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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 26/04/2025 12:42
El abogado, catedrático y dirigente político peruano Pedro Cateriano, compañero de militancia con Vargas Llosa, firma una biografía política del escritor premio Nobel Liberalismo aplicado Más allá de la minuciosa lectura de los grandes pensadores y exponentes liberales, Vargas Llosa, en su labor periodística y académica, ha defendido un conjunto de posturas, muchas de ellas polémicas, que se enmarcan en lo que podríamos denominar «libertades sociales». Estas conforman la otra cara de la medalla, necesaria e indisoluble, de las libertades económicas.Una de ellas es la pena de muerte. Desde muchacho, Vargas Llosa siempre se ha opuesto a su implantación. Curiosamente, uno de los pocos pronunciamientos que firmó con sus jóvenes amigos Abelardo Oquendo y Luis Loayza, quienes nunca habían tenido vocación política fue contra la pena de muerte. Para sostener esta posición, Vargas Llosa parte de un principio fundamental: el Estado no debe quitarle la vida al individuo. Es decir, un poder del Estado, por más que actúe dentro de un sistema democrático, no debe tener la atribución legal de suprimir la vida de una persona a través de una resolución judicial. De más está decir que se opone, y se ha opuesto también, a espantosos procesos de ajusticiamientos colectivos que han sucedido en los regímenes comunistas, como lo ha denunciado en más de una oportunidad. Si bien Vargas Llosa se opone a la pena de muerte, está a favor del aborto, del suicidio y de la muerte asistida. Puede parecer contradictoria la convivencia de ambas posiciones, pero no lo es para quien considera que se debe respetar la irrestricta libertad del individuo para decidir sobre su propia vida, así como impedir que el Estado la invada, la cercene y la elimine. Mario Vargas Llosa después de votar en la elección del 8 de abril de 1990, cuando fue candidato a presidente de Perú por una alianza de centroderecha (Archivo/REUTERS/Aníbal Solimano) (...) Cuando se suicidó Alan García, Vargas Llosa declaró que este había tomado esa drástica decisión fundamentalmente por razones políticas, para evadir la acción de la justicia, pero no cuestionó el hecho en sí. Consideró que la decisión del expresidente aprista de suicidarse formaba parte del ejercicio de su libertad individual. También afirmó que esperaba que su suicidio no interrumpiera la labor fiscal en el Perú. «Sería trágico que en la comprensible emoción que ha causado el suicidio de Alan García, la labor de aquellos jueces y fiscales se viera interrumpida o saboteada, y los contados periodistas que los apoyan fueran silenciados», advirtió en su conocida «Piedra de toque» publicada en abril de 2019. Igualmente, retrató el comportamiento del expresidente: ¿Fue un político honesto, comparable a un José Luis Bustamante y Rivero o a Fernando Belaunde Terry, dos presidentes que salieron de Palacio de Gobierno más pobres de lo que entraron? Yo creo sinceramente que no. Lo digo con tristeza porque, pese a que fuimos adversarios, no hay duda de que había en él rasgos excepcionales como su carisma y energía a prueba de fuego. Pero mucho me temo que participaba de esa falta de escrúpulos, de esa tolerancia con los abusos y excesos tan extendidos entre los dirigentes políticos de América Latina que llegan al poder y se sienten autorizados a disponer de los bienes públicos como si fueran suyos, o, lo que es mucho peor, a hacer negocios privados, aunque con ello violenten las leyes y traicionen la confianza depositada en ellos por los electores. Alan García, presidente de Perú en dos mandatos: de 1985 a 1990 y de 2006 a 2011 (Foto: Andina) Por otro lado, el suicidio como metáfora no ha sido ajeno a sus declaraciones y tomas de posición políticas. A propósito del resultado de la primera vuelta de las elecciones generales peruanas de 2011, que puso en camino de la presidencia al entonces candidato nacionalista Ollanta Humala, afín al chavismo venezolano, y a Keiko Fujimori, hija del dictador que gobernó el país en la década de 1990, el escritor sentenció: «Perú tiene dos opciones: el suicidio o el milagro» . Más de diez años antes, en 1999, el novelista utilizó la misma analogía para dar cuenta del camino que tomaba Venezuela en aquella ocasión. El artículo que escribió entonces lo tituló precisamente «El suicidio de una nación». Y en 2019, a raíz del triunfo del inepto peronista Alberto Fernández en las elecciones argentinas, afirmó que «esa vocación suicida de los argentinos es verdaderamente extraordinaria, pues ya se sabe que todos los problemas actuales del país fueron causados por el peronismo» (...) Pero una cosa es suicidarse y otra es lo que se denomina muerte asistida, que es un procedimiento legal que existe en algunos países. Este tema lo abordé con Mario a raíz del caso de un amigo en común, el corajudo periodista y sagaz escritor cubano Carlos Alberto Montaner, a quien le diagnosticaron una enfermedad incurable y rarísima llamada parálisis supranuclear progresiva, producto de la cual se iba a deteriorar grave e irreversiblemente su estado de salud. Para evitar el sufrimiento, Montaner