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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 23/02/2025 04:10
Cuando Carlos se instaló en la Argentina en busca de un futuro mejor tuvo su primera relación sentimental con una mujer que conoció en la mezquita de Palermo (Imagen Ilustrativa Infobae) Al leer el mail que Carlos R. nos escribió imaginé que la suya sería una historia de pasiones físicas desenfrenadas batallando contra estrictas creencias religiosas. Él hablaba en su correo del amor por su novia musulmana y de su profundo respeto por sus creencias. Lo que no me esperaba era que el amor entre Carlos y Aisha no hubiera transitado jamás el piel a piel. Que nunca se hubieran parado frente a frente para mirarse a los ojos y que tampoco, aunque más no fuera, hubiesen hablado en vivo por videollamada. La suya es una historia de amor virtual, de esas que cada vez escuchamos más y parecen extraídas del futuro. Los prejuicios me atacan antes de poder relatarla. Lo primero que me viene a la mente es el caso del enamoramiento virtual que por estos días llenó los titulares de los portales. Anne, una mujer francesa de 53 años y decoradora de interiores, casada pero en crisis, se enamoró online de un hombre quien creía era Brad Pitt a quien le transfirió a una cuenta la friolera de 800 mil euros. Reír para no llorar océanos. Si bien hasta el mismísimo Brad salió a manifestar su gran pena por esta cándida señora, lo cierto es que la dama en cuestión no volvió a ver ni uno solo de sus euros. Si ya estaba en crisis con su marido no quiero pensar lo que sucedió después. Pero qué curiosa es la confianza de la gente con los desconocidos. Porque Anne no fue ni la primera ni la única ni será la última. Hubo, en 2021, otro caso rimbombante que pobló los medios. El ex jugador estrella del voley italiano, Roberto Cazzaniga, salió a reconocer que durante más de una década había creído estar de novio con una mujer que en Internet se mostraba -nada menos- como la bellísima modelo brasileña Alessandra Ambrosio. Resultó que la de la foto no era ella ni mucho menos, era un trío de timadores profesionales que le arrebataron, a lo largo de la relación virtual, 700 mil euros. En fin, será por toda esta contaminación que me acosa que la historia de Carlos me genera algunas desconfianzas sobre quién podría estar realmente del otro lado de su computadora. Pero no puedo menos que creerle, además, la mujer sujeto de este amor fiel no pide ningún dinero. Vamos con lo que el protagonista mismo me contó. Buscando remedio en otro país “Soy venezolano, nací en 1982 y ya tengo 42 años. Mi padre es ingeniero y profesor universitario; mi mamá era maestra de preescolar. Somos cuatro hermanos varones y mis padres se separaron cuando éramos chicos. Crecí, me casé, tuve un hijo que hoy ya tiene 12 años y me separé. Con mis hermanos empezamos a pensar en emigrar al exterior cuando a mi mamá le dio un ACV que la dejó hemipléjica y en Venezuela no conseguíamos todos los medicamentos que precisaba. Teníamos que ir a algún sitio donde ella tuviera todo lo necesario para su tratamiento. En el 2015 nos fuimos de Caracas, con mi madre y dos de mis tres hermanos, hacia República Dominicana. Ellos son programadores y enseguida consiguieron trabajo. Yo había estudiado publicidad, pero no conseguí nada en lo mío. Además, con el tema de que era ilegal, los trabajos que me ofrecían eran malísimos y me explotaban. Así fue que en un momento, en 2017, decidí venir a la Argentina para probar suerte. Apenas llegué me alquilé una habitación en la localidad de Merlo. Empecé a trabajar cuidando personas mayores. Me anoté y realicé cursos y, luego, me pude inscribir en la facultad para estudiar Educación Física. Así siguió mi vida de estudios y hoy ya estoy en cuarto año. En este tiempo me mudé de Merlo a Palermo, después a La Plata y ahora volví a Palermo”, relata Carlos. Conversión y golpes Antes de aterrizar en la Argentina, estando en República