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La Paz » Politica con vos
Fecha: 30/04/2025 14:06
Cuatro economistas heterodoxos desarrollaron sus puntos de vista acerca del modelo económico y político implementado por el Gobierno libertario. La radicalidad como estrategia. En un contexto de escasas respuestas políticas frente a los embates cada vez robustos que el Gobierno libertario asesta a la sociedad argentina desde hace 16 meses, cuatro economistas heterodoxos se dieron cita en la sala Raúl González Tuñón del Centro Cultural de la Cooperación (CCC) para intentar responder si Milei aplica el modelo neoliberal de siempre o es otra cosa. Mercedes Marcó del Pont, presidenta de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE); Ricardo Aronskind, investigador y docente; Germán Pinazo, vicerrector de la Universidad Nacional de General Sarmiento; y Martín Burgos, coordinador del departamento de Economía del CCC, ante un auditorio colmado y atento, desarrollaron en el conversatorio sus ideas sobre la pregunta convocante. Burgos fungió de presentador del conversatorio, a la vez que llevó adelante una resumida introducción al tema. Tras enumerar a los invitados, sostuvo: «Hay que empezar a pensar qué tiene de nuevo este Gobierno, para poder encontrar respuestas políticas o bien entender lo que está pasando desde lo económico para ver cómo están jugando los distintos actores. Ese es el espíritu de esta charla». Marcó del Pont fue la primera en comenzar a desarrollar su punto de vista acerca de si este modelo es el mismo que los tres anteriores implementados en Argentina (dictadura militar del 76, menemismo y macrismo). «¿Tiene algo distinto?», se preguntó retóricamente. «No, es lo mismo. Quizás con acentuaciones en otros aspectos». «La sociedad actual es muy distinta a la de los otros experimentos neoliberales. Con mayor desigualdad, un mercado de trabajo más precarizado, una economía más desintegrada, con pérdida de entramado productivo, con todo lo que ha traído la globalización neoliberal y, sobre todo, lo que ha implicado en términos de pérdida de densidad de las democracias». Para cerrar su intervención, Del Pont señaló: «Para pensar el futuro tenemos que pensar en tres dimensiones. Lo económico-político, lo social y lo internacional. Qué economía va a quedar; qué condicionamientos de fondo van a existir, además del endeudamiento. A qué sociedad vamos a interpelar, con qué institucionalidad y con cuáles instrumentos. Y, por último, en qué mundo. Cuales serán los resquicios para plantearse un proceso de industrialización, de desarrollo tecnológico». Reflexiones. Los cuatro economistas coincidieron en las similitudes del modelo, e hicieron hincapié en sus consecuencias. El programa de la derecha A continuación, Aronskind comenzó afirmando: «Este modelo es igual y es distinto. Cada expresión neoliberal nos debilita y la autoconfianza nacional se va minando». Y directamente apuntó: «El responsable de este Gobierno es el conjunto de grandes empresas que vienen administrando Argentina desde la dictadura del 76 hasta acá. Que cada tanto se tiene que bancar irrupciones, pero a largo plazo es un proceso sostenido. Cada vez que toman el timón, saben dónde ir. La política de derecha no tiene programa, el programa son las corporaciones, que desde hace rato enarbolan la bandera blanca a la idea de transformarse en una burguesía que pelea algo a nivel internacional. ¿Por qué? Porque no hay ninguna burguesía que destruya su propio Estado. Han abandonado la idea de proyectarse en el escenario internacional como algo independiente. Se vio en el menemismo y siguen así, y cada vez peor». Para el final, Pinazo coincidió con quienes lo precedieron en el conversatorio en cuanto a la similitud con los tres Gobiernos neoliberales previos y retomó el concepto de radicalidad política a implementar por la oposición al que se refirió Aronskind como respuesta a la radicalidad de la derecha. «La única certeza que creo tener es que la radicalidad política es puro pragmatismo. Si el próximo Gobierno no confronta fuerte y con una concepción bastante radical sobre las medidas a tomar, estamos condenados a fracasar. Porque las condiciones materiales para gobernar son pésimas. Si no se lo encara así, es muy difícil que podamos volver a construir un Estado que sea sinónimo de una experiencia de bienestar».
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