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  • Los talismanes del poder

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 27/04/2025 02:22

    En general se pueden identificar categorías bien diversas en su dinámica, pero coincidentes en cuanto a lo que transmiten. Los choferes, el séquito de “secretarios”, las ubicaciones preferenciales en eventos, el uso de recursos para financiar gastos personales y familiares, son sólo una parte de esa larga nómina de aspectos controversiales que merodean a los poderosos. Quizás valga la pena diferenciar a unos de otros. Cuando esos desmanes ocurren en el sector privado por opinables que sean esas situaciones, al final del día las solventa un particular, una empresa y por lo tanto es probable despropósito tiene una lógica bien distinta a cuando esto acontece en los ámbitos estatales. "Una mirada introspectiva podría ayudar mucho, aunque quizás esperar eso sea algo ingenuo y haya que asumir con resignación que nada bueno puede venir de allí, al menos no espontáneamente." Cuando los protagonistas son funcionarios la cosa toma otros ribetes, ya que esos fetiches están solventados por impuestos de los contribuyentes, es decir que en cada ademán inadecuado se involucran fondos del erario y el abuso allí entonces configura una pauta absolutamente criticable. Algunos intentan minimizar el punto aduciendo argumentos tan pobres como inmorales. Aducen que no es un desembolso muy significativo y que por lo tanto pretender ahorrar en esos ítems despreciables no tendría demasiado sentido. Tal vez haya que señalar que lo que se objeta no es lo cuantitativo del asunto sino lo cualitativo que es alevoso y evitable. Muchos cuestionan estas actitudes cuando miran como espectadores desde fuera al sistema. Entienden que está mal y que por lo tanto no corresponde, sin embargo, a poco de andar, cuando ingresan al esquema público van acoplando hábitos ajenos y empiezan a justificar cada pequeña prerrogativa. "Es hora de revisar este proceder. Los ciudadanos deben comportarse como tales y exigir que lo suyo sea cuidado con austeridad republicana, con sentido común, con criterio responsable para dejar atrás décadas de excesos, que a pesar de no ser ilegales demuestran una temeridad imperdonable." Lo que antes era totalmente inadmisible, de pronto se transforma en una tradición que hay que tolerar ya que los que estaban antes lo hacían así. Estos falsos rituales son muy seductores y estimulantes para quienes se aprovechan del cargo. La pleitesía que perciben los que llegaron hasta allí es muy tentadora y genera una adrenalina casi adictiva. Son los símbolos del poder. Tener un medio de movilidad a disposición, con conductor incluido y hasta guardaespaldas asignados es una huella gratificante y la fascinación con estas facultades extraordinarias hace que pocos renuncien a semejantes chances que refuerzan la autoestima, aunque en el fondo no hablan bien de quienes incorporan estas rutinas como razonables. Podrán existir algunas excepciones a esta regla que deberían considerarse con otro prisma o desde una perspectiva singular, sobre todo cuando los implicados son primeros mandatarios en cuyo caso parte de eso tiene estrecho vínculo con la seguridad y su investidura. "Por otro lado, si los personajes pudieran comprender que están allí de paso, de un modo transitorio, convocados para una misión que tiene fecha de vencimiento, trabajando para una sociedad y no para sí mismos, probablemente otros serían sus gestos cotidianos." La mayoría de estos atropellos suceden a cara descubierta y se encuentran amparados por una sociedad cómplice que no discute ni un centímetro estos disparates. Si la gente fuera duramente crítica con esas acciones muchos, al menos por pudor, se cuidarían de insistir con este modelo tan clásico como infame. Debería emerger otra barrera previa, vinculada a la reflexión de los poderosos. Privarse de estas insignias no es tan difícil. Asumiendo que es muy provocadora la posibilidad de hacer uso de ciertas prebendas, podría ser enormemente satisfactorio disfrutar de omitir esos ritos tan repugnantes. Si la motivación no viniera de la mano de esa placentera sensación otro movilizador podría ser el rédito político que esas conductas traen consigo. Un burócrata que pudiendo utilizar lo público se despoja de ello sería muy bien visto por una comunidad que ya entendió que todo ese circo lo paga con tributos. Es hora de revisar este proceder. Los ciudadanos deben comportarse como tales y exigir que lo suyo sea cuidado con austeridad republicana, con sentido común, con criterio responsable para dejar atrás décadas de excesos, que a pesar de no ser ilegales demuestran una temeridad imperdonable. Por otro lado, si los personajes pudieran comprender que están allí de paso, de un modo transitorio, convocados para una misión que tiene fecha de vencimiento, trabajando para una sociedad y no para sí mismos, probablemente otros serían sus gestos cotidianos. "Ese grupo necesita tener un poco más de empatía. Gobiernan para gente que los seleccionó directa o indirectamente para cumplir un cometido. No vinieron a saquear lo que queda sino a honrar un compromiso cívico. Se espera de ellos lo mejor y no lo peor." Ese grupo necesita tener un poco más de empatía. Gobiernan para gente que los seleccionó directa o indirectamente para cumplir un cometido. No vinieron a saquear lo que queda sino a honrar un compromiso cívico. Se espera de ellos lo mejor y no lo peor. Una mirada introspectiva podría ayudar mucho, aunque quizás esperar eso sea algo ingenuo y haya que asumir con resignación que nada bueno puede venir de allí, al menos no espontáneamente. Muchos se enfadarán con esta descripción generalista y aducirán que no todos son iguales, y en eso tendrán mucha razón, pero no menos cierto es que esta es la actitud más usual que se ha planteado hasta ahora y lamentablemente los casos distintos son pocos y aislados.

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