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  • Daniel Fahler: cuatro décadas de historia en el Corralón Municipal

    Gualeguay » Debate Pregon

    Fecha: 05/05/2025 00:19

    Daniel Fahler, conocido por todos como "Falucho", tiene en sus manos el testimonio del trabajo duro, desde la época en que la tecnología y la maquinaria no acompañaban al obrero como ahora. Sus comienzos nos remontan al retorno a la democracia: “En el municipio empecé en el año 85. Casi todos los años los he pasado acá en el Corralón”. Recién ingresado al municipio con apenas 17 años, el joven Falucho pronto aprendería que el trabajo municipal no era un simple empleo, sino una escuela de muchas cosas: " Hemos estado en otras dependencias, pero ocasionalmente cuando faltaba personal. Nos mandaban a Obras Sanitarias, cuando se hacían las conexiones de cloacas en calle San Antonio, San Martín", recuerda. "Como yo era jovencito en esos años, era el que cavaba, descalzaba el asfalto. Cuando se sacaba la tierra, el asfalto quedaba sostenido en el aire. Iban los otros con el martillo grande y lo volteaban fácil. Éramos tres los que hacíamos la tarea. Los más jovencitos". La demanda física era mucho mayor: “Antes se hacía todo manual. Hoy en día vemos que viene una máquina, engancha los tubos con un cable y los baja. Eso lo hacíamos a mano nosotros. Los cargábamos a mano, poníamos un tablón en el camión y los subíamos empujándolos y otros dos los esperaban arriba”, describe. La recolección de residuos: un trabajo que dejó huella Daniel también recuerda otro aspecto del trabajo en la calle: "Trabajábamos de lunes a viernes, el sábado no, el domingo ya arrancábamos de nuevo. Una vez nos siguió un cardiólogo y nos dijo: ‘Ustedes están corriendo promedio por noche entre 42 y 48 kilómetros’. Acá en la ciudad". Las condiciones climáticas no detenían el servicio: “En invierno arrancábamos a las 8 de la noche hasta las 2 de la mañana. Y en verano a las 9 de la noche, hasta las 3 de la mañana. El horario de invierno era terrible porque a las once de la noche íbamos a volcar el primer viaje y ya la helada estaba asentándose", resume. De todas formas, uno de los aspectos más conmovedores del relato de Daniel es la descripción de su relación con los vecinos, un vínculo que iba mucho más allá de lo estrictamente laboral: "La gente me veía con la basura de noche, levantando, corriendo, y muchas veces me decía: '¿Tienes nenes, hijos, varones, mujeres?' En esos años tenía mi hija, la mayor, que ya tiene 38 años. Y me decían: 'Ah, porque tengo ropa, tengo calzado, ¿mañana podés venir?' Y te la daban, dobladita, perfumada... le digo más, calzado, ropa, nos sobraba. Hasta 11 grabadores viejos llegué a tener en mi casa, por los regalos de la gente". El vínculo tenía escenas hermosas en las fiestas: “En esos años dábamos una tarjetita de salutación para Navidad y fin de año. Y la gente nos esperaba sentada en la calle, sin miedo. Inclusive había gente grande que nos ponía música. Nos sacábamos los guantes y bailábamos un ratito ahí”, sonríe. La transformación del trabajo municipal Algunos de los cambios que sucedieron con los años Daniel los lamenta: "Antes se hacía toda la poda de todos los árboles de la zona céntrica. Éramos todos jóvenes, trepábamos a los árboles y podábamos. Los más veteranos eran los que sostenían con la soga y después iban cargando los acoplados. No había tantos camiones, era todo acoplado en ese entonces. "Hoy en día, es una lástima que no se haga eso porque con más razón que hay cámaras por todos lados, y eso dificulta muchas veces la visibilidad, inclusive hasta el alumbrado público". Algunos hábitos de la comunidad también han cambiado: "Antes si nos faltaba levantar una bolsa de basura, la gente nos avisaba y nosotros la cargábamos. Hoy en día es todo lo contrario. Pasa el recolector y ¿qué hace? Saca la basura después de que pasaron. Si el tacho está lleno, no importa, le tiran al costado hasta que lo levante el municipal. Y no es así. Si está lleno el contenedor, espera que en un determinado horario va a pasar el compactador, levanta, deja el tacho vacío, y después te queda vacío y lo pones. No pasa nada. Es un ratito que esperas y no pasa nada. No ensucias la ciudad que es lo principal", educa. La llegada de las redes sociales y su impacto Uno de los cambios más significativos que Daniel destaca es la aparición de las redes sociales y cómo han modificado la relación entre los trabajadores y la comunidad. Eso que nació para acercar no hace más que alejar: "Se perdió la conversación que es lo más importante. En vez de venir a consultar, dialogar como se hacía antiguamente, hoy en día se fijan en las redes sociales. Enseguida se insulta", se lamenta. Daniel no tiene redes sociales, pero esta nueva dinámica afecta particularmente a los trabajadores más jóvenes: "Ellos muchas veces salen a trabajar arriesgando, porque el vehículo no está bien en las mejores condiciones, pero hay que levantar la basura y ellos salen a trabajar y les ponen la mejor buena voluntad. Se sufren los comentarios injustos”. La transmisión de conocimientos a las nuevas generaciones Daniel ha asumido con naturalidad el rol de enseñar a los trabajadores más jóvenes, siguiendo el ejemplo de sus propios maestros: "El capataz que teníamos acá, José Méndez, él era como otro segundo padre para nosotros. Nos enseñaba a trabajar y nos decía: 'No, negrito, usted hágame caso, negrito, que le va a ir bien a la vida. Mire que aprender a trabajar es lo mejor que puede hacer", recuerda. Esa cadena la sigue con los que recién empiezan. "Lo mismo que me enseñaron a mí los otros empleados de acá del municipio yo les quiero transmitir a ellos". En ese sentido, uno de los casos que más orgullo le genera es el de tres jóvenes a quienes ayudó a superar el analfabetismo: "Hace unos años cuando salieron los teléfonos venían muchachitos jóvenes: 'Falucho, fíjate, viejo, fíjate que me llegó un mensaje.' Acá en esta oficina. Entonces yo les decía: 'Tenés que ir a la escuela nocturna, hermano. No puede ser que no sepa leer y escribir.' Hoy por hoy te puedo contar que esos tres muchachos aprendieron a leer, aprendieron a escribir", se enorgullece. Con salud para su descanso Daniel está cerca de jubilarse, pero su salud es envidiable. "En la Mutual del IOSPER llevo como 40 años como afiliado. Y lo ocupé en mi vida tres veces. Hace 28 años atrás me operé con el doctor Fissore en la clínica vieja de vesícula. Y después dos chequeos". Ya está muy cerca de su merecido retiro: “Mientras que no se reforme más el estatuto, me quedan dos años”. Pero aclara que su conexión con el Corralón no terminará con su retiro: "Los domingos aunque sea a conversar, a tomar un mate voy a venir porque esta es mi segunda familia”. Y para reafirmar este comentario, cuando terminamos la entrevista se acerca un amigo recién jubilado. Su reflexión final sobre el rol del trabajador municipal es un cierre perfecto: "Todo lo que esa gente me ha enseñado a mí, yo le transmito a estos muchachos de ahora. Y que no hagan muchos comentarios. Que no contesten. Porque una cosa trae la otra y el pueblo es el que nos paga y tenemos que darle la mejor respuesta que podamos. Con las muchas o pocas herramientas que tengamos, tenemos que tratar de darle la respuesta. Más allá de que el empleado no tenga el apoyo que debe tener, pero el empleado al pueblo no le puede fallar".

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