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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 01/03/2025 12:40
"Jesús lloró: Siete Papas y la batalla por el alma de la Iglesia Católica", el libro de Philip Shenon El libro Jesus Wept: Seven Popes and the Battle for the Soul of the Catholic Church (Jesús lloró: Siete Papas y la batalla por el alma de la Iglesia Católica) es presentado como un análisis de la evolución del rol de los Papas en el último siglo, pero antes que nada es una crítica a lo poco que ha evolucionado la Iglesia según los criterios del autor, que se centra casi exclusivamente en las cuestiones de moral sexual. El autor, Philip Shenon, es un periodista estadounidense que presenta el libro como “una historia de investigación de la Iglesia Católica Romana moderna” y dice haber estudiado durante diez años la vida de los últimos Papas. Su tesis es que el rol de los pontífices ha cobrado relevancia, se ha fortalecido, al punto de ser casi autócratas -con el mundo entero está pendiente de sus gestos, actos y pronunciamientos, en especial desde Juan Pablo II y de la mano de la expansión de los medios audiovisuales-, pero la Iglesia que estos hombres dirigen no ha evolucionado en lo más mínimo. Esto, dice Shenon, se refleja en el hecho de que nada ha cambiado en materia de anticoncepción, voto de castidad, ordenación de mujeres, matrimonio homosexual o aborto; según él es por este mismo motivo que la Iglesia ha perdido tantos fieles. En el New York Times, la escritora Mary Jo McConahay publicó una reseña sobre “Jesús lloró” en la que ironiza: “Las disputas sobre la homosexualidad, el celibato sacerdotal y el control de la natalidad aparecen [en el libro] con tanta frecuencia que el lector podría pensar que el sexo (la palabra o sus derivados están unas 400 veces en 514 páginas de texto) es la principal preocupación de la Iglesia moderna”. Poco tiempo después de asumir, en septiembre de 2013, el papa Francisco dijo que la Iglesia no podía “seguir insistiendo sólo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual o al uso de anticonceptivos”. El Papa Francisco da su bendición mientras recita la oración del Ángelus desde la ventana de su estudio con vistas a la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, el domingo 7 de enero de 2024 (AP Photo/Andrew Medichini) Esto, que Francisco le reprochaba a la Iglesia, les cabe también a sus críticos, que sólo prestan atención a las cuestiones de índole sexual, tanto para atribuirle al catolicismo retraso o rigidez en esta materia, como para medir su grado de renovación que desde la perspectiva de la ultra corrección política se basa sólo en estos criterios. Shenon apela al recurso populista de contraponer la grey católica -los fieles, “el Pueblo de Dios”- a un “linaje monárquico de Papas”, una dualidad o polarización que pasa por alto el hecho de que si esta institución doblemente milenaria ha sobrevivido y mantiene su influencia es justamente por la conjunción de esos dos elementos. El reproche antes mencionado del papa Francisco fue que no se le prestara suficiente “atención al anuncio del Evangelio” para pasar “a la catequesis, preferentemente al área moral, y dentro de la moral se prefiere hablar de la moral sexual: que si esto se puede, que si aquello no se puede…” Esta frase fue celebrada por muchos como expresión de la llegada de vientos “revolucionarios” al Vaticano. Entonces, cuando al día siguiente el Papa dijo que cada niño “injustamente condenado al aborto, tiene el rostro del Señor”, los mismos aplaudidores de la víspera creyeron ver en esto una contradicción. Como dijo Luke Coppen, editor del semanario británico Catholic Herald, ciertos gestos iniciales de apertura llevaron a algunos a esperar “que el Papa dejase de ser católico”. En concreto, toda la perspectiva de Shenon es lo que podríamos llamar progresista y no debe sorprender: criado en una familia protestante poco practicante de California y declaradamente agnóstico, integra la amplia corriente de críticos de la Iglesia, obsesionados “sólo” con el aborto, la contracepción y el celibato sacerdotal. Es llamativo cómo estas cuestiones parecen molestar más a quienes no perteneces a la grey católica que a sus integrantes. Fieles asisten a la oración del Ángelus dirigida por el Papa Francisco en el Vaticano, el 7 de enero de 2024 (Vatican Media/Handout via REUTERS) Hasta ahí, podríamos decir que las críticas de Shenon -un no creyente que no se priva de interpretar a Cristo -”Jesús lloró…”-, aunque poco originales, son un