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  • El brutalista. László Toth y su largo calvario

    Concordia » El Heraldo

    Fecha: 26/04/2025 21:32

    En la arquitectura, la utilización eficiente de los materiales y recursos sumada a una adecuada y elevada concepción artística ha conseguido la concreción de notables obras que han trascendido a su tiempo y, en particular, han constituido corrientes y tendencias. Algunas de esas tendencias arquitectónicas en función de principios filosóficos procurando, a su vez, funcionalidad de las construcciones, han privilegiado la conformación de edificios de uso público. Una de esas corrientes fue el brutalismo. Iniciado a partir de la combinación entre una concepción ética de la sociedad, estética en función de construcciones minimalistas y utilitaria en procura de una economía de recursos, la arquitectura brutalista comenzó a desarrollarse en Inglaterra en la posguerra. Era necesario, en un clima de absoluta austeridad económica, acometer la construcción de conjuntos de viviendas, oficinas públicas, escuelas y servicios comunitarios. La reconstrucción de los edificios y la diagramación urbanística de las ciudades fueron las razones por las cuales a partir de la década del ´50, algunos arquitectos como Alison y Peter Smithson le dieron consistencia al Brutalismo, estilo arquitectónico, que exterioriza los materiales de construcción; usa hormigón a la vista, sin pintura y considera formas geométricas angulares. El brutalismo perseguía que la arquitectura se basara en la razón, la simple geometría, la funcionalidad y la austeridad en la decoración. Buscaba simplicidad, alejándose de los estilos más ornamentados. Algunos consideran como antecedentes del Brutalismo a las obras de Le Corbusier y a los desarrollos arquitectónicos de la escuela de arte, diseño y arquitectura alemana, la Staatliche Bauhaus (la Casa de la Construcción Estatal). Ésta, configurada como de vanguardia artística, tenía como norte que la forma le seguía a la función y fue creada por Walter Gropius en Weiman en 1919. Luego de mudar su sede primero a Dessau y más tarde a Berlín, fue cerrada por el nazismo en 1933, luego de intensas expresiones de censura y de persecución a sus principales exponentes. Es una constante de los gobiernos autoritarios, perseguir a los artistas por la impronta de libertad de pensamiento y amplitud de visión que genera el arte. Así, fue como que algunos de ellos terminaron recalando en los Estados Unidos o en la Unión Soviética. La Bauhaus (como comúnmente se la conoce) fue una usina de creadores que excedió a la arquitectura. Así se consideran referentes de la casa, pintores como Wassily Kandinsky, Paul Klee y fotógrafos como Ellen Auerbach y el argentino Horacio Cóppola. Retomando al brutalismo. Algunos atribuyen esa denominación al propio Le Corbusier, dado que en su discurso en la inauguración de la Unité d´Habitation de Marsella el 14 de octubre de 1952, utilizó el término francés béton brut (concreto bruto), apelando al elemento más utilizado en esa forma de construcción: el hormigón. En todo el mundo hay edificios de estilo arquitectónico brutalista. Entre otros, en Londres el Barbican Center y el National Theatre. En Estados Unidos la Yale Art, la Universidad de Massachusetts Dartmouth, el edificio del Colegio de Arquitectos de Boston y el campus de la Universidad de Minessota. El Gran Teatro de Quebec, en Canadá; la Corte Suprema de Australia en Canberra. En Argentina los dos edificios más emblemáticos de esta tendencia han sido diseñados por Clorindo Testa. La Biblioteca Nacional “Mariano Moreno”, en la ciudad Autónoma de Buenos Aires, construida en lo que fuera la Quinta Unzúe, en su momento residencia presidencial y donde falleció Eva Perón. Testa denominaba “Gliptodonte” al edificio de la Biblioteca (al que lo proyectó junto a Francisco Bullrich y Alicia Cazzaniga), porque en las excavaciones preliminares se habían encontrado restos de un gliptodonte. El otro edificio diseñado por Testa es del Ex Banco de Londres y América del Sur inaugurado el 15 de julio de 1966, donde funciona hoy la casa matriz del Banco Hipotecario en la capital del país. Otros edificios del estilo brutalista son el de la Escuela Superior de Comercio “Manuel Belgrano” y el Palacio Municipal “6 de Julio” de Córdoba y el de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Mendoza en la ciudad homónima. László Toth, un arquitecto judío sobreviviente del Holocausto y nacido en Hungría impulsor del brutalismo, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, recala en los Estados Unidos