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  • El paranaense Joaquín Irigoytía recordó el Mundial Sub 20 de 1995, a 30 años de la consagración

    Parana » Uno

    Fecha: 29/04/2025 13:03

    El paranaense Joaquín Irigoytía recordó el histórico título del Mundial Sub 20 de 1995, a 30 años de la consagración, en una emotiva charla con UNO . Este lunes se cumplieron 30 años de una de las gestas más recordadas del fútbol argentino juvenil: la consagración en la Copa Mundial Sub 20 de Qatar en 1995. Aquel equipo, dirigido por José Pékerman, marcó el inicio de una era dorada para las selecciones juveniles argentinas. Entre sus figuras destacadas se encontraba Joaquín Irigoytía , el arquero titular, cuya actuación fue fundamental para la obtención del título. Joaquín Andrés Irigoytía, nacido el viernes 15 de agosto de 1975 en Paraná, Entre Ríos, se formó en las divisiones inferiores de River Plate. Su desempeño en el Mundial Sub 20 fue sobresaliente, siendo elegido por la FIFA como el mejor arquero del torneo y recibiendo el Balón de Bronce, distinción otorgada al tercer mejor jugador del certamen. En la final disputada el viernes 28 de abril de 1995, Argentina venció a Brasil por 2-0, con goles de Leonardo Biagini y Francisco Guerrero. Irigoytía mantuvo su arco invicto, consolidando su reputación como una de las promesas más brillantes del fútbol argentino de la época. Argentina logró el título del Mundial Sub 20 de 1995 tras superar a Brasil en la final Embed Tras el éxito en Qatar, continuó su carrera en River Plate, donde disputó un puñado de partidos en la Primera División. En 1998, fue cedido al Hércules CF de España, aunque su paso por el fútbol europeo fue breve. Posteriormente, jugó en Colón de Santa Fe, Cerro Porteño de Paraguay, Cobras de Ciudad Juárez en México, Almagro, Lanús y Aldosivi, donde culminó su carrera profesional en 2006. Después de su retiro del fútbol, se alejó del deporte y se dedicó a la abogacía, especializándose en derecho ambiental. Actualmente, reside en Gualeguaychú, Entre Ríos, y ejerce como abogado, demostrando una notable transición de la vida deportiva a la profesional. A tres décadas de aquella memorable victoria en Qatar, su figura permanece como símbolo de una generación que dejó una huella imborrable en la historia del fútbol argentino. En diálogo con Diario UNO, Joaquín Irigoytía recordó su consagración, a 30 años de la gloria En diálogo con UNO, Joaquín rememoró con emotiva intensidad cada instante vivido en Doha, entre la nostalgia de quienes saben que hicieron historia y el orgullo de quien llevó el arco argentino a lo más alto. —A tres décadas de aquel histórico título, ¿qué sensaciones y recuerdos te invaden al mirar atrás y valorar el legado que dejaste en el fútbol juvenil argentino —Sinceramente, considero que aquel equipo fue el punto de partida de una nueva etapa para el fútbol argentino, que venía atravesando una profunda decadencia, sin éxitos relevantes y, sobre todo, dejando imágenes y sensaciones poco felices en el plano internacional. El renacimiento de nuestro fútbol encontró en la idea de José Pékerman las bases sólidas sobre las que se construiría todo lo que vino después. Lamentablemente, aquel seleccionado juvenil no pudo ser la base del equipo olímpico que, en Atlanta 1996, no logró coronarse, algo que, posiblemente, habría sucedido si Pékerman hubiera sido el director técnico. —Si pudieras mandarle un mensaje al Joaquín de 19 años que se subía al avión rumbo a Doha, ¿qué le dirías? —Le diría que hiciera exactamente lo mismo que en el Campeonato Sudamericano Sub 20 de Bolivia, jugar con alegría, compromiso y orgullo, para volver a ser el mejor del torneo. —¿De qué manera influyó José Pékerman en tu crecimiento profesional y personal durante ese certamen? —Tuvo una gran influencia en ambos aspectos. En lo deportivo, comprendí lo que significaba el profesionalismo, no podías relajarte, tu rendimiento debía ser siempre superlativo porque había un compañero de gran nivel esperando su oportunidad. En lo personal, las charlas que tuvimos fueron fundamentales, ya que me transmitió toda su experiencia y sabiduría con una generosidad enorme. —¿Cómo lograste mantener el arco invicto ante un Brasil repleto de estrellas en la final? —Ese equipo era una máquina, todos sabíamos lo que debíamos hacer. Particularmente, en lo que respecta a Brasil, lo habíamos estudiado tanto que llegamos a soñar con enfrentarlo en una revancha, como la que perdimos en Bolivia, en el último partido del Campeonato Sudamericano Sub 20. —Al referirte a lo feo del fútbol como uno de los motivos de tu retiro, ¿qué momentos concretos te resultaron más insostenibles? —Más allá de los episodios puntuales vividos en los distintos clubes en los que jugué, podría resumir mi respuesta diciendo que lo que me resultó insostenible fue padecer los negociados entre los directivos, los representantes y muchos técnicos, que, muy lejos de cumplir con la función para la que fueron contratados, solo veían una oportunidad para obtener un beneficio personal. Desconozco cuál es la situación actual del fútbol argentino, ya que, al retirarme en julio de 2007, me alejé definitivamente de ese mundo. —¿Cómo fue el proceso de reinventarte como abogado y qué paralelismos encontrás entre el trabajo en un estudio jurídico y la disciplina del fútbol de alto nivel? —Fue un proceso complicado, un verdadero duelo, el duelo del jugador de fútbol. Cuando llega ese momento, te das cuenta de que sos un jubilado joven, y si querés alejarte del ambiente, nada de lo aprendido te sirve para desenvolverte en una sociedad que desconoces. Por eso, encontrar tu lugar fuera del fútbol es difícil. Me costó meses decidir qué hacer, ya que al dejar la actividad, no tenía nada definido. Ahí fue cuando me apoyaron mi esposa de ese entonces y mis tres hijas, que en ese momento eran pequeñas. Ellas fueron mi motor para estudiar en CABA, a pesar de solo poder verlas los fines de semana. El desafío fue dejar de sentirme utilizado por los mismos personajes que viven del fútbol y empezar a ser dueño de mi propio destino. En cuanto a la profesión, aunque hay muchos matriculados, es complejo vivir bien de ella. El camino después del fútbol no ha sido fácil. Pero gracias a Dios, a mi familia y a mi esfuerzo, no me quejo de mi presente.

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