punto de vista que tiene derecho a expresar. “Seguramente las lágrimas del Salvador estarían justificadas hoy por las catastróficas fallas de una iglesia que afirma actuar en su nombre”, escribe Shenon. El problema n son sus opiniones sino que se hace eco de las fake news más clásicas, algunas ya rancias, y hace tiempo desmentidas o claramente expuestas como campañas de difamación. Por supuesto que reivindica el Concilio Vaticano II (1962/65), cuyos alcances “revolucionarios” exagera, y que, desde su perspectiva, debía reducir la importancia del Papa en la Iglesia y poner en primer plano a los católicos de a pie. Una simplificación que no contempla el hecho de que la relevancia de la Iglesia católica y su peso en el mundo, además de los factores históricos, se debe justamente a la presencia de una autoridad central y al doble carácter -jefe de la Iglesia y jefe de Estado- de la cabeza de la institución. No es original la perspectiva de Shenon. ¿En qué consiste la novedad de su libro, entonces? Según la reseña del New Yorker, en “la profundidad de la información” que maneja, “combinada con la estricta observancia de la cronología en su narrativa” (algo lógico por ser un libro de historia) “lo que da un nuevo énfasis al material perdido en el ajetreo del ciclo de noticias.” Shenon hace abundante uso de fuentes anónimas. Afirma haber hecho “cientos de entrevistas” con personas “que se arriesgaron a hablar conmigo... la mayoría con la condición de que no revelara sus nombres”. La tesis de Shenon es que la forma de comportarse de los Papas, ha desviado la atención de asuntos graves como los abusos sexuales clericales, algo que se contradice con la amplia y permanente cobertura que han tenido -y siguen teniendo- esos escándalos que, como en el caso del “yo te creo hermana”, han llevado a pasar por encima de las garantías individuales ya que en estos casos no suele correr la presunción de inocencia. Las denuncias de abuso -o de encubrimiento- han sido ampliamente usadas como herramientas para descalificar. El caso más notable, pero no el único, ha sido el del cardenal George Pell que pasó un año tras las rejas por una falsa denuncia. Y no fue el único. El papa Francisco asiste al funeral del cardenal australiano George Pell en la Basílica de San Pedro, el 14 de enero de 2013 (Vatican Media/Handout via REUTERS) Ni hablar de los estridentes y periódicos anuncios de hallazgos de tumbas de niños en las cercanías de Iglesias, que luego resultan ser cadáveres de todas las edades, resultado de que los cementerios se ubicaron por siglos en los predios de las capillas. Pero según Shenon la concentración en torno al espectáculo del papado y sus controversias ha disimulado la resistencia de la Iglesia al cambio. Dado que es cronológico, el libro arranca con el papado de Pío XII, Eugenio Pacelli, haciéndose eco de la infamia de acusarlo de hacer la vista gorda al Holocausto. Como no puede negar que el Vaticano salvó a muchos judíos, Shenon le atribuye el mérito a Angelo Roncalli (el futuro Juan XXIII) y a una monja asistente del papa Pío XII; no es la versión de Golda Meir ni de otras autoridades judías que en reiteradas ocasiones agradecieron públicamente al Papa y a la Iglesia por lo hecho para protegerlos de la persecución. Tampoco es el parecer de las muchas familias judías que bautizaron Eugenio a sus hijos en honor a Pacelli. Lo llamativo es que una investigación de diez años haya pasado por alto que las acusaciones de complicidad con el nazismo lanzadas contra Pío XII fueron parte de una conspiración de los regímenes soviéticos en venganza contra el Papa que levantó una barrera eficaz a a expansión del comunismo en Europa, como lo reveló un agente de inteligencia rumano, que reveló la autoría de la KGB en esa acción de propaganda.. Hollywood les ha hecho creer a las generaciones post Segunda Guerra Mundial que los aliados entraron a la contienda para salvar a los judíos. Pero, como llegaron bastante tarde para la faena, ¿qué mejor que buscar un chivo emisario? ¿Y quién es el ideal? ¡El Papa! ¡La Iglesia católica! La crítica principal al papa Pío XII es que no quiso condenar públicamente el conflicto. Es habitual esto, sobre todo en el progresismo para el cual decir es más importante que hacer. Rasgándose las vestiduras ex post facto, creen poder lavar sus conciencias… Papa Pío XII - Eugenio Pacelli Pero ni en eso de la no condena tienen razón. Diez años de investigación y tantas fuentes vaticanas no le alcanzaron a Shenon para detectar que la Encíclica Mit Brennender Sorge (Con