atraído por un primo que vive en Filadelfia con su mujer y en la búsqueda del sueño americano. Este resumen es el inicio de “El Brutalista”, película dirigida por Brady Corbet e interpretada protagónicamente por Adrien Brody. En realidad, Toth es un nombre ficticio y por lo tanto no ha formado parte de la tendencia brutalista. Pero el personaje le sirve al director (guionista también del film, conjuntamente con Mona Fastvold, una joven directora noruega, pareja actual de Corbet), para relacionarlo con los arquitectos de la Escuela de Bauhaus, y en función de ello, armonizar una historia de aspiraciones humanas con la corriente que sigue generando controversia entre los profesionales de la arquitectura. En particular algunos especialistas evalúan al brutalismo como una posición filosófica utilitaria y de valoración positiva del espacio frente a otros que coligan el autoritarismo y la dominación del Estado con las edificaciones monolíticas de concreto. Toth que ha conseguido llegar a los Estados Unidos, mientras desconoce si su mujer y su sobrina permanecen aún con vida en Hungría, se ubica en la trastienda de la mueblería de su primo Attila (Alessandro Nivola) realizando tareas menores, hasta que la convocatoria de Harry Van Buren (Joe Alwyn), un joven millonario para construir una biblioteca para su padre (Guy Pearce) lo termina vinculando con esa familia, luego de una primera controversia con Van Buren, padre. Se produce entonces el alejamiento de Toth del lugar donde residía, fundamentalmente por los celos de su primo, y comienza a desarrollar un proyecto para Van Buren, un millonario “hecho a sí mismo” Luego del fallecimiento de su madre, Van Buren pretende realizar en su homenaje un colosal centro cívico con un estadio y una capilla, entre otros edificios, en la cima de una colina en las afueras de Doylestown, en Pennsylvania. Para ello le encarga el diseño y la dirección a Toth. A partir de ese hecho, la realidad del protagonista cambia rotundamente. De trabajar casi como un empleado marginal a dirigir un proyecto de significativa importancia. Pasa a residir en una cabaña en la finca de su mecenas. Éste, inicialmente aparece como subyugado por Toth y dispuesto a invertir todo lo necesario para concretar el proyecto, pero actúa con disimulada malevolencia, retaceando colaboración en determinado momento y sometiendo a Toth a una especie de supervisión por otro profesional que no solo mantiene celos de la situación sino provoca cambios en el proyecto que terminan derivando en una tensa relación. La necesidad y la dependencia de Toth respecto de Van Buren genera un evidente abuso por parte de éste. Enterado que la esposa de Toth, Erzsebét (Felicity Jones) estaba con vida, Van Buren le ofrece ayuda para el traslado de ella junto con su sobrina hasta los Estados Unidos. Ello será un elemento que al final tendrá una importancia medular. No obstante, a pesar de ello, el dolor de la guerra que persiste en Toth lo mantiene dependiente de las drogas y el continuo sometimiento de ellas, lo va debilitando. Hasta que un hecho ignominioso y humillante, a la vez que inesperado, en Carrara, Italia, donde concurren Toth y Van Buren para la elección del mármol necesario para la construcción, desencadena el final del drama. La película que, en cierto sentido, es monumental, transita el dolor y la crueldad durante todo el relato. Toth, impecablemente actuado por Adrien Brody es un hombre lastimado permanentemente. Preso y perseguido por su condición de judío; inmigrante en una sociedad ajena y compleja; lastimado en su honor por su familiar; sometido por un millonario y por el hijo de éste, lo exponen al menoscabo y a la crueldad. Por otra parte, el resto de las actuaciones son notables; la música y la ambientación son espléndidas; el guion es ajustado, de forma tal que la extensión del film (más de 3 horas y media) no se siente en ningún caso y aborda con eficacia temas como la diáspora judía, la migración consecuencia de la guerra, el capitalismo y sus relaciones de poder y dominación, las diferencias sociales y el sueño del desarrollo artístico y espiritual de un creador. Nominado a 10 premios Óscar de la Academia, ganadora del Golden Globe y de numerosos premios, entre los de los críticos de cine de Boston, Los Ángeles, Phoenix y Nueva York, el León de Plata como mejor director y varios premios en Venecia, el film, de modesto presupuesto, se convierte en una referencia imprescindible para reflexionar sobre el hecho artístico y el dolor del desarraigo, la guerra y la injusticia.

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