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» Radio Sudamericana
Fecha: 19/04/2025 06:43
Viernes 18 de Abril de 2025 - Actualizada a las: 20:11hs. del 18-04-2025 RESILIENCIA Miguel Gonález contó en el programa Ventana Social de Canal 5TV conducido por Laura Tribbia, cómo es vivir con autismo en una sociedad que aún no termina de entender de qué se trata. Miguel González Azcoaga tiene 20 años y una historia que inspira. Miguel vive con autismo, una condición permanente que, como él mismo explica, “afecta la manera de pensar de una persona”. Pero lejos de detenerlo, el autismo ha sido parte de su camino de esfuerzo, crecimiento y sueños. Con mucha determinación, el joven contó en el programa Ventana Social de Canal 5TV conducido por Laura Tribbia, cómo es vivir con autismo en una sociedad que aún no termina de entender de qué se trata. Con la claridad, sinceridad y la emoción que lo caracterizan dijo que desde pequeño los desafíos que tuvo que enfrentar fueron muchos pero, que más allá de eso, no se dejó vencer. Con una terminología clara, sin tantas vueltas, dijo que para él fue muy importante poder terminar la secundaria: “Tuve unos pocos accidentes, pero lo logré”, cuenta con orgullo. Hoy continúa avanzando: estudia japonés y dibujo, dos pasiones que lo conectan con el mundo del animé, un universo que lo fascina desde chico. “Estoy estudiando japonés para ir algún día a Japón, porque ahí es donde se originó el animé. Me gustaría conocer ciudades como Kioto o Tokio”, dice. Miguel habla con madurez sobre lo que significa vivir con autismo. Destaca que las personas con esta condición necesitan apoyo, pero también espacio para crecer solas. “La idea es independizarse, hacer las cosas por su cuenta. Las personas con autismo no tienen que estar todo el tiempo con sus padres. Pueden tener amigos, claro que sí, pero tienen que tener un límite”, reflexiona y dijo que para llegar a estos logros, fue fundamental el acompañamiento de la familia, sobre todo de sus padres María Elba y Fernando; también de su hermano más pequeño con quien a veces tienen diferencias pero es su gran compañero en este camino que le tocó recorrer. En su niñez, no todo fue fácil. Recuerda con tristeza que lo llamaban “monstruo” porque tenía dificultades para hablar. “Son insultos infantiles y eso es equivalente a decir feo”, explica. Sin embargo, hoy se defiende de otra manera: con palabras, con calma, con su voz. “Es lo mismo que yo llamara monstruos a todas las personas que no tienen autismo”, dijo. Esa fue su manera de significar el grado de agresión al que fue expuesto durante su niñez. Una agresión que no sólo logró superar gracias a la contención familiar y profesional con la que contó siempre sino también por su propia capacidad de seguir adelante, de mirar hacia adelante sin juzgar. Miguel es una persona muy querida. Sus abuelos lo miman mucho, y aunque a veces discute con su hermano, se llevan bien. Lo que más disfruta de su día a día son sus pasatiempos: mirar animé, ayudar en casa, colaborar con su mamá y su papá en el supermercado, y acompañar a su abuela en sus mandados. “Me gusta ayudar a mis familiares”, dice con una sonrisa. Uno de los momentos más difíciles de su vida fue la muerte de su abuelo materno. “Eso me hizo sentir enojado porque sentía que aún nos quedaba mucho por compartir. Quería pasar más tiempo con él”, dijo emocionado y también reconoció que si bien es un dolor que superó, aún sigue recordando a su abuelo. Con estas palabras su mirada se torna aún más suave, Miguel es una persona de extrema sensibilidad y sinceridad. Sus respuestas son cortas pero contundentes. No da vueltas a la hora de decir lo que piensa y sus expresiones están cargadas de emotividad. Da la sensación de que recuerda cada sentimiento vivido en estos 20 años. Desde aquellos que lo dañaron mucho como los que lo hacen muy feliz. Es un joven activo que desde pequeño tuvo una doble escolaridad debido a las múltiples terapias que realizó para lograr justamente lo que hoy pone orgulloso tanto a él como a su familia: su independencia. Precisamente por ello es que, cuando se le pregunta qué le diría a las familias que no permiten a sus hijos hacer actividades por sí solos y tener una vida más allá de la familia que: “Por favor, no dejen de ayudar a sus hijos a independizarse. Que sean autistas no quiere decir que sean malas personas. Hay que respetar sus intereses, sus gustos o disgustos, lo que sea”. Y en este caso utiliza el ejemplo del restaurante. Tan simple y tan contundente. Dice: cuando una persona con autismo va a un restaurante, tiene el derecho a elegir qué quiere comer y las personas tienen que respetar sus gustos y preferencias, pero, una vez que termina la cena, debe pagar como cualquier otro. Con un ejemplo simple, definió sus derechos pero también sus responsabilidades. Algo sobre lo que Miguel conoce mucho porque jamás les escapó. Con firmeza, Miguel cierra su historia con una idea poderosa: la necesidad de respeto. “Quiero que las personas con autismo sean respetadas e independizadas. Tenemos derechos. Por ejemplo, si una persona con autismo va a un restaurante, tiene derecho a elegir su comida, y claro, pagar como todos”. Su historia es un recordatorio de que todos tenemos un lugar en el mundo, y que la inclusión real empieza por escuchar, comprender y respetar. Como dice Miguel, “las personas con autismo tenemos derechos”. Y también sueños, voz y mucho para aportar. De esta manera, en primera persona, Miguel nos acercó el autismo desde la mirada de quien convive con la enfermedad todos los días de su vida más allá del sentimiento de un profesional o de la familia misma.
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