ardiente preocupación), fechada en el Vaticano el 14 de marzo de 1937, firmada por Pío XI, antecesor de Pío XII, y enviada a Alemania para ser leída en todos los templos católicos el Domingo de Ramos de aquel año, había sido en realidad redactada por Eugenio Pacelli, que entonces se desempeñaba como Secretario de Estado vaticano. El documento contenía una dura condena a los fundamentos de la doctrina nazi. Shenon tampoco se ha enterado de que en esos años de preguerra y durante la misma, ningún gobierno levantó la voz contra la persecución a los judíos. No lo hizo Inglaterra, ni Francia, ni los Estados Unidos, todos regímenes que seguramente Shenon considera mucho más republicanos y democráticos que la “autocracia” vaticana. Nadie recrimina a los Estados con poder de fuego su indiferencia cuando no su complicidad con el exterminio de los judíos y en cambio todos señalan al Vaticano, cuya autoridad es de orden espiritual. El papa Francisco, que ordenó la apertura de los archivos vaticanos del pontificado de Pío XII, fue muy duro contra sus críticos: “A veces me da un poco de urticaria existencial cuando veo que todos se la toman contra la Iglesia y Pío XII, y se olvidan de las grandes potencias. ¿Sabe usted que conocían perfectamente la red ferroviaria de los nazis para llevar a los judíos a los campos de concentración? Tenían las fotos. Pero no bombardearon esas vías de tren. ¿Por qué?” ¿El Vaticano es el único Estado que debe dar explicaciones por lo que hizo en la guerra? Olvidan que a Pío XII, en la inmediata posguerra “se lo veía como el gran defensor de los judíos”, agregó Bergoglio. En agosto de 2022, una nota del semanario israelí en castellano Aurora Israel decía: “Muchos acusan a Pío XII de colaboracionista o directamente lo llaman el papa nazi. Pero, ¿qué dijeron Golda Meir, Albert Einstein, Jaim Weizmann, Ytzhak Herzog, Moshé Sharet, Bernard Henry-Levy y otras personalidades sobre el papa Eugenio Pacelli?” Más de 200 historiadores se preparan para examinar los archivos que el Vaticano abrió sobre Pío XII Y responde el mismo medio: “Todas estas personalidades y muchas más dicen que Pío XII, viendo la imposibilidad de ser útil en una confrontación directa contra Hitler, optó por dar ayuda en total silencio a los perseguidos por el nazismo. Pío XII impartió órdenes personalmente a todas las iglesias, conventos, parroquias, santuarios y seminarios católicos de toda Europa de proteger a todos los judíos posibles, dándoles asilo, refugio, documentos falsos y toda una batería de elementos disponibles para evitar las deportaciones a los Campos de Exterminio. Se calcula que más de 800.000 judíos salvaron sus vidas gracias a la Iglesia Católica y a Pío XII”. No hay cliché del progresismo en el que no incurra Shenon: los teólogos a los que exalta son el suizo Hans Küng y el jesuita español Pedro Arrupe, ambos en conflicto con la doctrina oficial, Por si no bastara con eso, reivindica la Teología de la Liberación y, para exaltarla aún más y negar su afinidad con el marxismo, dice que uno de sus exponentes fue monseñor Óscar Arnulfo Romero, el arzobispo asesinado en El Salvador en 1980. Esto es un flagrante mentira, ya que es de todos conocido que el religioso salvadoreño jamás comulgó con esa teología. Ello le confería una autoridad moral y política de la que carecían otras figuras y por eso lo mataron. En el esquema de Shenon, Juan Pablo II y Benedicto XVI fueron dos reaccionarios que se dedicaron a deshacer lo actuado por el Concilio Vaticano II, y Francisco, que quiere reanudar con aquello, se ve frenado por los conservadores. Nuevamente, las reformas que Shenon espera del Papa son el levantamiento de la prohibición del control de la natalidad, la promoción de mujeres en la curia, etc. El incansable peregrinar de los Papas, en especial de Juan Pablo II en adelante, tendiendo puentes entre culturas y trabajando por la paz y la justicia social, deja indiferente al autor. Karol Wojtyla, Juan Pablo II Un cambio sustantivo para Shenon sería que la Iglesia deje de ser Iglesia. Tal vez se alegre al saber por ejemplo que algunas congregaciones anglicanas ya consideran eliminar la palabra “iglesia” de sus denominaciones. En su reseña, Mary Jo McConahay formula varias preguntas que resumen la perspectiva de Shenon: “¿Se describe mejor el carácter y la identidad de la Iglesia Católica contraponiendo ‘el pueblo de Dios’ a ‘una línea monárquica de Papas’? ¿Se oponían realmente Juan Pablo II y Benedicto XVI al ‘espíritu del Vaticano II’? ¿Pedro Arrupe, antiguo superior