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  • Santiago Rivollier: 40 días encerrado en un hotel con la misma ropa, amenazas de muerte y tener que vender todo para resurgir

    Gualeguaychu » El Dia

    Fecha: 21/03/2025 23:44

    El 20 de marzo de 2020, Argentina entró en una pausa inesperada. De un día para otro, las calles quedaron vacías y el bullicio cotidiano se disipó como si alguien hubiera bajado el volumen del mundo: había comenzado la cuarentena debido a la pandemia del coronavirus, que se movía por el mundo desde fines de 2019. Por esos tiempos, se vivía una psicosis colectiva sin igual, era el comienzo del aislamiento y poco se conocía todavía de cómo se contagiaba el virus y los alcances de los efectos nocivos para la salud. Gente que se desvestía por completo para ingresar a su casa luego del trabajo, rociar con alcohol permanentemente y absolutamente todo y hasta disfrazarse de astronautas para sacar la basura eran imágenes habituales en ese entonces. En este contexto pandémico, en el cual también se enmarcó Gualeguaychú, es que comienza el calvario de Santiago Rivollier, verdulero y vecino de la ciudad. “Viajo un domingo al mercado de Escobar, y allá en Buenos Aires empecé con dolor de cabeza, volví a mi casa. En ese momento, vivía con mi novia en un sector que ahora forma parte de la verdulería. Le cuento del malestar y me dijo que llamara al 107, por las dudas. Llamo y me preguntaron de dónde venía, y en ese momento Escobar no era lugar de riesgo, entonces me dijeron que no era nada, que me quede tranquilo y que llame si tenía fiebre. Le pregunto si puedo trabajar el lunes y me dijo que sí. Abrí, lo mismo el martes y el miércoles cuando me puse perfume no sentí el aroma y ahí le dije a mi pareja y llamé nuevamente al 107. Ahí empezó todo”, recordó el comerciante. Tras ese llamado lo hicieron ir al Hospital y no volvió a su casa por más de un mes. “Fui en mi auto, me hicieron el hisopado ese día y el jueves a la tarde antes de avisarme el resultado, me empieza a explotar el teléfono, recibo mensajes de todos diciéndome ‘tenés covid’ y a mí todavía no me habían avisado. Empecé a hablar con mi familia para que se aíslen, igual yo había visto solo a mi hermana”, relató Santiago acerca de sus primeras horas con el virus. Para colmo de males, le llega la noticia de la clausura de su verdulería. “Me pusieron el cartel desde afuera nomás. No había manera que la abriera alguien porque mi familia estaba haciendo aislamiento y yo tenía la llave y estaba en el Hospital. Hicieron la clausura como para mostrar que estaban haciendo algo por la ciudad. Ese mismo día me comunico con Raúl Jurado que fue mi abogado y ese mismo día me entero que el Hospital me denuncia por propagar el virus”, contó. Sobre su aislamiento, precisó: “Estuve cuatro días en el Hospital, nadie sabía qué hacer en ese momento, y después estuve 45 días encerrado en el Hotel Embajador, solo, en el cuarto piso, con la misma ropa porque nadie podía entrar a mi casa. Me hicieron 10 hisopados, pero como en ese momento te pedían dos negativos no me dejaban ir. Estuve 20 días en una habitación, después me pasaron a otra, y ya estaba medio loco: venía más o menos económicamente y no podía trabajar, tengo dos nenas y estoy acostumbrado a traer el pan a la mesa, pero estaba encerrado y con la gente que me insultaba. Fue todo una locura”. Pero lo peor fue cuando se empezaron a viralizar “fake news” y comenzó a recibir amenazas a su WhatsApp: “Me decían que les iban a hacer algo a mis nenas, que me iban a prender fuego el negocio, de todo. Le pasé las contraseñas a un amigo para que cierre todas mis redes porque sacaban fotos de ahí, muchas con mis hijas, para publicarlas con carteles que decían ‘este fue el que se contagió’. En ningún momento me apoyaron, me hicieron un juicio, la gente decía que era un asesino, que los quería matar a todos”, expresó el comerciante, quien lamentó que “se dijeron un montón de mentiras, desde que había ido al mercado central, hasta medios que publicaron que yo me había hisopado el domingo y había desobedecido la orden de aislamiento, hasta que yo tenía otras causas… ponían mis fotos y decían que yo llevé el virus para Buenos Aires y que lo traje acá… y la única persona que se contagió