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  • Estacas y flores

    » Diario Cordoba

    Fecha: 05/05/2025 02:14

    Se trata de un malestar sutil pero palpable, acompañado siempre de una resignación muy educada. Uno identifica el problema; sin embargo, lo asume inconscientemente como algo irremediable, justificado, y deja que su ánimo se marchite en silencio. La Sagrada Familia es una maravilla, igual que la catedral de Santiago, pero uno siente que algo se resquebraja en su interior si ve la primera envuelta en un entramado de grúas y la segunda, forrada de andamios. Se le tuerce el gesto, suspira, chista. Justo lo que me pasó el otro día cuando vi la iglesia de Santa Marina. Acostumbrado a verla prevalecer entre tejas, paredes blancas y cipreses, se me secó la garganta al descubrir que había sufrido el asalto de una grúa, que percibí como una estaca. Me acerqué a la iglesia y pregunté por la zona qué estaban haciendo allí, qué grupo terrorista estaba al frente. «Viviendas sociales», me dijo una vecina. Busqué en internet y lo confirmé: dieciséis alojamientos protegidos «destinados a sectores de la población desfavorecidos, dependientes o en alguna situación de vulnerabilidad o exclusión». Por lo visto, en su día se pensó en los jóvenes, pero más tarde fueron considerados inviables económicamente. No sé por qué los desfavorecidos son viables y los jóvenes no (será un tema complejo, ajeno a cuestiones particulares o partidistas); en cualquier caso, lo que está claro es que vamos a tener una grúa clavada en Santa Marina durante unos dieciséis meses, según estiman. Frustrado, retomé mi paseo en la dirección opuesta. Se estaban ultimando los detalles de las Cruces. Aunque el viento empujaba las nubes sospechosamente, la temperatura era agradable y el sol no incomodaba. Empezaban a verse hombros descubiertos y vestidos ligeros, gafas de sol y botones desabrochados. En san Hipólito, un albañil apuraba un pitillo y observaba, achinando los ojos, el milagro de los tacones y los empedrados. Llegó mayo. Los alérgicos van dopados. Las cañas resplandecen. Los balcones rebosan primavera. Ante un estallido de vida así, es difícil no caer en el barroquismo folclórico. Vi las primeras colas en los patios. Este año, al parecer, han instalado en algunas calles macetas y flores de plástico, así lo turistas podrán atiborrarse de estampas pintorescas. Con las gafas a media asta y la cabeza inclinada hacia atrás, buscan el mejor encuadre para una imagen que caerá en el olvido. Es un peligro anteponer la intención de fotografiar a la de ver. Se corre el riesgo de dejar pasar el premio de la fugacidad, y se puede terminar retratando hasta una grúa. *Escritor

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