuando empezamos a hablar me dijiste que siempre quisiste ser drag queen. ¿Me explicás? —Lo que más admiro es primero aparte del arte, de usar la cara como un lienzo y pintarla y generar fantasías, es la gracia. Es el creer en lo que hacés. Porque sos la mejor persona del mundo y te vas a enamorar de mí. Hay algo de la actitud que a mí me cambió la cabeza. Y siempre quise ser esa fantasía de la cual se enamoren todos. Y es una máscara bellísima donde podés hacer cualquier cosa. Úrsula es una drag queen. De hecho hice mi trabajo de investigación. El primer boceto de Úrsula de La sirenita está inspirado en Divine, que es una draga de los años 70 en Nueva York, muy trash, muy extremista, muy loca, y John Waters, que es un director estadounidense, hizo varias películas con ella. Evelyn Botto: "Es mi modelo a seguir: es la persona que siempre me respondió todas mis dudas, medio súper poderoso". —Tenés un montón de trabajos. ¿Te administrás vos la plata? —Sí. —¿Y sos buena administrando? —Antes estaba más gastadorita; ahora estoy mejor: ahorro, tengo objetivos. Me gustaría tener mi casa, estoy pensando en eso. Cada tanto, cuando tengo ganas de comprarme algo me lo compro. Pero no me compro boludeces. Sí gasto en perfumes. —O sea, para tu cumpleaños, si quiero quedar bien con vos es un perfume. —Por las dudas no. Estoy segura de que no le vas a pegar. Prefiero que no me regalen. —¿Qué hacés con los regalos de cumpleaños que no te gustan? —Ya todo mi círculo sabe. Les dije: “Miren, es horrible, pero me encantaría que me regalen algo de esta lista. Si no, no me regalen nada. Vengan y me hacen berenjenas al escabeche o una carta. No gasten plata en algo que no me va a gustar”. Es que me agarran palpitaciones cuando me dicen: “Tengo un regalo para vos”. No sé disimular si algo no me gusta. Prefiero que no me regalen. O si me preguntás, no me regales... O regalame comida. Chocolates. —¿Quién es tu papá para vos? —Yo soy muy mi viejo: siempre me apoyé mucho más en él. Siento que me entendía en otras cosas. Y ahora es el sostén de la familia. Desde que no está mi vieja es el tipo más fuerte que conozco. Es mi modelo a seguir: es la persona que siempre me respondió todas mis dudas, medio súper poderoso. Ahora está más grande y me gusta poder ayudarlo cuando necesita. —¿Y le decís todo lo que lo querés? —Todo el tiempo, todo el tiempo... Fuimos a ver el Superclásico juntos y no sabés lo valioso que es para mí compartir un domingo de fútbol. Disfruto de esos momentos. Lo que más me mata es aprender a hacerme los tiempos para ver a mi familia y mis amigos, ir a Morón, bajarme antes, caminar esas calles. Me hace bien. Lo necesito. Sino, acá estoy muy desconectada. Todo el tiempo son cosas para hacer. —¿La muerte de tu vieja los unió más? —Tuvimos que activar el protocolo supervivencia emocional y reacomodar la familia. A nivel emocional, nos repartimos muchas cosas. Te diría que nos puso a trabajar. —¿Qué queda de esa nena de Morón? —Lo inquieta. Siempre fui de pararme en algún lugar a cantar, a mostrarme. Necesito conectar. Cuesta mucho hacerse el tiempo de volver al lugar de donde uno es. Hago el ejercicio activo de meter el celular en la cartera y no tocarlo, y estar presente en todas las conversaciones. Me obligo.
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