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  • Cafetines de Buenos Aires: Cora, la propuesta moderna inmersa dentro de uno de los símbolos de la historia de la ciudad

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 27/04/2025 04:57

    Los propietarios del Kavanagh permitieron que se instalara un bar en la planta baja del edificio Luego de escribir sobre cafés con muchos años de servicio, hoy traigo al relato uno que abrió hace nueve semanas. Sin embargo, este neonato cafetín ocupa la planta baja de una construcción emblemática. Una silueta simbólica que se recorta en el imaginario de todo porteño. Declarado Monumento Histórico Nacional. Me refiero al Edificio Kavanagh. Y su café: Cora. Por primera vez, en sus casi 90 años, el Kavanagh tiene una cafetería. Hasta ahora, el reglamento interno no lo permitía. Tras varios meses de presentaciones y reuniones, el Consejo de Administración autorizó a Martín y Facundo Olabarrieta, padre e hijo, a abrir su soñado espacio al que bautizaron con el apodo con el que se conocía a Corina Kavanagh, mentora del proyecto edilicio inaugurado en 1936, el año del IV Centenario de la Fundación de Buenos Aires por Pedro de Mendoza, el mismo año que, para celebrar esas efemérides, la ciudad inauguró el Obelisco, el otro contorno modernista que nos define como sociedad. Las mesas y las sillas tienen un diseño particular. En el bar se pueden ver las columnas originales del edificio El Kavanagh es un símbolo del modernismo en Argentina. En su momento, fue el rascacielos más alto de Sudamérica y la estructura de hormigón armado más alta del mundo. En el libro Arquitectura en la Argentina del siglo XX. La construcción de la modernidad de Jorge Francisco Liernur (Fondo Nacional de las Artes, 2001) leí que la construcción de grandes edificios en altura comenzó poco después de la Gran Crisis de la Bolsa de Comercio de Nueva York en 1929. El negocio surgió para evitar la pérdida de valor en los activos de la gente adinerada cuyas inversiones caían en picada. El nuevo lucro para esta exclusiva clase social se concentró en la urbanización de rascacielos con rentabilidad a mediano y largo plazo. En 1933, dice Liernur “comenzó la construcción del más grande jamás imaginado en Buenos Aires, en los terrenos que Corina Kavanagh tenía frente a la Plaza San Martín”. El emprendimiento corrió en paralelo, y con similar objetivo, al que John Rockefeller levantó en la Gran Manzana, el famoso Rockefeller Center. Pero mientras que el edificio estadounidense se construyó para satisfacer la demanda de las distintas compañías del grupo, el Kavanagh se destinó a los únicos actores sociales que pudieron sortear la profunda crisis mundial en la Argentina: las familias ricas con negocios agropecuarios capaces de sobrevivir a todo tipo de conflicto y aptas para garantizar una alta renta a largo plazo, lo que, es decir, calificadas para recuperar el capital invertido en la erección del rascacielos. El café abrió el 20 de febrero pasado. Un 20 de febrero, pero de 1890, había nacido Corina Kavanagh Los 30 pisos del Kavanagh, con sus 120 metros de altura, que fueron destinados a familias patricias, no formaron parte del plan original. Durante la obra, la municipalidad fue otorgando excepciones de altura para construir en la zona. ¿Les suena? Y como compensación, el proyecto incluyó la apertura de una calle transversal de uso semipúblico que llevó el nombre de la aristócrata y estanciera que encargó la edificación: Corina Kavanagh. ¿Y quiénes son los Olabarrieta que lograron torcer la anterior voluntad de un férreo reglamento de copropietarios que no permitía la apertura de un local gastronómico o cafetería en el emblemático edificio? Los Olabarrieta vienen de una familia de grandes cocineros. La tradición comenzó con la abuela que se formó con monjes suizos y derramó su saber en la mezcla de sabores y estética en el emplatado a toda su descendencia. El Kavanagh, situado frente a Plaza San Martín, se comenzó a construir en 1933 Martín Olabarrieta es un arquitecto que en los últimos años se volcó al interiorismo. Toda la puesta de Cora le pertenece. El local que recibieron estaba alfombrado y tabicado con durlock. La primera tarea fue despojar toda materialidad ajena al edificio. Por ejemplo, las columnas de hormigón y canto rodado que se lucen en el salón estaban revestidas. Para vestir a Cora se usó mármol travertino