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  • Consideraciones en un nuevo aniversario del Levantamiento del Gueto de Varsovia

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 24/04/2025 14:40

    El Dr. Ariel Gelblung, director del Centro Simon Wiesenthal para América Latina, durante su alocución en la ciudad de San Juan Hoy estamos hombro con hombro frente a este monumento tan significativo en el centro de la ciudad de San Juan para resignificar el Levantamiento del Gueto de Varsovia, en 1943. Los habitantes del gueto sabían que su destino de muerte era inevitable. Lo que había empezado con un discurso de odio diagramado, planificado y ejecutado llevaba inexorablemente a la aniquilación de la judería europea. Lo que no habían podido aún la discriminación, la segregación, la humillación, la deshumanización, el hambre, la peste, más temprano que tarde serían lo que resolverían los últimos traslados a los campos de exterminio. Frente a un destino inevitable, el dilema que se planteaba era aceptar que el monstruo nazi determine el minuto final, dándole la satisfacción de haber cumplido su macabro plan o enfrentar el fin con dignidad, mostrando que aún conservábamos una cuota de humanidad. Los jóvenes militantes sionistas del gueto fueron los que intentaron esa resistencia. Durante casi un mes, los mal alimentados habitantes del gueto le hicieron frente a la maquinaria de guerra más aceitada del planeta. Durante ese período, los nazis y el mundo vieron que no eran insectos, hongos, ratas o cucarachas los que los enfrentaban sino que hombres y mujeres mostraron que aún lo eran. Y, por supuesto, que su aniquilación no era una limpieza de alimañas sino un asesinato de masas. Al pasar, previamente, sostuve que quienes organizaron la resistencia fueron los jóvenes sionistas. En 1943, eran quienes entendían que el antisemitismo en el mundo seguiría existiendo mientras no podamos tener una nación entre las naciones donde pudiésemos vivir como judíos sin tener que estar expuestos a que cíclicamente, algún gobernante de turno nos endilgue la culpabilidad de la crisis de coyuntura y determine una nueva persecución. El sionismo, queridos amigos, no es otra cosa que el movimiento de autodeterminación nacional del Pueblo Judío en su tierra ancestral, donde nunca dejó de haber judíos. Y, a pesar de haber sido aniquilado el gueto, su levantamiento despertó otros levantamientos. Su legado se transformó en la esperanza a la que refiere el himno nacional de Israel, el Hatikva, “ser un pueblo libre en nuestra tierra”. El asedio de los judíos, queridos amigos, no concluyó. El 7 de Octubre los nuevos nazis, esos que juraron destruirnos en su documento constitutivo llamados Hamas, intentaron acabar con nuestra vida invadiendo el territorio soberano, violaron, quemaron, asesinaron a mansalva más de 1200 personas y secuestraron más de 250, reteniendo aún hoy 59. Entre ellos, todavía, cuatro hermanos argentinos. Y lo peor es que aún tienen reivindicadores que sostienen no ser antisemitas sino antisionistas. Revindican el derecho a la autodeterminación de todos los pueblos del mundo menos de uno, el judío. Odian la legitimidad de la mayor institución judía del mundo, el Estado Judío. La máscara cayó. Son antisemitas. El antisemitismo de los nazis y de los terroristas y sus reivindicadores no es un problema judío, sino de las sociedades que los toleran. Como dijo el historiador Yehuda Bauer, cuando se lleva adelante una política antisemita, se cobra más vidas no judías que judías. Los nazis ya no están y nosotros estamos aquí. Hamás, Hezbollah y todos los que quieren destruirnos pasarán y seguiremos aquí. En idisch, decimos: Mir zenen do. En esta plaza volvemos a aprender de quienes se levantaron en el gueto y defenderemos nuestro derecho fundamental. A vivir. Y el pueblo judío vive y vivirá. Am Israel Jai. Que vuelvan a casa todos. Ya. *El autor es director del Centro Simon Wiesenthal para América Latina

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