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  • El puestero y el trenzador: charla con Pablo Ramón “Chacho” Rodríguez

    Gualeguay » Debate Pregon

    Fecha: 15/05/2025 23:32

    El sábado 3 de mayo, en la Sociedad Rural de Gualeguay, se celebró la tercera edición de la Muestra de Aperos, esta vez en homenaje a “El Freno”. Entre los expositores, destacó una figura que encarna como pocas la tradición y el saber del campo: Pablo Ramón “Chacho” Rodríguez, soguero y peón rural con más de ochenta años de experiencia entre estancias, trenzas de cuero y memorias camperas. Acompañado por dos piezas de su autoría realizadas en la década del setenta —un freno y un bozal—, “Chacho” dialogó con nosotros y nos dejó entrar en su mundo de silencio, paciencia y cuero. ¿Cuándo se inició en la tarea rural? —Siendo muy chico me fui a trabajar a las estancias. En mi vida recorrí tres: en una estuve tres años, en otra cinco y en la última, La Ranchada, de los doctores Pabon Ezpeleta, trabajé 43 años. ¿Y qué tareas hacía? —De todo: tractorista, campero, capador, marcador... lo que viniera. Además, es soguero. ¿Cómo se inició en ese arte? —Aprendí solo, observando, desarmando lo que hacía mi padre, que también gustaba de las pilchas. Le llevaba cosas, las desarmaba y después intentaba armarlas de nuevo. Así fui aprendiendo. Una vez, lo vi estropeado por un caballo que estaba domando, y fui a mostrarle una trenza. Me dijo: “Está bien, pero la última pasada la hiciste mal”. Así era: se aprendía mirando, equivocándose, corrigiendo. ¿Nunca recibió enseñanza formal? —No. La vez que pedí ayuda, me dieron la espalda. Estaba en Santa Inés. Pero seguí solo, con las manos y la cabeza. Hace unos años hice un anillo bozal de recuerdo, lleva 7,80 metros todo tejido, con lesna adentro. ¿Qué tipo de trenzas hacía? —De todo tipo. El fuerte mío era la trenza: porteña, patria o alguna inventada. Acá en Gualeguay había un soguero buenísimo, Muñoz. ¿Usted también formó a otros sogueros? —Algunos pocos, últimamente. Pero no soy maestro. A veces empiezo algo por un lado y después lo termino por otro… y me sale igual. No sé si se enseña tanto, creo que se nace con eso. ¿Y cree que lo suyo viene de familia? —Sí. Por parte de mi madre, italiana, había sogueros extraordinarios. Y por parte de mi padre también, del octavo distrito, que es nuestro pago. ¿Dónde vive ahora? —En el barrio La Rosita, detrás del corsódromo. ¿Qué significó para usted trabajar tantos años con la familia Pabon Ezpeleta? —Fueron como padres, como hermanos. Nunca tuve una queja. Una vez le dije al doctor: “Si tengo un problema, será para irme”. Me respondió: “No sea exagerado”. Y le dije: “Tengo un pie acá y otro en la calle angosta”. Genara Pabon Ezpeleta nos contó que aprendió mucho de usted. —Sí, la quiero mucho. Nunca la reté y ella nunca me respondió mal. Me tiene un cariño grande. ¿Desde cuándo está jubilado? —Desde 2002. Ahora tengo 87 años. ¿Qué le pareció la Muestra de Aperos? —Me encantó. Nunca había ido a las otras ediciones, y me gustó mucho lo que vi. ¿Tiene recuerdos de su trayectoria como soguero con artistas conocidos? —Sí, le tejí un cinto completo a Tarragó Ros. Me mandó una cinta de la máquina con el nombre como tenían que hacerse las letras y todo. Para terminar, ¿quiere dejar un saludo a quienes lo conocen y hace tiempo no lo ven? —Les agradezco un montón. Y si alguien ve esta nota y se pone contento, yo también. Me alegra mucho que me hayan hecho esta entrevista. Muchísimas gracias.

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