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» Diario Cordoba
Fecha: 15/04/2025 21:02
Todos y cada uno de nosotros habremos pasado por el trance de pensar que vano ha sido todo el esfuerzo realizado y sentirnos defraudados e incluso traicionados por aquellos en los que habíamos depositado toda nuestra confianza. En la liturgia de la palabra de este día podemos contemplar en Jesús ese clima de desengaño y cómo nos muestra el camino para no dejarnos vencer por el desaliento y la desesperación. Tras el lavatorio, Jesús da la sensación de sentirse decepcionado, parecen cobrar vida las palabras de Isaías: «Y yo pensaba: En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas». Conmovido, dijo: «uno de vosotros me va a traicionar». Este momento pone de manifiesto su amor en el diálogo que mantiene con tres de los discípulos en un clima de tensión que revela no solo las características del grupo de los doce, sino que se convierte en el paradigma de cualquier comunidad. Se escenifica la simpatía, confianza y complicidad con el discípulo; la delicadeza y bondad de Jesús que se dirige a Judas ofreciéndole un trozo de su propio pan como signo de cortesía, predilección, honor y deferencia. Y que éste no aceptó. Rechazó hasta el final la ternura y compasión, rehúye volver a la fuente del amor y de ahí que la oscuridad de la noche penetre en su alma hasta excluirse de la comunidad y consumar la traición. De otra parte emerge la autoridad de Pedro, que se presenta como el que es capaz, fuerte y decidido a permanecer junto al Maestro; en cambio, Jesús le devuelve a la realidad de su fragilidad, su impetuosidad y bravuconería aún necesitan madurar y fortalecerse en la sabiduría que emana de la cruz. Jesús no sucumbe a la tentación del maligno. Se confía a los brazos del Padre, asumiendo por entero la misión: entregar la vida en una muerte de cruz. El patíbulo se convierte en el trono en el que Jesús será glorificado, y el Padre será glorificado en Él, porque en el misterio de la crucifixión se manifiesta el amor de Dios sin medida a toda la humanidad.
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