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Gualeguaychu » FM Maxima
Fecha: 04/05/2025 06:51
Una estructura metálica de color naranja intenso se alza sobre el río Gualeguaychú y conecta el corazón de la ciudad con el histórico Parque Unzué. Para los locales, es simplemente “el puente naranja”. Pero oficialmente, su nombre es Puente Méndez Casariego, en homenaje al intendente que impulsó su construcción. Con casi un siglo de vida, esta obra no solo cambió el trazado urbano de la ciudad, sino que se convirtió en uno de sus emblemas más potentes. Su historia se remonta a fines de la década del 20, cuando el gobierno nacional impulsó una serie de obras de infraestructura para conectar distintas localidades con la Ruta Nacional 14. La construcción del puente comenzó en 1928, durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen y con Eduardo Laurencena como gobernador de Entre Ríos, quien tuvo un papel determinante en la aprobación del proyecto. La estructura fue fabricada íntegramente en Ámsterdam, Países Bajos. Cada pieza metálica llegó numerada a Argentina, para ser ensamblada como un enorme mecano sobre el río. El montaje estuvo a cargo del ingeniero Jaime Banciz, quien supervisó la instalación de los pilotes y el ensamblaje de la estructura sobre vigas provisorias de madera. El 13 de junio de 1931, fue inaugurado formalmente. En un principio, el puente llevó el nombre de Hipólito Yrigoyen, pero luego fue rebautizado varias veces: primero como “6 de Septiembre”, luego como “La Balsa” —en referencia a un antiguo paso fluvial— hasta que en 1987 adoptó el nombre actual: Claudio Méndez Casariego, en homenaje al intendente que más luchó por su concreción. Una de las particularidades técnicas del puente es su mecanismo levadizo, que permitía el paso de embarcaciones hacia la arenera Giusto. Si bien ese sistema fue utilizado en determinadas ocasiones, aún se conserva su estructura original de contrapesos, engranajes, poleas y palancas. El puente no solo unió dos márgenes del río: también salvó al Parque Unzué. Donado en 1922 por el filántropo Saturnino Unzué, el parque estaba en riesgo de perderse al no estar afectado al uso público. La construcción del puente fue clave para garantizar ese destino, al facilitar su acceso desde el casco urbano. A lo largo de los años, fue testigo de todo tipo de hechos. Uno de los más recordados ocurrió en diciembre de 1990, cuando un grupo de militares carapintadas intentó volarlo durante un alzamiento. La rápida intervención policial evitó lo que pudo haber sido una tragedia. Con el paso del tiempo, el puente se convirtió en una postal obligada de Gualeguaychú. Su silueta metálica, teñida por el óxido y la pintura naranja, es escenario de fotos turísticas, caminatas al atardecer y eventos culturales. En abril de 2025, el municipio inició tareas de mantenimiento para preservar su estructura. Los trabajos —que incluyen bacheo, recambio de piezas metálicas y refuerzos en las juntas— se realizan por las noches para no entorpecer el tránsito. Desde la comuna aseguran que el objetivo es “garantizar la seguridad y prolongar la vida útil del puente más querido por los gualeguaychuenses”. A casi 94 años de su inauguración, el Puente Méndez Casariego sigue firme, resistiendo crecientes, el paso del tiempo y hasta intentos de voladura. Es parte del alma de la ciudad, testimonio de una época y símbolo de una comunidad que, con orgullo, sigue cruzando hacia su historia.
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