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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 20/04/2025 04:51
Via Crucis - tercera estación De las Meditaciones del papa Francisco sobre el Vía Crucis, para acompañar la procesión en el Coliseo de Roma, tomamos el de la tercera estación que muestra a Jesús cayendo por primera vez. “Caer y levantarse” “La tercera estación representa a Jesús «cayendo por primera vez», una imagen de la que aprendemos que «el camino de la cruz está trazado profundamente en la tierra: los grandes se caen de él, querrían tocar el cielo. En cambio, el cielo está aquí, está bajado, uno se lo encuentra incluso cayendo, permaneciendo en tierra». En su segunda caída (7ª estación), en cambio, Cristo enseña a leer «la aventura de la vida humana»: «caer y volver a levantarse; caer y aún volver a levantarse», observa el Papa, para que los hombres «vacilen, se distraigan, se pierdan» y también «conozcan la alegría: la de los nuevos comienzos, la de los renacimientos». Pero son «únicos, entrelazados con la gracia y la responsabilidad». Jesús, haciéndose «uno de nosotros», no «temió tropezar ni caer», y, sin embargo, hay «quien se avergüenza de ello, quien hace alarde de infalibilidad», consideró el Pontífice. «Quien esconde las propias caídas y no perdona las de los demás, quien niega el camino» elegido por Cristo, quien, sin embargo, cuida de cada uno «como de la única oveja descarriada». Por el contrario, hoy existen economías inhumanas, en las que «noventa y nueve vale más que uno», porque lo que «hemos construido» es «un mundo de cálculos y algoritmos, de lógica fría e intereses implacables». La «economía divina», en cambio, «es otra», y por eso, volverse a Cristo que cae y resucita «es un cambio de rumbo y de ritmo». Conversión que nos devuelve la alegría y nos lleva a casa. Finalmente, con su tercera caída, Jesús, Hijo de Dios, que está libre de pecado, «se acerca a cada pecador» —amando sus corazones y calentándolos—, resucita y nos pone «de nuevo en el camino nunca pisado, audaz, generoso». «De nuevo en tierra, en el camino de la cruz» Cristo es “el Salvador de esta tierra nuestra”. La caída del régimen republicano en democracia Además de las caídas personales a las que alude el papa Francisco, los argentinos hemos caído muchas veces en nuestra vida democrática. La caída del régimen se produjo a causa de los golpes de Estado. Pero la caída del régimen republicano en democracia ocurre cuando esa práctica social y política niega a la persona humana, niega los derechos de las minorías y, en especial, niega a los pobres, a los enfermos, a los presos, a los que no tienen trabajo. ¿Cómo que no estamos en democracia?, se preguntan en la calle los sin tierra, sin techo y/o sin trabajo. El gran filósofo cristiano francés Emmanuel Mounier, fundador a mediados de los años 30 del siglo pasado del personalismo, enseñaba que “La democracia no es la tiranía de la mayoría… es el régimen de la mayoría, pero de la mayoría que ha tomado conciencia del interés general de la nación y especialmente de las libertades minoritarias. De otro modo, la democracia no es sino un fascismo disfrazado y vergonzoso” (De Nicola y Danese, “E. Mounier, El Personalismo: una utopía fundamental”, pág. 80, Ed. Ciudad Nueva, 2016). El tránsito de la dictadura a la democracia En los últimos 42 años de la nueva sedicente democracia argentina han habido muchos intentos de un fascismo disfrazado: la democracia deformada en plutocracia o demagogia, que constituyen la negación de la vida democrática. Pero, aunque con la brevedad que nos impone una nota, creemos que hay que situarse apenas un poco más atrás. Nos parece que no se puede examinar el nacimiento de la nueva democracia de nuestro país ignorando la derrota de Puerto Argentino. El ideal y la esperanza no fueron suficientes para no herir a la democracia nonata. Y la herida dejó grandes secuelas que, después de 40 años, perduran todavía y deben ser serenamente e inteligentemente analizadas. Tras el nacimiento, haber conseguido una entusiasta y abrumadora mayoría en las urnas y haber frenado el intento de golpe de Estado de Semana Santa no fueron suficientes como para hacer nacer un sistema democrático vigoroso. La explosión de una cultura política de signo progresista, el juicio a las Juntas y el pacto que posibilitó la reforma constitucional del ’94 tampoco fueron suficientemente importantes para restaurar los valores que la historia democrática había sellado: justicia social, independencia económica y soberanía política. Después del fracaso del intento radical en ambos sentidos, el poder financiero asaltó el poder político, que había ganado formalmente un caudillo de provincia que, con una mezcla de improvisación, demagogia y corrupción, gobernó después de arriar las banderas populistas con las que había ganado las elecciones, en una demostración de crudo pragmatismo que cumplimentaba la rendición militar del año 1982. Así las cosas, transcurridos los últimos años de la década del 80, la democracia había sido penetrada por la corrupción. Se impusieron las prácticas mercantilistas de compra-venta de las candidaturas casi sin excepciones. Los pretensos dirigentes territoriales recorrían los distritos chequera en mano. Fue la puerta de ingreso al virus plutocrático