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» Elterritorio
Fecha: 27/04/2025 07:44
domingo 27 de abril de 2025 | 6:00hs. “Gracias por traerme de nuevo a la plaza”. Esas fueron las últimas palabras de Francisco. A pesar de la larga internación, de haber estado al borde de la muerte, de apenas poder hablar y respirar, quiso compartir esa Pascua con su pueblo. La única duda era si lo lograría. Y lo hizo. Horas después se entregaba a los brazos del Padre. Los milagros existen también en la muerte. Y qué bendición dar ese paso final en la Pascua. En su partida, imposible no recordar su llegada. Ese 13 de marzo de 2013, de fumata blanca y Habemus Papam, en que el nombre de Jorge Bergoglio resonó al mundo. El Papa era argentino. Y todo había cambiado. En Argentina, simplemente no lo podíamos creer. Fue como haber ganado otro mundial. Pero diferente, en otro campo de juego. Y en el mundo empezaría ese asombro cotidiano de un Papa que se saldría cada día con una cosa diferente, corriendo siempre el límite un poquito más hacia el lado de los más pobres y excluidos. Cada día un gesto nuevo y bien concreto: una cárcel, un hospital, Lampedusa. El mensaje fue clarísimo desde el comienzo, desde el mismo nombre: Francisco. Los que conocían lo que significó el pobrecito de Asís, sobre todo para la Iglesia, entendieron bien que este nuevo Francisco llegaba al Vaticano para hacer cambios. O a hacer lío, como les diría a los jóvenes católicos del mundo reunidos en Brasil. Fue un comienzo arrollador. Con acciones contundentes que también buscaron cambiar al mundo. Ambicioso sí, pero propio de los grandes. Y de los que dejan huella. Persona extraordinaria. Con una sensibilidad excepcional. De profunda coherencia entre sus acciones y su fe. Una presencia transformadora e inspiradora. Compromiso. Humildad. Todo esto se escuchó una y otra vez, estos días, de boca de quienes lo conocieron personalmente. Un mensaje tan radical, con una propuesta tan desafiante, y también, incómoda. Su “Recen por mí”. El divertido “Hagan lío”. El pedido de “pastores con olor a ovejas’. A la luz de su muerte, cobra dimensión histórica lo disruptivo de estas frases. Y se instala la pregunta: Cuándo volveremos a tener otro Papa así. Así de franco. Así de claro. Así de coherente. Así de argentino. El tiempo dirá cuánto de lo que predicó termina con la muerte de Francisco. Y cuanto ya cambió para siempre. Y también en esto muchos eligen creer. Por estos días nuestros dispositivos se han llenado de tantas imágenes suyas, anécdotas, diálogos conmovedores. El Papa de los mil gestos, siempre sorprendiendo. Siempre yendo un poco más allá en el amor. Y esa imagen multiplicada y recorriendo el mundo en estos tiempos de inmediatez y redes sociales. Su mensaje claro, transformador, desafiante y dicho con inmensa dulzura. Con serenidad. Su mirada divertida, su sonrisa leve y constante. Y todo esto es apenas la periferia de las profundas transformaciones que impulsó en la Iglesia y que le pidió al mundo que hiciera. Cientos de miles de fieles de todo el mundo lo despidieron desde el jueves hasta ayer. Ya casi un santo para algunos, vamos a pedirle un primer milagro. Uno bien difícil y complicadísimo, pero que seguramente a Francisco le encantaría que se haga realidad. Que en esta tierra bendita podamos vivir como hermanos y alcance para todos. Francisco, ahora rezá vos por nosotros.
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