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  • “Cuando los pueblos aman a sus propios ladrones”

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 23/02/2025 09:20

    “Un pueblo que elige a corruptos, impostores, ladrones y traidores no es víctima, sino cómplice” George Orwel “-Hola, te fuiste al pasto”. “-Cállate, chorra”. “-Bueno, no nos agredamos. Vamos por lo importante”. “-Sí, tenés razón, lo de la Corte ahora también me conviene a mí”. “-Obvio, pero esperemos a que baje la espuma”. “Sí, uff”. “-El que las hace las paga, pero sin fanatismos. Nadie será echado por la cripto”, se escuchaba en “off” una voz femenina pero-radi-pro-libertaria. Para evitar que el Senado sea una caja de resonancia, Corrientes hizo su aporte. El correntino jefe de la bancada radical, a pesar de haber firmado el pedido, votó en contra de la constitución de una comisión investigadora. La casta a full. “Si la Argentina está en problemas, Corrientes la va a ayudar”, dice el chamamé. Seguramente la justicia argentina, con su metodología de juzgar cuando se pierde el poder, o Estados Unidos, si no mete la cola Trump, nos dirá la responsabilidad que le cabe a cada uno de los privados y de los funcionarios públicos en esta escandalosa mega estafa. Arkham, una firma dedicada a análisis blockchain, afirma que Kelsier Aventures, liderada por el asesor de Milei Hayden Davis -no es su nombre real- tiene una suma de casi 300 millones de dólares en fondos generados por el activo $LIBRA, distribuidos en casi mil direcciones (fuente La Nación). La fanatización de las masas es la explicación más plausible sobre la indulgencia de los argentinos con sus gobernantes sospechados de corrupción. Olvidando su historia, y condenados impenitentemente a repetirla, como Sísifo a arrastrar la roca una y otra vez pendiente arriba, con el escándalo cripto el pueblo argentino repite su visión tamizada por su anteojo ideológico. Lo hizo con Cristina, lo hace con Milei. “Si votamos reiteradamente a quiénes nos han robado, o han cometido actos de corrupción, se debe a la ideologización de las masas. Fulano es bueno porque pertenece a mi bando político”. Durante estos días, tanto las redes cómo los medios, difundieron visiones edulcoradas acerca de la responsabilidad del mandamás argentino en la colosal estafa con criptomonedas. Es más, los primeros sondeos de opinión indican que es poco lo que la imagen presidencial se ha visto deteriorada con el escándalo. No sólo la política argentina es indulgente en sus apreciaciones, ello se observa también en gran parte de la gente. El dicho que es tan ladrón el que roba una gallina como el que lo hace con un millón de dólares, no cabe en este caso. Las redes se han inundado de aquello que denomino “tolerancia por comparación”. No es que pensemos que Milei sea honesto, sino que comparado con Cristina, resulta un dechado de moralidad. Alto el nivel el de la tolerancia argentina, no se trata de una gallina, sino de 300 millones de dólares en pocas horas. Si le ponemos al presidente una vara tan baja en lo moral como Cristina, la superará con los ojos cerrados. En cambio, si la vara es de la altura moral de Illía o de Alfonsín, seguramente no le bastaría una garrocha. Suelo errar bastante en mis proyecciones electorales, pero permítaseme formular una. Creo que Javier Milei ganará cómodamente las próximas elecciones de medio término y lo hará por esa relatividad moral de los ciudadanos, que juzga el comportamiento de sus gobernantes, no por su valor moral sino por su identidad partidaria. No nos damos cuenta, los argentinos padecemos ante el mundo de una fama muy triste, que el affaire cripto no hará más que consolidarlo. Los parámetros de juzgamiento no son en el exterior cómo en nuestra tierra. A mediados de 2002, cuando Argentina enfrentaba la peor crisis económica de su historia, el presidente de Uruguay, Jorge Batlle (2000-2005), lanzó ante una cámara una frase polémica. “Los argentinos son una manga de ladrones, del primero hasta el último". “Lamentablemente, la estafa cripto sólo agravará el concepto que los argentinos tenemos en el exterior, primero con el kirchnerismo y ahora con los libertarios” En 2019, y pivoteando en el resultados de las Paso, en la que se impuso cómodamente el team Fernández-Fernández, el prestigioso diario El Mundo de España, publicó una columna que todavía recordamos: “Cuando los pueblos aman a sus propios ladones”, que sirve de título a este artículo. En esa publicación se habló de las “masas ideologizadas comprensivas e indulgentes con la corrupción peronista”. Sabíamos, que la sociedad argentina tenía, tiene, con el peronismo una dosis de tolerancia en cuestiones morales y éticas que nunca se las prodigó al resto de la política. Hasta ahora. Es bueno recordar aquélla anécdota del maestro Borges, ya afectado de la vista. Un joven ofició de lazarillo circunstancial para ayudarlo a cruzar una avenida. Conmovido, le avisó a la celebridad que ayudaba: "Disculpe maestro, pero le tengo que advertir que soy peronista". Con una sonrisa bienhumorada, éste repuso: "¡No se preocupe, joven! Yo también soy ciego". Hoy se observa el patetismo de este comportamiento, porque la alta tolerancia al delito se amplió hacia los libertarios, en la cabeza de su máximo líder. No importan razones, hechos, pruebas ni nada de sentido común. Importa lo que yo quiero creer y la ideología política a la que pertenezco. El autor mexicano Gabriel Zaid denomina "verdad por afiliación" y que, traducido en parámetros ideológicos, supone "tengo razón por ser de determinada ideología política, en vez de serlo por tener razón". Ello origina masas ideologizadas comprensivas e indulgentes con los corruptos hasta extremos groseros. ¿Cuál es la razón principal del recrudecimiento permanente de la corrupción pública? No es, como pareciera, la inmoralidad del funcionario corrupto, sino la tolerancia social a los corruptos que son del “mismo palo”. Los volvemos a votar, de manera tal que del lugar de víctimas pasamos al de cómplices. “Pareciera que la sociedad no es víctima sino cómplice de sus gobernantes. Pero tenemos un fuerte atenuante. ¿Dónde están los políticos honestos?” Pareciera que vivimos en una sociedad de mentiras e imposturas, cercana a la esquizofrenia colectiva. Hablamos de moral pública y somos tolerantes con el corrupto “amigo”, desdeñamos la política, en redes sociales ridiculizamos a los políticos, pero a la hora de demostrarlo nos desentendemos y votamos por ellos. Decía Victor Hugo que “entre un gobierno que lo hace mal y un pueblo que lo consiente, hay una cierta complicidad vergonzosa”. No es diferente a lo expresado por George Orwel. Es cierto, los argentinos tenemos, ciertamente, atenuantes poderosos que pueden, sino justificar, explicar nuestras reincidencias. La falta de alternativas entre los extremos. Hoy por hoy, los extremos políticos inundan la escena, la ancha avenida del medio ha desaparecido, es un gran agujero negro, ya sea por falta de propuestas claras o, fundamentalmente, de liderazgos. Ni siquiera han sabido tener posturas coherentes o principistas en el tema cripto, apenas siguen el camino que le marcan sus intereses. El radicalismo, el Pro, dos de las fuerzas del centro de mayor envergadura, paulatinamente se están achicando por falta de posturas unificadas y claras. Si el centro político está disminuido a su mínima expresión y sea verdad, como se sospecha, que los extremos se tocan, verdaderamente no tengo las respuestas para los próximos comicios.

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