Dominicana, Carlos se había acercado a la fe musulmana. Había empezado a concurrir a una mezquita donde hallaba consuelo. Así fue que el hijo de una madre católica y de un padre ateo, terminó por convertirse al Islam: “La mezquita fue un refugio para mí. A mis padres no les importaba, siempre nos dieron libertad espiritual”. En Buenos Aires, en 2018, en la Mezquita de Palermo, conoció a una mujer llamada Leila. Carlos iba todos los viernes a una reunión comunitaria después del mediodía. En esa reunión cuenta “leemos el Corán. Hay mujeres y hombres, pero ellas rezan aparte, en otro salón. Así fue que conocí a Leila quien era un poco más grande que yo y venía de una pareja sumamente difícil. Eso me contó. Yo me enamoré, pero tres o cuatro meses después ya nada funcionaba en esa pareja”. Leila era sumamente posesiva. “Le daban ataques de celos muy agresivos. Por ejemplo, si íbamos en el colectivo, yo tenía que mirar hacia el techo. Porque si se sentaba una chica al lado y yo sin querer la miraba, ella empezaba a los gritos. Armaba un escándalo y eso me daba mucha vergüenza. Otras veces me esperaba en la puerta del gimnasio para ver qué hacía, para tenerme vigilado, como si fuese un niño pequeño. Era horrible porque sentía que no podía estar tranquilo en ningún sitio porque ella me perseguía a donde fuera”. Leila sufría de celos y le hacía la vida imposible en todo momento (Imagen Ilustrativa Infobae) Pero eso no era todo. Además, estaba la violencia para con ella misma y con él. “Al poco tiempo descubrí que se había empezado a cortar los brazos. Encima, ante cualquier ataque de celos, me pegaba. Cada vez sucedía con mayor frecuencia. Así que un día me cansé y preocupado llamé a un número para violencia de género. Conseguí que me atendieran dos trabajadores sociales y una psicóloga. Al principio, desconfiaron de mí. Pensaban que yo era el que la maltrataba. Me volvieron a citar para que me presentara con ella a una reunión. Cuando la vieron actuar la mandaron a terapia de inmediato y me alertaron: la tenía que dejar porque los problemas podrían empeorar. Para ellos estaba claro que Leila tenía problemas psiquiátricos. Era sumamente tóxica. Un día Carlos, cansado del maltrato de su pareja, llamó a un número de violencia de género y recibió atención de especialistas (Imagen Ilustrativa Infobae) Fue muy duro porque tuve que decirle que no podíamos seguir adelante. Ella por suerte no reaccionó tan mal y me dijo que agarrara mis cosas y me fuera. Fue un alivio. Esa experiencia de pareja fue tremenda para mí y me marcó”, confiesa. Carlos siguió yendo a la mezquita, pero Leila dejó de asistir. Menos mal. De Argentina a Egipto Carlos recibió el año 2019 en soledad. No quería saber nada con una nueva pareja. “Seguía yendo a la mezquita y quería aprender árabe así que busqué clases por YouTube en un canal donde había videos con mujeres árabes que te enseñaban. Fue así que me conecté con Aisha. Ella estaba en Tanta, Egipto; yo, en Buenos Aires. Al principio la contacté y nos conectamos por Facebook; luego, pasamos a mensajes de WhatsApp. Aisha decía que quería practicar español y yo quería aprender árabe. Entre los dos, nos íbamos corrigiendo. Al terminar el primer año de clases un día me animé y le manifesté que ella me gustaba. Me rechazó muy seria y me dijo que lo máximo que podía tener conmigo, por la diferencia cultural, era una amistad. Bueno, acepté. No me quedaba otra que decirle que estaba bien. Seguí con las clases de árabe. Ella me mandaba tarea y yo la hacía. Mensaje va y mensaje viene pasaron dos años más. Decidí insistir porque cada vez me gustaba más. Me volvió a decir que no. Pasó todo el 2022 y empezó el 2023 y fue recién ahí, ante mi perseverancia, que ella comenzó a aceptar que yo le gustaba. Admitió que había sido desde el principio. Dijo que se estaba enamorando, pero que no quería enamorarse, porque todo iba a ser un problema. Lo fue. Te cuento que Aisha hoy tiene 29 años, trabaja en una embajada