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    » El litoral Corrientes

    Fecha: 28/02/2025 18:50

    La Argentina, donde las fronteras parecen un lugar muy alejado para la mayoría de los habitantes de grandes centros urbanos, el delito toma cuerpo trasnacional. Algunas capitales provinciales se encuentran a pasos de los límites fronterizos, pero para los habitantes del conurbano o de Rosario, por mencionar dos zonas golpeadas en forma recurrente por la violencia de bandas que atacan con múltiples modalidades, la referencia a la seguridad fronteriza puede representar algo abstracto. Sin embargo, ese pensamiento es un error estratégico. En las fronteras, en el primer metro de superficie del país, se desarrolla un combate decisivo cuyo resultado, finalmente, repercute en todas las ciudades de nuestro vasto territorio. Detener la logística criminal en su origen debería ser, en consecuencia, un aspecto prioritario en la seguridad pública. En ese contexto surge ahora el debate por la propuesta de instalar un cerco perimetral a la vera del río Bermejo, en la localidad salteña de Aguas Blancas. La idea nacida de las autoridades de la intervención municipal –el intendente quedó fuera de su cargo al ser procesado por una oscura trama que incluye el asesinato de su hermano– es alambrar un perímetro de 300 metros de extensión para evitar que los llamados bagayeros esquiven el puesto de control de Aduanas e ingresen en la calle principal de Aguas Blancas un centenar de pasos después de haber desembarcado mercaderías que, en improvisadas balsas, cruzan por un corto trayecto desde la ciudad boliviana de Bermejo. Las autoridades nacionales avalaron esa iniciativa, pero trazaron su propio operativo para solidificar en ese lugar del norte argentino la presencia del Estado. El Ministerio de Seguridad, con Patricia Bullrich al frente, conduce el llamado Plan Güemes para ordenar las hoy permeables fronteras y que en Aguas Blancas impondrá un mayor y diferente despliegue de fuerzas de seguridad. Uno de los puntos claves de ese plan será el control en la navegación del río Bermejo que ejercerá la Prefectura Naval. Es menester consignar lo llamativo que resulta el hecho de que la fuerza con especialidad fluvial nunca antes tuviese esa responsabilidad, dejada hasta ahora en manos de las autoridades de Bolivia. De la misma manera, se puede señalar que siempre es bueno corregir un rumbo si los resultados marcan un error. Con los prefectos en la primera línea y la Policía de Seguridad Aeroportuaria como auxiliar armado del personal de Aduanas, la intención oficial es que la Gendarmería redoble el esfuerzo en la profundidad de la zona fronteriza, donde las organizaciones delictivas dan el segundo paso para llevar sus cargamentos ilegales –cocaína, productos electrónicos, neumáticos, textiles, toda clase de mercadería que abastece a los circuitos delictivos en los centros urbanos– hacia sus zonas de acopio. Todo el trabajo que se haga para cerrar las fronteras al delito será una inestimable colaboración para empezar a revertir la proliferación en las ciudades de bandas que necesitan un constante flujo de mercaderías ilegales para obtener ganancias y crecer en número de miembros. Frente a esa realidad, se insta a las autoridades nacionales a dar los pasos necesarios para asegurar los límites argentinos, no solo en Aguas Blancas, cuya escenografía de contrabando quedó expuesta por la propuesta de cercar una zona. Otro de los cruces internacionales con Bolivia, en Salvador Mazza, merece igual atención. A pocos kilómetros del puente fronterizo que es paso habilitado existe un área conocida como “El cañaveral”, donde los fondos de fincas argentinas y bolivianas están separados por una huella de menos de 30 metros. Informes de inteligencia criminal y datos emanados de causas judiciales dan clara cuenta del tráfico de mercaderías y personas en ese sector. La zona es patrullada, pero no puede dejar de mencionarse que se necesita aún más intensidad en el control para impermeabilizar las filtraciones de drogas. Una iniciativa que está en análisis por parte de la ministra Bullrich podría dar sustento a un cambio en un sector donde los integrantes de las fuerzas federales están obligados a convivir con bagayeros, contrabandistas y narcotraficantes. Sin miradas sesgadas por ideologías propias del pasado, debería estudiarse también el aporte que las Fuerzas Armadas están en condiciones de realizar, ya que contabilizaron durante las últimas décadas sobradas muestras de capacidad en la protección y vigilancia de sectores en las misiones internacionales bajo mandato de las Naciones Unidas. Dar seguridad en las fronteras representará la primera batalla contra el delito que golpea en las ciudades.

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