decidió mudarse de Miami, donde vivía desde hace años, a Madrid, donde podía acogerse al mecanismo legal español de la muerte asistida. Incluso tuvo el tiempo para despedirse y escribir sus memorias. En ese caso, Vargas Llosa estuvo plenamente de acuerdo con la meditada decisión de Montaner, tanto en la forma como en el fondo, aunque le dolió mucho su muerte. Mario Vargas Llosa durante un seminario de la Fundación Internacional para la libertad, circa 2023 Precisamente, cuando se aprobó la ley de muerte asistida en España, Vargas Llosa la aplaudió decididamente y justificó este apoyo en su posición como liberal. En el artículo El derecho de morir, señaló que «el “derecho a morir”, inseparable del “derecho a vivir” que defendemos los liberales, sea al fin reconocido en España es una señal de progreso y civilización» (Vargas Llosa, 3 de enero de 2021). Los críticos de la norma aseguraban que favorecía o estimulaba el suicidio, pero el escritor no solo descartó esa opción (aun cuando no se opone al suicidio, como ya se dijo), sino que puso el acento en el ejercicio de la libertad individual para ponerle fin a una vida que, por razones del sufrimiento que produce una enfermedad incurable, se vuelve un infierno. Más bien, calificó de horrendas a las leyes que proscriben la eutanasia y «obliga [a las personas] a vivir, es decir a morir mil veces cada día, hasta que ese suplicio termine solo cuando mueran de “muerte natural”» (Vargas Llosa, 3 de enero de 2021). En cuanto al aborto, su postura es absolutamente firme, radical y sin matices. Sin embargo, no fue un tema de su campaña presidencial en 1990. Él sometió a votación en la comisión política del Movimiento Libertad si se debía incluir en el programa de gobierno y también en el del Frente Democrático, del cual formaba parte. Pero mayoritariamente imperaron las razones políticas y de conciencia, razón por la cual no se aprobó su inclusión. Sin embargo, más adelante el novelista se ha pronunciado en diversas oportunidades a favor del aborto. Concretamente, en el artículo ¿Defensa de la vida? (Vargas Llosa, 18 de agosto de 2018), escrito luego de que el Senado argentino rechazara el proyecto de legalización del aborto dentro de las catorce semanas de gestación, Vargas Llosa se opuso frontalmente a los autodenominados «defensores de la vida» (y contrarios al desestimado proyecto legislativo), calificándolos de «partidarios de la muerte». El escritor señaló que «nadie que esté en su sano juicio puede justificar alegremente el aborto, y, menos que nadie, las mujeres», aludiendo al impacto que produce en la madre la experiencia del aborto. En el artículo también calificó el aborto dentro de los tres primeros meses como un «mal menor», pues lo ideal sería que hubiera más bien una adecuada educación sexual. En ese sentido, advirtió que «los adversarios más enconados de que los adolescentes reciban aquella formación sexual» son los que se oponen al derecho de las mujeres a abortar. Vargas Llosa junto al entonces presidente argentino Mauricio Macri, en un encuentro de la Fundación Libertad realizado en 2019 (Foto: Presidencia de la Nación) Recuerdo que cuando estuve con él en Madrid, yo estaba muy impactado porque había visto el video de la ecografía del nieto de mi hermano Pablo. Las imágenes eran impresionantes. Se veía a un niño absolutamente indefenso. Entonces, se lo comenté, y me dijo que habría que ver el tema de los meses y el plazo, desde cuándo se podría aplicar, pero su convicción estaba absolutamente a favor de respetar la libertad de la mujer para tomar la decisión de abortar. Para él, un liberal debe poner en primer lugar esta consideración a cualquier otra. Años después, volví a tocar el tema. Le pregunté: «¿Entonces Milei no es un liberal? Porque está en contra del aborto». «Milei es un réprobo», me respondió. «Entonces, yo también», le dije. Y se rio nomás. No quiso ubicarme en el mismo lugar del presidente argentino. También en otros temas, poco a poco ha ido marcando un punto de vista liberal con la misma franqueza. Por ejemplo, su postura a favor del matrimonio entre personas del mismo sexo. Y en este caso, lo interesante es que no ha empezado a hacerlo en un momento como el actual, cuando ya está consagrado legalmente en casi todos los países europeos y la mayoría de los latinoamericanos. Vargas Llosa empezó a dar la batalla en defensa de los derechos de los homosexuales desde finales de la década de 1950 y comienzos de la de 1960, cuando se identificaba como socialista y los regímenes de izquierda perseguían a esta minoría sexual. (...) Por último, Vargas Llosa también se ha mostrado a favor de otras medidas de liberalización, como la legalización de las drogas, con la salvedad de que solo es posible a través de una convención internacional. En ese sentido, postula que para que ello se cristalice tiene que haber un acuerdo global; de lo contrario, no podría funcionar ni evitar su actividad delictiva. En todo caso, quizá por ello, un país que admira en América Latina es Uruguay, que tiene un Estado abiertamente laico y es uno de los que ha liberalizado el consumo personal de marihuana.
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