fue mi novia en ese momento”. Las secuelas y el lento resurgir Luego de lo traumático del aislamiento, cuando recién se empezaban a conocer las primeras características del Covid-19, Santiago volvió a su casa y a su negocio, lleno de dudas y de miedo. “Cuando me dan el alta, estaba tomando medicación que me habían dado de Salud Mental del Hospital porque estaba muy mal, saturado por todo. Tardé dos meses más en poder habilitar la verdulería, que me habían cerrado injustamente porque no tenían ningún argumento para hacerlo, es más cuando voy al Juez de Faltas me dijo que todavía no le había llegado nada, tuve que ir área por área buscando que me habiliten, hasta que llamé y le dije ‘me habilitan o me prendo fuego en la plaza porque no me dejan trabajar’. Al otro día, tenía tres personas afuera, me firmaron y me dijeron que abriera”, contó sobre el delicado momento que atravesó para poder volver a reabrir su local. “Había quedado muy mal: tenía miedo al contacto con la gente y no entraba nadie al negocio. Venían los de Gendarmería para los trámites de la causa judicial, parecía un delincuente. Todos me decían ‘ándate a otro lado’, pero no había hecho nada malo, no tenía por qué irme”, reveló Santiago y detalló el angustiante transitar hasta encaminar nuevamente su verdulería: “Después de más de tres meses sin trabajar, pude volver abrir, perdí toda la mercadería que tenía en ese momento. Tuve que pedir fiado en el mercado porque no tenía un peso, porque había que pagar alquiler, impuestos, la cuota alimentaria de mis dos nenas (estoy separado), perdí todo… No me quedó nada. Vendí hasta la Playstation, que fue lo último que me había comprado, para poder pagar el alquiler y los impuestos de ese mes. Pero un día, entró un señor y me compró mucho y a partir de ahí empezó a volver la gente. En noviembre, volví a viajar y, de a poco, me levanté: pagué todo lo que debía y me recuperé. Fue muy duro, sobre todo psicológicamente”. “Yo viajaba con miedo a comprar mercadería, las cosas volando no venían. Al principio, los camioneros eran los héroes que no permitían el desabastecimiento y después pasaron a ser los villanos que traían el virus”, recordó el gualeguaychuense acerca de aquel entonces. Hoy, 5 años después, continúa con la verdulería en la misma esquina de San José e Ituzaingó, una de las más famosas en ese momento de barbijos y alcohol en gel. La causa, el embargo y el sobreseímiento Tras la denuncia del propio Hospital Centenario, arrancó un proceso en la Justicia Federal, que terminó liberando de toda culpa a Santiago. “No contagié a nadie más que a mi novia con la que vivía en ese momento, así que no sólo que no propagué el virus, sino que tampoco incumplí un aislamiento: estuve 45 días cuando después sólo te aislaban una semana”, sentenció el comerciante. Consultado por el embargo de $50.000 pesos en aquel entonces, lo que significaba unos 700 dólares, contó que “cuando vinieron a embargarme no tenía nada, ni una bicicleta, sólo la mercadería, ‘lo único que tengo a mi nombre son mis hijas’, les dije”. Al no concretarse el embargo, se transformó en una multa, que finalmente no tuvo que pagar al no ser culpable. Y un día le llegó la noticia del sobreseimiento y la pesadilla terminó. “No la seguía de cerca a la causa porque me hacía mal, sólo buscaba las pruebas que me pedía mi abogado y nada más. Y un día me llega un papel que decía: ‘Estás sobreseído, ponete contento loco’. Así fue como me saque la mochila más pesada de encima. Pasé varias noches sin dormir, tomando una pastilla para poder hacerlo, así que fue dar por terminado el tema y limpiar mi nombre. Después venía a comprarme gente de todos lados, me felicitaba y me decía que me habían defendido siempre. Después nos enteramos de todo lo que pasaba a nuestro alrededor: el Presidente de joda, la misma gente de acá hacía fiestas, se vacunaba gente que no se tenía que vacunar… Todos me puteaban y después se comprobó que muchos de esos fueron los que se contagiaban porque rompían el aislamiento. Lamentablemente quedé recontra estigmatizado: hoy alguien que conozco tiene gripe y me dicen ‘tené cuidado’. Finalmente, muchos miles se contagiaron, pero el que quedó marcado fui yo”, concluyó.

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