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Parana » Ahora
Fecha: 24/04/2025 10:48
Cobijas Me acuerdo de las cobijas de invierno, de ver a mi madre subida al borde alto de la cama de mi hermano para alcanzarlas. Ni bien las extendía un olor pesado como metal se desprendía. Nos picaba la nariz. Mamá abría las ventanas, las llevaba al sol, oreaba el encierro. A la noche no quería que la tela me tocara, me hacía arder la piel, me daba asco el olor pero me congelaba si no sentía que la tenía encima. Era como si se hubiese caído un árbol. Era como si bajo el tronco pudiera hacer una cueva. Era como los bichos del patio que se escondían en la parte más oscura de los rincones. Unas estufas a gas con los plafones llenos de fluorescencia parecían bocas de dragones en la oscuridad, después mi madre apagaba cada cosa con fuego. Temía que el gas nos asfixiara, conocía historias de gente que había muerto dormida, casas que habían explotado por los aires por pérdidas de gas. Me gustaba saber que una mujer tan fuerte podía tener miedo. Mamá avanzaba cada día como un leñador, abría con su habla el día, aparecía la luz del sol, las sogas se llenaban de ropa limpia, la cocina largaba humo, el auto arrancaba temprano con una tos de viejo que ella parecía no escuchar. Los lunes salíamos hasta el aeropuerto juntas con mi hermano que manejaba a la ida y volvíamos solas porque él viajaba a Buenos Aires. Yo lo veía despegar desde el vidrio helado de la sala que solo los pasajeros entraban (con la excepción que hacía un guardia conmigo para que saludara a Tavi). Los domingos sabía que con papá llevaban a Fer a la estación de tren a la noche. Sabía que ella lloraba cada vez que lo dejaba para irse a Bóvril a terminar la secundaria, siempre insistió con la injusticia de una directora que lo expulsó de la escuela. Hace unos días la escuché hablar de mi hermano mayor con tristeza, me dijo que estaba quedando con poco pelo él que siempre había tenía tanto, y una cabellera sin canas, bien oscura. La había visitado y había tenido que dormir en un colchón en el suelo. Mamá siempre se preocupó porque no pasáramos frío, porque estuviéramos cómodos. Esas polillas se comen todo, le digo. Hablo de otros, de un egoísmo viejo que asoma como otro invierno. *
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