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Concordia » El Heraldo
Fecha: 26/04/2025 21:31
La lanchita no es cualquier vehículo: es, en palabras de su creador, Jorge Roberto González, más conocido como Gonzalito, un símbolo. “La familia de Concordia depositó mucha confianza en mí. Paseé a todos los chicos de esa época, que hoy ya son hombres, mujeres, con familias”, cuenta emocionado. Gonzalito construyó la lancha en 1989. Para 1990 ya estaba habilitada y comenzó su recorrido festivo por las calles, transformando cumpleaños, eventos escolares y celebraciones en un viaje mágico. Durante décadas fue parte del paisaje urbano y emocional de la ciudad, hasta que, hace unos cinco o seis años, se le prohibió circular. “No sé por qué. Nunca tuve un accidente, nunca puse a nadie en riesgo. La familia de Concordia lo sabe”, dice, todavía sin entender cómo se detuvo un viaje que parecía interminable. La historia tomó un giro inesperado en 2021, cuando se frenó su desmantelamiento gracias al clamor popular. “La tenía guardada, iba a desarmarla. Pero se publicó una nota en El Heraldo y la gente reaccionó, se movió en redes, se acercó. Sin nombres, sin banderas. Solo para que no desaparezca”, relató Gonzalito. Ese movimiento derivó en una declaración formal: el 3 de septiembre de 2021, la lanchita fue reconocida como bien patrimonial de la ciudad de Concordia. El documento, con firma y sello, establece que es obligación del municipio conservarla, ponerla en valor y mantenerla como parte del acervo cultural de la comunidad. Incluso se proyectó su emplazamiento junto a la Casa de Piedra, en la zona del puerto, con plataforma y todo, como atractivo turístico y lugar de memoria. Pero nada de eso ocurrió “Está tirada”, repite Gonzalito con tristeza. “No se cumplió la puesta en valor, ni la instalación, ni el mantenimiento. Nada de lo que dice el papel se llevó a cabo”. El último gran gesto fue un desfile, el 9 de julio de 2022. “Fue como una despedida”, recuerda. “El locutor dijo que sería la última pasada por las calles de Concordia antes de ser instalada como patrimonio. Pero ahí quedó. No en el puerto, sino al costado del Centro de Convenciones, al lado de un container, entre pastos altos y olvido”. Para Gonzalito, esto no es un reclamo personal. “No es contra nadie”, aclara. “Pero quiero que se cumpla lo que está escrito. Lo pido por el vehículo, no por mí. Ahora quiero que se haga justicia con la historia de la lancha, con lo que representa para la ciudad”. Y esa historia, que paseó generaciones, que despertó alegría en cientos de niños, merece otro final. O al menos, un lugar digno donde pueda seguir contándose. Para quienes quieran verla, la lanchita está, visible pero olvidada, por calle Próspero Bovino, detrás del alambrado que delimita la playa de estacionamiento del Centro de Convenciones esperando que Concordia vuelva a mirar hacia ella, no con nostalgia, sino con el respeto que se le debe a todo lo que alguna vez fue alegría popular.
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