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  • Cero patatero

    » Diario Cordoba

    Fecha: 01/05/2025 08:46

    Una vez más queda demostrado que lo improbable es posible. No lo supimos hasta el pasado lunes cuando el apagón de todos los apagones, al quedar el país sumido en larguísimas horas de incertidumbre y una noche de tinieblas, pero resulta que esta «isla energética» que al parecer es España -lo que no impidió que nuestro vecino Portugal compartiera el mismo drama- posee un sistema eléctrico «robusto» y capaz de aguantar lo que le echen. Pues menos mal. Lo argumentaban así en la radio, con más deseos de tranquilizar a una población sobrecogida por las circunstancias que con auténtico convencimiento, ingenieros y demás expertos en redes eléctricas que improvisaban razones contra la angustia. Pero, mientras, la realidad desmentía sus explicaciones con el «cero» absoluto que paralizó a una nación entera por culpa de no se sabe qué y quizá nunca se sepa, aunque parece claro que semejante desastre solo pudo deberse a dos factores, con todos los matices y adjetivos que se les quiera poner: o a una mano malintencionada o a un fallo gordísimo en esa red que parecía infalible. Porque ni los más avezados en caídas de suministros alcanzan a entender cómo fue posible que 15 gigavatios (ojo, una unidad de potencia equivalente a mil millones de vatios), aproximadamente el 60% de la demanda, se perdieran en cinco segundos a las 12.33 horas del mediodía. Un misterio técnico que habrán de resolver quienes deban hacerlo. A los demás solo nos queda esperar que lo hagan con solvencia y rapidez, para evitar otro cero patatero en sistema tan robusto y que pueda repetirse el caos. Un total de 35.000 viajeros atrapados en trenes varados de pronto en mitad de la nada, o en zonas de muy difícil acceso para el rescate; otros muchos usuarios de metro en parecidas circunstancias; tráfico férreo detenido y multitudes en espera; circulación vial lentísima y peligrosa por no funcionar los semáforos, gasolineras donde no se podía repostar; hospitales donde no se atendía más que lo urgente; parálisis en las administraciones, ancianos solos confinados en su vivienda y una noche a oscuras con miles de personas literalmente tiradas en el suelo de las estaciones a verlas venir. Con todo, lo peor fue la intranquilidad, la impotencia, el miedo una vez más ante lo inexplicable. Como cuando nos encerraron en casa por la pandemia, a la que tanto nos recordó el desconcierto inicial y la incomunicación vividos. Porque el apagón nos dejó sin wifi, móviles -que no servían más que de linterna hasta quedarse sin batería-, teléfonos fijos, teles y periódicos en versión digital, esas cosas que tanto nos habían aliviado de la desinformación y el aislamiento cuando el covid-19. O sea, lo peor de lo peor. Solo la radio en su versión ‘vintage’, los transistores a pilas que ya casi nadie conservaba por viejos en la era del internet, contaban lo que estaba pasando y nos hicieron compañía, como en aquella otra jornada fatídica del 23F de 1981. ¿Habrá que seguir confiando a ciegas en las nuevas tecnologías? Algo bueno sí que trajo la caída histórica de la luz y fue el sentido solidario que siempre se abre paso en mitad de la tragedia. Cierto que, también como siempre, hubo quienes quisieron aprovecharse intentando estafas o soltando bulos. Pero predominó lo mejor del ser humano, su generosidad. Como esos vecinos de Villanueva de Córdoba o de Hornachuelos que dieron acomodo a los cientos de viajeros tirados en vías férreas cercanas. O a nivel internacional, la ayuda de Francia y Marruecos inyectando energía eléctrica o Gibraltar ofreciéndose para lo que fuera. No todo fue horroroso, no. Y además esa noche las estrellas lucieron más luminosas que nunca.

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