latinoamericana en Egipto y habla varios idiomas. Es dulce, tranquila, inteligente. Hablábamos en ese momento todos los días y los fines de semana hasta seis horas. Pero todo es por voz, sin videollamada. Las mujeres árabes son muy pudorosas”, explica Carlos. A Aisha la vio por primera vez en un canal de YouTube de mujeres árabes que daban clases del idioma (Imagen Ilustrativa Infobae) Cuando la madre de Aisha se enteró del mutuo interés se opuso de una manera tajante. “Llegó a decirle que si yo llegaba de visita a Egipto, me iba a hacer matar. Le recriminó que yo era de occidente, que tenía otras costumbres, que había estado casado y que ella no sabía qué tipo de musulmán era. La mamá empezó a enfermarse de cualquier cosa porque Leila le decía que me amaba y que quería conocerme en persona. Cuando le avisé que estaba intentando planificar un viaje Aisha dio marcha atrás y me pidió que no lo hiciera porque ella, me explicó, justo se había presentado para un trabajo en el estado y no quería que mi visita pudiera interferir. Quedamos en postergarlo. En eso estábamos cuando me contó que su madre la había golpeado con violencia cuando discutían por nuestra relación. Me asusté. Yo sé lo que es la violencia en el hogar por lo que viví con mi ex pareja y le dije que me iba a alejar un poco para que ella solucionara pacíficamente las cosas con su madre”. Los padres de Aisha están divorciados desde hace tiempo y ella vive con su madre y una hermana: “El único hermano varón también las abandonó”, relata Carlos. Los varones de la familia son, en estas culturas, demasiado importantes y su abandono puede generar una situación de indefensión. Le pregunto a Carlos, muy intrigada, cuál es el problema de hacer una videollamada en tiempo real. Al menos así se verían en movimiento, más naturalmente y en vivo. Explica Carlos que “la videollamada es como un tabú para ellas. No se hace por respeto para no llegar a más cosas. Solo hablamos y nos mandamos fotos. Ella es mucho más estricta que yo por la crianza. Un día Aisha lloraba y yo llegué a escuchar a su mamá gritando detrás de ella. Se le notaba la voz muy alterada por la ira. Instaba a su hija a ser fuerte porque me iba a prohibir la entrada a Egipto e insistió en que podía matarme. Aisha se defendía y le decía que éramos solo amigos, pero su madre respondía que no quería ni amistad ni nada porque yo manchaba su reputación por ser un hombre impuro. Mi impureza ensuciaba a su hija”. Carlos no consiguió hacer una videollamada para ver en tiempo real a la mujer de sus sueños, que solo ve en fotos (Imagen Ilustrativa Infobae) El mundo de los imposibles Le pregunto a Carlos si sabe cómo se viste Aisha: “Usa el hijab en la cabeza, pero no se tapa la cara. Eso sí: tanto sus brazos como sus piernas tienen que estar cubiertos”. A pesar de estas limitaciones Carlos cuenta que Aisha viaja bastante con su hermana. Dice que estuvo de vacaciones en China desde donde le mandó fotos y videos. Le expreso mi creciente desconfianza respecto del enamoramiento virtual y él se defiende: “Yo al principio decía que el enamoramiento virtual no existía. Nunca creí que pudiera pasar, pero me pasó. Cuando hablo con ella, me siento escuchado. Tenemos una conexión emocional muy fuerte y pasa algo extraño: cada vez que me siento mal física o espiritualmente, ella justo me escribe. A ella le ocurre igual. Es tal la conexión que tenemos. Incluso reconocemos lo que nos pasa por el tono de voz. Eso no lo había tenido nunca con nadie estando en el mismo lugar y frente a frente”. Fue en 2023 que Carlos comenzó a insistir con ir a visitarla. Fantasearon un poco con vivir fuera de Egipto por la negatividad de la madre de ella frente a esta pareja. Las cosas se complicaron en el 2024 y verse en persona con Aisha es algo imposible en el corto plazo. No solo por la suegra intransigente sino también porque a Carlos se le venció el pasaporte y “desde julio de 2024 dejó de haber relaciones entre Argentina y Venezuela. Yo