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La Paz » Politica con vos
Fecha: 26/04/2025 00:56
Francisco se involucró en los debates globales desplegando una crítica sostenida al orden neoliberal, con foco en la teoría del derrame, la exclusión social y la deuda externa. Por Diego Rubinzal El fallecimiento del primer papa latinoamericano conmocionó al planeta entero. La tapa de los principales diarios del mundo estuvo dedicada a ese acontecimiento. Lo cierto es que esta persona, que «los cardenales fueron a buscar al fin del mundo», como dijo el mismo Jorge Bergoglio, dejó una huella importante en la historia reciente de la Iglesia católica. Los vientos del sur, que comenzaron a soplar ese 13 de marzo de 2013, trajeron aparejado un renovado estilo pastoral. En Argentina, el fallecimiento del papa impactó por partida doble: 1) por tratarse de un compatriota y 2) porque la mayoría de la población se reconoce como católica a pesar del retroceso relativo que se observa en las últimas décadas. Según la Segunda Encuesta Nacional sobre Creencias y Actitudes Religiosas, elaborada por el CEIL-CONICET, el 63% de los encuestados (aunque no sean practicantes) dice ser católico. Como se dijo, la feligresía católica es mucho menor que antaño, pero conserva un peso importante en la sociedad argentina. En el Censo de 1947, el 94% de la población se manifestaba como católica. Más allá de eso, la figura de Francisco es reivindicada por millones de personas ajenas al mundo religioso. Lo que está fuera de discusión es que el jefe de la Iglesia católica fue una voz trascendente en el escenario global actual. En tiempos donde la crueldad está de moda, el papa Francisco promovió la cultura del encuentro, la globalización de la esperanza, la distribución equitativa de la riqueza, el cuidado de los recursos naturales, la lucha contra el cambio climático y el trato humanitario a los migrantes, entre otros tópicos. En su primer documento apostólico titulado «La alegría del Evangelio», el pontífice dijo que «algunos todavía defienden la teoría del derrame que supone que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta supuesta teoría, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante». Años más tarde, el papa Francisco también se mostró muy crítico con las políticas «meritocráticas», porque utilizan «una palabra bella, el mérito, como una legitimación ética de la desigualdad». Sin ser un especialista en la cuestión económica, Bergoglio fue muy critico de las reglas de juego impuestas por el capitalismo financiero y reclamaba decir «no a una economía de la exclusión e inequidad». En su libro El papa, el peronismo y la fábrica de pobres, el historiador italiano Loris Zanatta desgranó fuertes críticas a las definiciones franciscanas. «El problema para Bergoglio y para la cultura económica del catolicismo argentino es la prosperidad. Mientras la pobreza preserva la pureza moral y la religiosidad del “pueblo”, la prosperidad lo corrompe, lo seculariza», plantea Zanatta. Sin embargo, el papa Francisco lejos estuvo de alentar lo que peyorativamente se denomina como «pobrismo». «Estoy lejos de proponer un populismo irresponsable, pero la economía ya no puede recurrir a remedios que son un nuevo veneno, como cuando se pretende aumentar la rentabilidad reduciendo el mercado laboral y creando así nuevos excluidos», sostuvo en ocasión de la celebración de los 10 años de la publicación de la exhortación apostólica Evangelli Gaudium. Santa sede. Junto al expresidente Mauricio Macri y la comitiva, en la primera reunión que mantuvieron, en febrero de 2016. Su país, de cerca Jorge Mario Bergoglio nunca volvió a la Argentina desde que asumió el papado. Sin embargo, el jesuita porteño seguía muy de cerca lo que pasaba y, como dato de color cargado de fuerte simbolismo, continuó utilizando su pasaporte argentino en los viajes internacionales. La sanción, en octubre de 2018, de la Ley de Integración Sociourbana de barrios populares tuvo su sello. La norma suspendió los desalojos en los 4.400 barrios incluidos en el Registro Nacional de Barrios Populares (Renabap), facilitando la regularización dominial de esos lotes. «El nuevo régimen es un sistema de normalización de la propiedad para unas 900.000 familias que viven en villas y asentamientos precarios de la Argentina. La ley, largamente discutida en las comisiones del Congreso, fue promovida por el papa Francisco a través de las organizaciones sociales y su principal activista, Juan Grabois, de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular», explicó el consultor Ignacio Zuleta en su libro El papa peronista. En 2020, la Academia Pontificia de Ciencias del Vaticano organizó el seminario «Nuevas Formas de Fraternidad Solidaria de Inclusión, Integración e Innovación». En ese ámbito, el papa sostuvo que «no se puede pretender que las deudas contraídas sean pagadas con sacrificios insoportables». El tono del mensaje papal fue un guiño a la situación argentina, porque en ese momento el ministro de Economía, Martín Guzmán, disertante en dicho Seminario, daba los primeros pasos en la renegociación de la deuda con los bonistas privados y del megaendeudamiento contraído por Mauricio Macri con el Fondo Monetario Internacional. Más acá en el tiempo, fue muy crítico con la represión a los jubilados argentinos. «Me hicieron ver una represión. Gente que pedía por sus derechos en la calle. Y la policía los rechazaba con gas pimienta de primera calidad, lo más caro que hay. El Gobierno, en vez de pagar justicia social, pagó gas pimienta», dijo Francisco. Las tensiones con el mileismo venían de lejos. En los comienzos de su carrera política, Milei calificó a Jorge Bergoglio como un «jesuita que promueve el comunismo», «personaje impresentable y nefasto» y «representante del maligno en la Tierra». Luego llegarían las disculpas, la visita del presidente argentino al Vaticano y algunos gestos de distensión que sirvieron para recomponer las relaciones en el terreno formal, a pesar de las profundas diferencias ideológicas entre ambos interlocutores. Como ya se apuntó, el papa Francisco fue muy crítico del orden neoliberal. En su primera exhortación apostólica, Evangelii Gaudium (2013), el jefe máximo de la Iglesia católica escribió: «Esta economía mata». Las personas identificadas con ese ideario, ahora, están un poco más solas.
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