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Federal » El Federaense
Fecha: 04/05/2025 21:05
La limpieza de nuestras ciudades asombra por su común estrategia: desbrozar. Miro con asombro a los jardineros mientras utilizan sus desbrozadoras para eliminar ese pequeño y vibrante verde que se asoma con valentía entre las grietas del asfalto. Es un recordatorio de que, en tiempos pasados, este paisaje urbano era un vasto campo. En mi mente, imagino ciudades menos homogéneas y más llenas de vida; un entorno donde el césped natural prevalezca sobre el artificial. He pensado en dejar pequeñas semillas en esos rincones olvidados. Visualizo postes sostenidos por plantas trepadoras y edificios cubiertos de color vibrante gracias a la vegetación. Me encanta observar los áticos que han sido tomados por pequeños árboles, como un canto a la naturaleza en medio del concreto. La lucha por lo natural en entornos urbanos A pesar de mi deseo por una ciudad más verde, la realidad es que la mayoría de las personas optan por soluciones prácticas y prefieren el césped de plástico, que carece de vida. Una ciudad que no permite el crecimiento de una simple margarita entre sus grietas es realmente desoladora. Sin embargo, hay un rayo de esperanza en los solares abandonados donde la maleza se levanta desafiante, creando pequeños oasis entre el hormigón. A veces, me encuentro deseando que la burocracia retrase la construcción de nuevos edificios, alargando así la vida de esos modestos arbustos que merecen más tiempo en este mundo. Rincón de recuerdos y rebeldías Caminando con mi perro Rómulo, mantengo la mirada en el suelo, buscando esos brotes rebeldes que se cuelan entre las baldosas. Me emocionan los alcorques que no solo albergan árboles, sino que también alimentan a variedades como jazmines y rudas, formando pequeñas comunidades vegetales que florecen sin necesidad de permisos. Esta semana marca el cuarto aniversario de la partida de mi querida perra Charco. La tristeza de su ausencia me hizo recorrer una y otra vez los caminos que antes compartíamos, recordando cada rincón donde se detenía a dejar su huella. Pensé en lo hermoso que sería plantar una semilla en cada parada de nuestro trayecto, como un homenaje a su memoria. Sin embargo, el temor a las desbrozadoras me detuvo. Así, debo enfrentar no solo la pérdida de mi compañera, sino también el temor de ver florecer esos recuerdos.
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