que, por esa vía, hizo metástasis en todos los órganos políticos y en las grandes ligas del poder. Esto no era nuevo. Jenofonte (A. Grecia, 431–354 a.C.) creó el término “plutocracia” como una enfermedad de la democracia ateniense por la que los más ricos mantenían el poder político en el senado o consejo ateniense. Práctica que penetró en las democracias modernas. La democracia argentina y la verdad Comedor de la Catedral “La democracia es la verdad de la política… mostrar, para realizarla día a día, es la correspondencia entre una y otra verdad…” dice Borne (“Democracia y Personalismo”, p. 162, cit. por Nicola-Danese, op. cit., pág. 82). Cuando rememoramos la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, los argentinos debemos preguntarnos cuál es la verdad del camino de los actuales sucesos económicos… ¿en lo inmediato y en el largo plazo? Sabemos que la novedad es la contracción de una deuda externa de 20.000 millones de dólares que deben sumarse a los 45.000 millones de dólares obtenidos por el figlio dei consiglieri e amici del anterior y hoy nuevamente presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, préstamos siempre a cargo del FMI. Lo cierto es que esas deudas pesan sobre los hombros de los pobres y de los empresarios argentinos. Nuestros gobiernos —democráticos o militares—, con muy pocas excepciones, vienen repitiendo el mismo acting empobrecedor desde 1823, hoy reiterado y absurdamente celebrado. El proceso se repite: crisis económica, contracción de deuda externa, ajuste sobre los ingresos de los trabajadores, recorte de derechos laborales y haberes jubilatorios, y disminución de los gastos en servicios públicos, equilibrio financiero, entrega de los fondos y pago de la deuda contraída más intereses. ¿Acaso un “paga Dios” con más “obediencia debida” o, más amorosamente, “las relaciones carnales”? Aplauden los mass media. Muestra de lo primero es la orden de cancelación de los “acuerdos rapaces” firmados por nuestro país con China “que se presentan como ayuda” (sic). Orden que vino a impartir el Secretario del Tesoro de EE. UU., Scott Bessent. Con la novedad de que, en las actuales circunstancias y ante el descrédito ganado por nuestros gobiernos, caracterizados por el alto grado de corrupción e ignorancia, una parte del ajuste se hizo antes de la concesión del crédito, como una muestra no sólo de subordinación, sino de absoluta sumisión anticipada del Ejecutivo del gobierno democrático argentino al Fondo Monetario Internacional. Como tantas veces antes en nuestra larga historia de cipayaje, tropezamos con la misma piedra: deudas en el exterior que jamás se volcarán para el desarrollo, la producción y el bienestar general. No es responsabilidad de uno solo Estas medidas, para las cuales el Poder Ejecutivo fue debidamente autorizado de modo antidemocrático por delegación del Congreso de la Nación, son medidas inconstitucionales e ilegítimas porque carecen de legitimidad legal y de consenso. El pueblo, que en su mayoría soporta y seguirá sufriendo las consecuencias del endeudamiento, resulta un convidado de piedra. Ello constituye la negación de los valores trascendentales de la democracia, las verdaderas libertades de la persona y de la comunidad, y los valores y creencias de las iglesias. Parafraseando a Mounier, podemos decir que no hay totalitarismo que no pueda ser puesto en jaque por las trascendencias no sometidas… Dicho de otro modo: el ajuste conlleva la pretensión de eliminar los valores cristianos de justicia, fraternidad, misericordia y amistad social, en tanto el eclipse de los mismos conduce a la muerte de la vida real de mucha gente. ¿Con el camino al Gólgota por el que se está conduciendo al pueblo hacia la crucifixión, no se está iniciando un camino de violencia? El premio Nobel de Economía y funcionario de alto rango en organismos internacionales de crédito, Joseph E. Stiglitz, advirtió que el crecimiento excesivo de las desigualdades evoca a María Antonieta y a la guillotina que llevó a más de 16.000 franceses a la ejecución en la plaza pública, entre ellos nobles, altos funcionarios, políticos, hombres de prensa y otros (La gran brecha, Ed. Taurus). Traducido para el mundo: en la Argentina es necesaria la muerte de un segmento de los más pobres para lograr el equilibrio de las cuentas fiscales sin tocar a los ricos. La plutocracia nacional mantiene una simulación democrática Plutocracia El sistema plutocrático, intrínsecamente injusto, ha sido y sigue siendo eficiente para la construcción y mantenimiento en el poder de minorías pudientes. Aparece oculto en los pliegues de la democracia y sirvió para consolidar el sistema de partidos políticos, dando estabilidad y muy buenos resultados al régimen actual. Aumenta la riqueza de unos pocos y la pobreza de la mayoría, con la ventaja para los primeros de que permite mantener una simulación democrática engañando a los tontos. Este parece ser el objetivo a mediano y largo plazo de organizar la política argentina entre los que conducen el partido que gobernó la Argentina entre 2015 y 2019 y el partido de gobierno actual, dos partidos de derecha como demócratas y republicanos en EEUU eliminando a los otros y desechando cualquier intento de restauración popularista.
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