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» El litoral Corrientes
Fecha: 06/04/2025 22:14
Quizás convenga repasar algunos conceptos, al solo efecto de que la terminología utilizada no sea manipulada por los pícaros de siempre. Cuando se habla de REPÚBLICA, se está haciendo referencia a una forma de gobierno regida por un conjunto de principios básicos inalienables. Las consignas prioritarias que merodean alrededor de esa idea central tienen que ver con la soberanía popular expresada en el marco democrático y la división de poderes, en el rechazo al autoritarismo y a la concentración del poder, a la promoción de la participación ciudadana, el respeto por el estado de derecho y el imperio de la ley por solo citar los criterios de máxima relevancia. En abstracto casi todos podrían acordar con estos valores, aunque habrá que señalar que muchos lo recitan al considerarlo políticamente apropiado, pero en realidad ni creen en eso, ni tampoco entienden que sean trascendentes para una sociedad y mucho menos para ejercer el mando. "Algunos tienen una historia coherente que los respalda, pero son los menos lamentablemente. Los más deberían pararse frente al espejo y recordar su triste tránsito por la política y las organizaciones de la sociedad civil. Tienen poco para enorgullecerse, mucho para arrepentirse y sobre todo una enorme asignatura pendiente, la de mirar a los ojos a sus seres queridos y admitir sus innumerables pecados terrenales, sin omitir sus flagrantes delitos, esos que fueron invisibilizados para no rendirle cuentas nunca a esa sociedad que pretenden representar." Esos hipócritas que pululan en los ámbitos partidarios haciendo un ejercicio absolutamente nefasto de las narrativas estafan a los votantes repitiendo frases sueltas, pero lo cierto es que sólo quieren acceder a los lugares de decisión justamente para abusar de las herramientas que el sistema les otorga como consecuencia de una circunstancial victoria en las urnas. Esta afirmación no es una suposición, sino el resultado de la observación histórica, ya que algunos no solo han vulnerado reiteradamente el espíritu con el que se ha gestado la organización nacional, sino que, una vez entronados han hecho alarde de esa postura bajo el paradigma de que son los verdaderos representantes del pueblo, y por lo tanto las instituciones preexistentes deben ser erradicadas para beneficio de todos. Paradójicamente, cuando los vientos electorales no los favorecen, repentinamente se vuelven fanáticos institucionalistas y descubren de pronto las múltiples virtudes de un esquema que cuando gobernaban aborrecían sin que les tiemble el pulso. A estas alturas todos saben que esa parodia no está vinculada a sus convicciones, sino que está estrechamente conectada con sus intereses más perversos. Es muy difícil engañar todo el tiempo a una comunidad de manera exitosa. Algunos pueden verse tentados por los cantos de sirena, pero tarde o temprano se aprende, se toma nota y se registra ese nivel de engaño manifiesto que no tiene como justificarse. En ese contexto, acusan ahora a los que toman determinaciones de usar idénticos caminos a los que antes validaron para los propios, haciendo gala así de una desfachatez que los describe con creces y que los muestra al desnudo tal como efectivamente son. "Esa gente sin moral alguna, con una ética tan aborrecible que la ocultan mintiéndole hasta a sus propias familias ya que saben que sus prácticas son no solamente inaceptables desde lo formal, sino que también constituyen modos abominables de conducirse en la vida diaria." Estos que hoy se rasgan las vestiduras son los mismos que se apropiaron del dinero de los contribuyentes configurando una corrupción estructural diseñada con precisión quirúrgica y al servicio de la politiquería más obscena que jamás se ha conocido en el pasado. Fueron ellos los que usaban todos los vericuetos del Estado para espiar a sus opositores y extorsionarlos con secretos personales, los que utilizaban discrecionalmente los instrumentos a su alcance para convertirlos en privilegios personales, los que tergiversaron documentos para acaparar autoridad y los que eran capaces de proponer reformas jurídicas para concentrar todo el poder posible y eternizarse hasta el infinito. Son esos los que diagramaron estrategias legislativas a su medida y manosearon una interminable nómina de procedimientos para condicionar a la Justicia, acelerando fallos, o postergándolos arbitrariamente según como se presentaban los escenarios políticos. Esa gente sin moral alguna, con una ética tan aborrecible que la ocultan mintiéndole hasta a sus propias familias ya que saben que sus prácticas son no solamente inaceptables desde lo formal, sino que también constituyen modos abominables de conducirse en la vida diaria. Ellos saben que son un mamarracho, que no tienen cara para contar públicamente sus patéticas historias ya que están repletas de atrocidades inconfesables, de irregularidades explícitas deliberadamente encubiertas detrás de indignos procesos y también de indecorosas actitudes que desearían esconder para siempre pero que han quedado guardadas en sus tortuosas conciencias. Para hablar de república hay que tener credenciales, es decir comportamientos cotidianos que avalen semejantes posiciones públicas. No se trata solo de dar grandilocuentes alocuciones en los medios de comunicación o en las trincheras cívicas, sino de tener espalda para mostrar consistencia en ese devenir. "Ellos saben que son un mamarracho, que no tienen cara para contar públicamente sus patéticas historias ya que están repletas de atrocidades inconfesables, de irregularidades explícitas deliberadamente encubiertas detrás de indignos procesos y también de indecorosas actitudes que desearían esconder para siempre pero que han quedado guardadas en sus tortuosas conciencias." Algunos tienen una historia coherente que los respalda, pero son los menos lamentablemente. Los más deberían pararse frente al espejo y recordar su triste tránsito por la política y las organizaciones de la sociedad civil. Tienen poco para enorgullecerse, mucho para arrepentirse y sobre todo una enorme asignatura pendiente, la de mirar a los ojos a sus seres queridos y admitir sus innumerables pecados terrenales, sin omitir sus flagrantes delitos, esos que fueron invisibilizados para no rendirle cuentas nunca a esa sociedad que pretenden representar.
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