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» Diario Cordoba
Fecha: 27/04/2025 00:49
Los insectos están en crisis. Esos pequeños arquitectos de la vida, constituyen el grupo animal más diverso y abundante del planeta. Las más de un millón de especies descritas –y se estima que quedan millones por descubrir–, desempeñan una labor insustituible: polinizan el 80% de las plantas con flores, reciclan nutrientes al descomponer materia orgánica y son la base alimenticia de aves, mamíferos y peces. Gran parte de los cultivos del planeta dependen de ellos, por lo que los insectos son básicos para la alimentación de la humanidad. Pero, mientras organizaciones globales alertan sobre su declive, siguen estando infravalorados y poco estudiados: solo el 1% de estas especies ha sido evaluado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Un estudio pionero, publicado en ‘Science’, ha querido responder a una pregunta: ¿Cómo proteger lo que ni siquiera conocemos? Los investigadores proponen un cambio radical en la forma de abordar esta crisis. El estudio, que involucra a 18 instituciones científicas, subraya la urgencia de integrar datos fragmentarios para actuar antes de que colapsen ecosistemas enteros. "No podemos permitirnos esperar décadas a tener datos perfectos", advierte Rob Cooke, autor del trabajo. De las 12.100 especies de insectos evaluadas por la UICN, el 20% está en peligro. Pero esta cifra es engañosa, pues la realidad es aún peor. La mayoría de los datos provienen solo de mariposas, abejorros y libélulas monitorizadas en Europa y Norteamérica. En contraste, regiones clave como la Amazonía, el Congo o el Sudeste Asiático carecen de registros sistemáticos. "Es como si estudiáramos la salud de los océanos solo mirando peces de acuario", compara Charlotte Outhwaite, autora del estudio. Las tijeretas se encuentran entre las especies de insectos menos estudiadas a nivel mundial. / Charles J. Sharp (CC BY SA 4.0) Este desequilibrio tiene consecuencias. Por ejemplo, en Ghana no existe un solo registro público de poblaciones de escarabajos, mientras que el Reino Unido cuenta con bases de datos que abarcan 50 años. "Sin información de los trópicos, donde la biodiversidad es máxima, no podemos entender tendencias globales", explica Outhwaite. Insectos ‘poco carismáticos’ Por otro lado, los insectos ‘poco carismáticos’, como tijeretas (Dermápteros), cucarachas (Blattodeos) o moscas (Dípteros), son ignorados, pese a sus importantes roles ecológicos. Las tijeretas, por ejemplo, controlan plagas de pulgones en cultivos, mientras que las cucarachas aceleran la descomposición de materia orgánica en suelos tropicales. El estudio propone un marco integrador que combine cuatro metodologías: Series temporales: Seguimientos a largo plazo, como el ‘UK Butterfly Monitoring Scheme', que desde 1976 registra caídas del 50% en mariposas de campo. Estos datos, aunque valiosos, son escasos fuera de los países ricos. Comparaciones espaciales: Analizar diferencias entre hábitats. Un ejemplo es el contraste entre campos agrícolas intensivos y reservas naturales: en Alemania, un estudio reveló que las áreas con pesticidas tenían un 75% menos de biomasa de insectos. Experimentos controlados: Pruebas para medir impactos específicos. En Sudáfrica, científicos removieron especies invasoras de plantas en una zona y observaron un aumento del 40% en abejas nativas después de dos años. Opinión experta: Cuando faltan datos, los científicos extrapolan conocimientos. Un ejemplo: "Si sabemos que los escarabajos coprófagos son sensibles a la sequía, podemos inferir cómo el cambio climático los afectará en regiones sin monitoreo", detalla Cooke. Varias moscas sobre una hoja. / Pixabay La clave, según los autores, es combinar estas fuentes para mitigar sesgos. "Un solo método nos da una foto borrosa; juntos, forman un panorama más nítido", resume Outhwaite. Los impulsores del declive son múltiples y sinérgicos. Un modelo citado en el estudio sugiere que el calentamiento global podría reducir las poblaciones de polinizadores en un 30% para 2100 en zonas tropicales. A esto se suman los pesticidas neonicotinoides, vinculados a la desorientación de abejas, y las especies invasoras, como la avispa asiática (Vespa velutina), que devora colmenas enteras. El papel de la inteligencia artificial Pero el mayor obstáculo es la incertidumbre. ¿Cómo afecta la contaminación lumínica a las polillas nocturnas? ¿Qué pasa con los insectos acuáticos en ríos contaminados por fármacos? "Hay lagunas enormes. Por ejemplo, no hay estudios a largo plazo sobre moscas en África, pese a que son cruciales para descomponer cadáveres de animales", señala Cooke. Los insectos son tan diversos que su conservación plantea dilemas únicos. Proteger a una mariposa monarca requiere estrategias distintas a las de un escarabajo del estiércol. "Con un millón de especies, es imposible actuar caso por caso. Debemos identificar acciones que beneficien a grupos enteros", afirma Outhwaite. Un ejemplo es restaurar corredores florales para polinizadores, una medida que ayuda tanto a abejas como a sírfidos o escarabajos florícolas. Sin embargo, esto exige entender preferencias de hábitat, tolerancia a perturbaciones y ciclos de vida. Aquí, la tecnología ofrece esperanzas: en Australia, drones equipados con sensores infrarrojos rastrean enjambres de langostas, mientras que en Costa Rica, cámaras trampa automatizadas monitorean escarabajos nocturnos. "La inteligencia artificial puede analizar millones de imágenes de insectos capturadas en cámaras, algo imposible para humanos", destaca Cooke. El objetivo es ambicioso: crear un ‘mapa de vulnerabilidad’ que identifique regiones y especies en mayor riesgo. Por ejemplo, si los datos sugieren que los escarabajos peloteros de la sabana africana son críticos para reciclar nutrientes, pero están amenazados por el sobrepastoreo, los gobiernos podrían regular el uso de tierras. Las abejas se encuentran entre los principales polinizadores en diferentes zonas del mundo. / Pixabay "No se trata solo de salvar insectos, sino de proteger servicios ecosistémicos valorados en miles de millones de dólares anuales", subraya Outhwaite. Pero el camino está plagado de obstáculos. En países con conflictos políticos o pobreza extrema, monitorear es casi imposible. Además, existe resistencia de sectores agrícolas a reducir los pesticidas. "Necesitamos diplomacia científica: convencer a todos de que sin insectos, no hay comida", remata Cooke.
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