general de los jesuitas, ‘dio la vuelta a la orden’? ¿Las revelaciones de abusos sexuales por parte de clérigos hicieron que ‘millones’ abandonaran la Iglesia? ¿Ayudó la encíclica Pacem in terris del Papa Juan XXIII a poner fin a la Guerra Fría?” En definitiva, dice Paul Baumann, editor del commonwealmagazine.org, esta “investigación histórica” o “historia investigativa” como la llama Shenon, es “un refrito familiar de las batallas entre los llamados reformistas y los llamados tradicionalistas sobre el legado del Vaticano II” “Evidentemente, Shenon también piensa que la gestión de los abusos sexuales por parte de sacerdotes, obispos y el papado sigue siendo la cuestión que define al catolicismo”, dice, tema en el que el libro se demora con lujo de detalle. “Nadie duda de lo odiosos que fueron esos actos ni de lo cobardes y despistados que resultaron ser a menudo los dirigentes de la Iglesia ante las acusaciones de abusos -dice Baumann-. Pero ya han pasado más de veinte años desde que los obispos estadounidenses adoptaron su Carta de Dallas, y hay buenas razones para creer que los abusos sexuales a menores por parte de sacerdotes católicos ya no son la amenaza que fueron, al menos en Estados Unidos. ¿Fue terrible la crisis de los abusos? Por supuesto que sí. Pero un libro sobre la historia moderna de la Iglesia católica que sitúa el abuso sexual clerical en su centro y sugiere que nada importante ha cambiado es anacrónico y engañoso”. “Como todas las instituciones humanas, la Iglesia ha fallado frecuentemente -agrega Baumann-. Pero ella es más que sus fallas, y mucho más que las interminables querellas sobre el Vaticano II, el papado o la moral sexual. Es primero y principalmente sobre la creencia de que ‘Cristo ha resucitado’, y que quienes ‘se durmieron en Cristo’, también resucitarán en una nueva vida”. “Que el Evangelio está primero es algo sobre lo cual los papas Francisco y Juan XXIII, los héroes del libro de Shenon, y los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, sus villanos, estarían de acuerdo”, concluye. Josef Ratzinger y Juan Pablo II En 2010, el todavía cardenal Jorge Bergoglio decía: “La opción básica de la iglesia en la actualidad no es disminuir o quitar prescripciones o hacer más fácil esto o lo otro, sino salir a la calle a buscar a la gente, conocer a las personas por su nombre. Salir a anunciar el Evangelio”. Algunos confundieron esta actitud con una suerte de secularización, pero a dos meses de haberse convertido en Papa, Francisco pidió a los católicos no tener vergüenza de vivir con “el escándalo de la Cruz”. Jesús no escandalizó por sus obras, sus palabras o sus milagros, sino porque afirmó ser Hijo de Dios. “Esto es lo que no se tolera, el demonio no lo tolera”, agregó. “Cuántas veces escuchamos: ‘Sean un poco más normales, no sean tan rígidos, sean razonables’. ‘¡No nos vengan con que Dios se hizo hombre!’ Podemos hacer todas las obras sociales que queramos, y dirán: ‘¡Qué bien la Iglesia, qué buena tarea social hace!’ Pero si decimos que hacemos esto porque estas personas son la carne de Dios, viene el escándalo”. Publishers Weekly elogió el libro por su “prodigiosa investigación”, que dio como resultado un “retrato ricamente detallado de una institución compleja, jerárquica y secreta que lidiaba con un mundo en proceso de modernización”. Una prodigiosa investigación que no le impide a Shenon repetir la infamia -difundida durante las gestiones kirchneristas- de que Jorge Bergoglio en los 70 había denunciado a dos sacerdotes jesuitas que fueron secuestrados por la dictadura. Una calumnia especialmente perversa ya que fue por la intervención de Bergoglio que ambos sacerdotes salvaron la vida. Pero hubo cosas que sí descubrió Shenon en los diez años que duró su investigación: una, que “el Nuevo Testamento no dice casi nada sobre el control de la natalidad”, como le dijo el autor al periodista radial Dave Davies. Lo raro hubiese sido lo contrario, realmente. La segunda, aparece en relación a su crítica del hecho de que por mucho tiempo la Iglesia seguía usando el latín en las misas, algo que cambiaría recién con el Concilio Vaticano II. Digamos que el latín no fue una excentricidad de la Iglesia sino que deriva del hecho de que ésta fue la heredera del Imperio Romano, tras su disolución. Pero Shenon hace un descubrimiento peculiar: “Algo que aprendí en el transcurso de todo esto (es que) Jesús no habló a sus discípulos en latín, sino en arameo, que era similar al hebreo”. Caramba.
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