ya no podría viajar a Egipto. Tengo vencido el pasaporte, no hay embajada. Tengo residencia permanente en Argentina, pero tendría que ir quizá a Brasil para renovar mi pasaporte venezolano y debería disponer de más de 500 dólares. Un lío”. El otro imposible que enfrenta es traer a su hijo que vive en República Dominicana y con quien tiene una relación fluida. “Con la madre me llevo bien, pero no lo veo desde hace siete años. Mi hijo también está indocumentado en República Dominicana. Él me reclama porque lo dejé allá, así que sueño con traerlo. Pero no siento culpa porque no es algo voluntario, son las tremendas circunstancias que nos tocan.” Aisha suele viajar con su hermana y en unas vacaciones en China le mandó fotos y videos (Imagen Ilustrativa Infobae) Para colmo hace un mes murió la madre de Carlos en República Dominicana y explica conmovido: “Falleció por una mala praxis. Le dio una convulsión después de ser mal intubada y se le cerró la tráquea. Eso me dijeron. Tenía 67 años”. Carlos enfrentó una depresión con todo lo que ha vivido en estos años y desliza que también le pesa mucho ver a sus pacientes tan enfermos: “Tuve que hacer terapia porque caí en una depresión. Muchos de mis pacientes tienen ELA, Alzheimer o enfermedades graves o mueren. Eso me bajonea”. Lo cierto es que ahora cuenta que hace unas semanas Aisha le mandó un mensaje que es como una despedida a la relación: “Lo siento mucho por tí, por si te voy a causar algo malo, pero eres un hombre más fuerte que mi madre. Mi padre la dejó y mi hermano también. Necesito apoyar a mi familia y no causarle más sustos. Admito mi error de no dejarte o de prometer algo que no pude cumplir. Nunca lo dije como si fuera una mentira. Hay diferencia entre dejarte o alejarme. Si me necesitas aquí estoy. No dejo de amarte, pero tengo que pensar en mi familia”. Carlos acepta que con estas palabras de Aisha quedó “muy dolido” porque las ve como una posible “despedida”. El futuro: ¿ficción o realidad? Retomemos el eje de la cuestión que es el amor: ¿qué espera Carlos de la vida y de su pareja virtual? No lo sabe bien: “No sé si terminar esta historia o si insistir en ella. Se me hace un poco complicado. Me he puesto a pensar mucho en eso. Voy a terminar mi carrera y traerme a mi niño. Fantaseo con poder viajar a conocer a Aisha y también me encantaría que ella pudiera venir a vivir a la Argentina. Si quisiera, le mandaría un pasaje para venir. He conocido muchas chicas que están cerca, acá al lado, pero no siento lo mismo que me despierta Aisha. Ella me transmite tranquilidad, su esencia es la calma. Y no consigo con otras mujeres esa conexión emocional que te conté antes. No me enamoro de las chicas cercanas. Con Aisha entendí que el amor no solo es una emoción, sino también una transformación. Ella me mostró lo que significa sentir algo profundamente, incluso en la distancia. Comparto esta historia porque creo que muchas personas pueden entender lo que es el dolor de amar a alguien y no poder estar juntos, pero también la esperanza de que las circunstancias cambien”. Le pregunto si no cree que su experiencia con la mujer golpeadora lo ha lastimado demasiado. Tanto como para hacerlo elegir una “relación virtual perfecta” que la realidad no tiene la oportunidad de deformar. No lo niega: “Quizá quedé tocado con mi historia anterior. Quizá haya sido tan violenta que cuando encontré esta tan tierna ya no quiero salir de ahí”. La realidad siempre es menos moldeable que la tierra de los sueños donde quiere vivir Carlos. Por eso Aisha puede ser, por ahora, su mejor opción. Un refugio donde lamer sus heridas y prepararse para el futuro imperfecto. *Escribinos y contanos tu historia. amoresreales@infobae.com * Amores Reales es una serie de historias verdaderas, contadas por sus protagonistas. En algunas de ellas, los nombres de los protagonistas serán cambiados para proteger su identidad y las fotos, ilustrativas
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