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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 14/05/2025 14:54
Ricardo Merkin El Eternauta “Yo el asombro lo traigo desde el primer momento que entré al set. Se me cayó la mandíbula inferior directamente”, dice Ricardo Merkin a Teleshow con una mezcla de humor y sinceridad al recordar su ingreso al universo visual de El Eternauta, la ambiciosa adaptación de la clásica historieta argentina. “Por la escenografía, por los autos abandonados, por la nieve, por la cantidad de gente… por la historia, por supuesto”, enumera, como si aún no terminara de procesar la magnitud de lo vivido. El actor, que interpreta al entrañable “viejillo cascarrabias” (tal como lo presenta el guion) se mueve entre la emoción y el asombro: “Esto es un shock insulínico”, repite más de una vez, una expresión que utiliza para describir lo que sintió tanto al volver a leer la obra original como al verse a sí mismo en pantalla. Su participación en la serie no es un papel más. Es un cruce entre la memoria personal y un presente profesional cargado de orgullo: “Para mí es un orgullo, a nivel personal, como actor, haber participado de esta miniserie que es un antes y un después”. Lejos de las grandilocuencias, Ricardo Merkin habla desde lo íntimo. Revive con cariño su conexión con el personaje y su compañero de escena más desafiante: un perro. Que es mucho más que una mascota, es parte fundamental para la constitución integral de su personaje. El Eternauta, una de las escenas más conmovedoras La conmoción de entrar al universo de El Eternauta Desde el primer día en el set, Ricardo Merkin supo que esta experiencia no sería una más. La puesta en escena, la ambientación y el poder visual de la producción lo impactaron de lleno. Su entusiasmo se transmite en cada palabra mientras recuerda cómo fue sumergirse en el universo de El Eternauta, una historia que había marcado su juventud y que ahora lo tiene como protagonista. —¿Qué fue lo que más te impactó? —La escenografía. Los autos abandonados. La nieve. La cantidad de gente. Y la historia, por supuesto. La había leído de chico. Creo que tenía 14 o 16 años. —¿Qué te genera haber pasado de lector a actor en esta obra? —Es impensado. Pensar que leí esto de pibe y ahora formo parte… Prefiero no pensarlo mucho, porque ese pensamiento me puede inyectar a la estratósfera directamente. Así fue el trabajo con virtual production en El Eternauta Ricardo Merkin interpreta a uno de los personajes más llamativos de la serie, uno de esos roles en apariencia menores que trascienden el espacio propio. Se trata del viejillo cascarrabias, un hombre curtido por la vida que, en medio del caos, encuentra consuelo en la compañía de su amigo fiel y juntos consituyen una de las pequeñas grandes escenas que dominan la serie. “Donde voy yo, va el perro, carajo”, grita Merkin como una declaración de principios, metiéndose en la inquietante melodía apocalíptica de “El magnetismo”, la canción de El mató un policía motorizado. Más que un impulso, una declaración de principios sabiendo que son una sola entidad, que no pueden vivir el uno sin el otro. —¿Cómo llegaste al personaje? —Me llamaron para un casting. Yo ya conocía a Bruno (Stagnaro) desde Un gallo para Esculapio. Terminé el casting y Bruno me dice: “No te cortes ni la barba, ni el pelo”, y ahí supe que ya estaba. Buenos Aires nevada: las primeras imágenes del rodaje de El Eternauta —¿Qué representa el perro para tu personaje? —Es parte de él. Es una consecuencia, no un correlato. Es de lo poco que tiene y es suyo. La intencionalidad del cuidado del perro dice mucho. —¿Recordás esa escena tan conmovedora con tu personaje y el perro, en la iglesia? —Sí, claro. Esa escena me sensibilizó muchísimo. Tiene que ver con ese estado de ensoñación. Es muy tocante, incluso en la lectura original. El actor Ricardo Merkin en el El Eternauta —¿Cómo fue filmarla? ¿Cuántas veces la repitieron? —No me acuerdo con exactitud, pero seguro entre cuatro, cinco o seis veces. Bruno Stagnaro es muy detallista. Obsesivo grave. Para mejor, todo es para mejor con él. —¿Cómo es Bruno dirigiendo? —Yo le puse un apodo: Bulldog. Cuando una escena no está como él la imagina, no te abre la boca. Una vez estuvimos diez horas en Campo de Mayo sin grabar, porque no había terminado otra escena. Es un talento argentino. Desde Un gallo para Esculapio puso un antes y un después, y con El Eternauta es otro después. —¿Sentís que esta serie marca un hito? —Totalmente. Para mí, es un orgullo personal haber participado de esta miniserie. Es, de verdad, un antes y un después. —¿Qué te pasaba a vos cuando veías esa escena en pantalla? —La miraba y decía: “Ese soy yo”. Es realmente muy fuerte. (Sebastián Arpesella / gentileza prensa Netflix) A lo largo de la charla, Ricardo Merkin dejó entrever no solo su amor por la actuación, sino también el lugar que ocupa la cultura en su vida. Al despedirse, lanzó una frase contundente: “La cultura no se toca”, una declaración que trasciende lo personal y se vuelve manifiesto colectivo. Ricardo Merkin, conocido por su singular trayectoria en el mundo de la actuación, desafió las normas tradicionales al iniciar su carrera a los 41 años. Su historia demuestra que la pasión por el arte no tiene límites de edad y que el compromiso con la formación puede abrir puertas en cualquier etapa de la vida. Merkin reveló que su incursión en la actuación no fue fruto de una decisión temprana, sino el resultado de un proceso personal que lo llevó a descubrir su verdadera vocación en la madurez. Al ser consultado sobre su edad actual, respondió de manera enigmática: “Los necesarios y suficientes”. El actor destacó a Teleshow, que su preparación fue clave para cimentar su carrera, mencionando que se formó con reconocidos maestros del teatro como Alejandra Boero, Alesso, Augusto Fernándes y David Amitin. Según sus palabras, esta formación no solo le brindó herramientas artísticas, sino también aprendizajes que describió como “latigazos en la espalda”, una metáfora que alude a los desafíos y exigencias del oficio actoral. Merkin no profundizó en los motivos específicos que lo llevaron a iniciar su carrera de manera tardía, limitándose a describir su decisión como “una larga, larga historia”. Sin embargo, su experiencia pone de manifiesto que el talento y la dedicación pueden florecer en cualquier momento de la vida, siempre que exista un compromiso genuino con el aprendizaje y el crecimiento personal.
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