que mantiene un diálogo con el mismo material que existe en el hall del edificio. El mobiliario y la vajilla son de excepción. Las sillas son un diseño de Ricardo Blanco, reconocido arquitecto dedicado al diseño industrial, profesor emérito de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA, ganador del Premio Konex de Platino en 2002 y fueron compradas a un coleccionista. Las mesas de madera laqueada son un exquisito diseño del propio Martín Olabarrieta. Y la vajilla es de Acme, la casa neozelandesa que fabrica las mejores tazas para tomar café. La puesta incluye libros de arquitectura y diseño para disfrutar más una bandeja reproductora de vinilos con música de Ástor Piazzolla, Miles Davis, Chet Baker, entre otros. El local también dispone de un sótano que los Olabarrieta están preparando para hacer degustaciones, muestras de arte y reuniones privadas. Como ven, todo acorde a la categoría del sueño de excelencia de Corina Kavanagh. Café especial. No necesariamente de especialidad. Así de presenta el Cora del Kavanagh Facundo Olabarrieta es pastelero y cocinero con una larga trayectoria en gastronomía. Comenzó en la cocina de Freud & Fahler y continuó en Anchoíta. Fue en ese último restaurante que sintió que no lo completaba estar en la trastienda y comenzó a pensar en un proyecto personal que lo tuviera al frente y en contacto directo con los clientes. Estudió Letras y Artes en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y escribió artículos para revistas especializadas y también un libro sobre la historia del azúcar. Junto a Agustín Biondi armaron la empresa Proyectil que asesora y desarrolla proyectos gastronómicos que incluye el diseño de marca, estética y concepto. Facundo además es músico y compositor. Esta breve biografía resume el perfil de quien es la cara visible de Cora. Como ya lo dije, Cora queda en el Edificio Kavanagh. Esto es en la calle Florida 1065. En el tramo aún vehicular de la calle que se convirtió en peatonal definitiva a partir de julio de 1971. Cuando reabra su vecino en proceso de recuperación, el Plaza Hotel, con el Bar del Plaza en su interior —uno del listado de Bares Notables— Buenos Aires habrá recuperado gran parte de su esplendoroso perfil en bares y cafés y Florida habrá extendido su tradicional paseo unas cuadras barranca abajo. El barrio Retiro, mientras espera, va reinstalando en su territorio aledaño galerías de arte y espacios culturales como Barrakesch en Rojas 446 y las nuevas propuestas de la Galería Larreta en Florida 971. El sótano del Cora se destinará a reuniones, degustaciones o muestras de arte No esperen encontrar en estas líneas la leyenda que cuenta que el edificio fue construido para vengar una relación que no prosperó por impedimento de Mercedes Castellanos de Anchorena. No dan las fechas. Esa teoría es falsa. Pero sí existe otra sincronía que le da peso simbólico al nuevo cafetín. Durante mi visita a Cora, Facundo no se detiene un segundo. Está pendiente de todo, la música, la atención al público, el orden en la barra y mis preguntas. De manera recurrente vuelve sobre su idea madre, el foco constante en el concepto y su reafirmación en cada rincón y a cada paso. En el tarjetón de presentación, a modo de definición, ese nuevo espacio ya se distingue de tantos otros cafés de especialidad que abrieron en los últimos años en Buenos Aires. En este caso dice: Cora. Café especial. Y bien que lo es. Cora abre de lunes a sábado de 8 a 20. Me dice Facundo que las tardes están quedando cortas. El local se llena de gente que va por un vermú o una copa de vino mientras disfruta de las puestas de sol, y la mejor música, frente a Plaza San Martín. Es probable que en breve el horario cambie de 9 a 21. En el Cora también hay libros y una reproductora de vinilos de música especialmente seleccionada Entiendo la preocupación de los Olabarrieta no solo por responder a la demanda de un Consejo de Administración peculiar sino también a la propia historia de Buenos Aires. Les llevó varios meses de puesta a punto hasta que estuvieron conformes. El ejercicio incluyó el mobiliario adecuado, la búsqueda del personal y la capacitación como baristas. Finalmente, después de varias postergaciones, sin premeditación alguna, Cora abrió el 20 de febrero pasado. Esa fecha es la del cumpleaños de Corina Kavanagh. Instagram:@cafecontado

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