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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 23/02/2025 02:46
José Cicala “Mirala con tus ojos de los ocho años”. Eso me sugirió José María Cicala cuando le pedí ver Lennons, su última película, antes de entrevistarlo. Después de la charla, todo cerró. La vida de Cicala se podría resumir en doce palabras: de Lanús a zambullirse en la piscina climatizada de Cher en Malibú. Para contarla completa hacen falta muchas más —acá no alcanzará—, y todas van a desembocar en el gran éxito que su film tiene desde que subió a la plataforma de Flor: hoy está en el top 3, luego de encabezar el ranking varias semanas frente a tanques como Venom y la última de Denzel Washington, Pequeños Secretos. Cicala tiene 59 años, nació en Lanús Este, pero enseguida se mudó a la parte Oeste (los de zona sur entenderán la diferencia enseguida), donde vivió hasta los 35 años. “A mi vieja le encantaba mudarse, íbamos de un lado para el otro”, le cuenta a Infobae. José Cicala y los protagonistas de su película Lennons: Griselda Sánchez (que además es su pareja), Gastón Pauls y Luis Machín Hoy, que todavía mira la vida “con los ojos de un niño”, sabe que todo lo que vivió a los ocho años lo marcó para siempre. En su relato, a esa edad vivió un hecho traumático, que todavía resuena: “Me pasaron cosas demasiado grosas, tremendas. Y todavía no puedo dormir si hay silencio, necesito tener el televisor prendido, o el ventilador andando. A los ocho entraron a casa y se llevaron a mi papá. Lo tuvieron meses desaparecido. Después lo recuperamos. Él no estaba relacionado a nada político, pero era una época compleja. De hecho, fue antes de los militares. —La época de la Triple A. —Claro. Mi papá, José, viajaba mucho a Tucumán porque vendía cubiertas. Cuando volvía contaba de gente muerta que se cruzaba en la ruta. Cosas muy heavys. Y bueno, fue torturado, un montón de cosas. Todo eso me trascendió y mi escape era la tele o la calle, caminar con mis amigos, perderme, jugar, las historietas. Definitivamente eso era lo que me mantenía. Muchos años después, aquello derivó en un hobbie que lo apasiona: el coleccionismo. “A los 12 años nos fuimos de una casa muy grande a un lugar muy chiquito. Mi viejo me compraba todo lo que yo quería. Y mi mamá me dijo ‘mirá, ya creciste, regala todo, porque donde vamos no hay lugar’. De un día para el otro, mis amiguitos del barrio y mis primos se quedaron con todas mis cosas. Para mi fue un golpazo también: ahí perdí mi barrio, mis amigos. Y esas cosas te resienten. A los 30, caminando por la avenida Corrientes, vi un muñequito de Star Wars, y me lo compré. Ahí comenzó todo este delirio de recuperar el pasado. Y hoy en mi casa tengo un museo enorme. Yo lo uso también para generar un clima con la gente que trabajo. Por ejemplo, con Guillermo Andino nos hemos puesto a jugar, o con David Lebón armé un lugar que él le generaban cosas y terminamos en el piso jugando a los soldaditos”, cuenta. José Cicala con una taza del Mundial 78 y debajo, parte de su colección Es un disfrute eterno, que tiene un link directo a Lennons: “Definitivamente, el mundo de Canelón, el personaje de Gastón Pauls, es mi mundo, mi infancia. A mi me dicen ‘che, a veces sos muy proyanqui”, por, por ejemplo, el tacho de basura que uso en la película. Y para mí, un tacho de basura es como el de Don Gato y su pandilla. Cuando yo era chico no existían las bolsas de residuos. En casa había un tacho de basura muy limpio donde mamá ponía la basura. Mi trabajo, a la noche, era ir a recuperarlo. Pasaban los basureros, lo vaciaban en el camión y lo revoleaban tres o cuatro casas más adelante. Y a veces me mandaban a buscar el de Doña Elisa, la vecina, que lo tenía re sucio y me quería morir, porque estaba lleno de gusanos. Entonces, en mi mundo el tacho es el de Don Gato, el que yo imaginaba. Es que yo veo la vida con los ojos de un niño”. Cuando terminó el secundario, José se anotó para estudiar Publicidad en la Universidad de Lomas de Zamora. Era 1985. Allí conoció a quien hoy es su socio y hermano en la vida, Gabriel Machado. Juntos, tienen uno de los estudios de fotografía más importantes de la Argentina: Machado-Cicala. Pero para llegar a ese momento faltaba mucho. “Ninguno de los dos terminó la carrera. A mí me faltaron seis materias. Quizás porque empezamos a trabajar. Con Gabriel hicimos de todo lo que se te ocurra: cartelería, pintura, verdulería Julito, de todo... Hasta que un día empezamos a armar stands en La Rural para marcas de ropa y se nos ocurrió hacer fotos, para llenar esos stands. Y empezamos, fue muy loco. Armamos un estudio muy chiquito ahí en la calle Montevideo y Perón. Arrancamos con todas las modelos de Dotto y Piñeiro. Agarramos toda esa época. De hecho, estoy armando una serie ahora sobre las modelos de los 90, bastante controversial. Una ficción basada en los hechos reales que vivimos en ese momento, cosas que hoy son totalmente incorrectas y entonces las veías con ojos diferentes. Quiero contar todo eso. Hicimos cantidad de campañas de marcas de ropa. Y las seguimos haciendo”. Foto de Cher del estudio Machado-Cicala Con Machado le han ocurrido cosas que aún no se explica del todo: “Hemos estado en la casa de Cher como ocho veces. Viajamos a Los Ángeles a hacer las tapas de dos de sus últimos discos (Dancing Queen y Closer to the Truth). Vos decis ‘¿Qué necesidad tiene esta mujer de buscar a alguien en Argentina? Y ella (remarca) llama por teléfono, y dice ‘¿podrán venir los chicos a hacer unas fotos? Así que agarramos el primer avión a Los Ángeles y vamos. Es maravilloso vivir ese mundo. La fotografiamos morocha y rubia, con fondo blanco, fotos también para prensa, otras para un libro enorme que vendió en sus recitales en Las Vegas. —¿Y cómo es estar con una celebridad semejante? —Es ir a su casa y estar en su habitación, que es como un estadio de fútbol, jaja, y que nos diga ‘chicos, vayan a la pileta un rato, que todavía tengo como dos horas de maquillaje’. Tiene una pileta climatizada donde ves Malibú, pasan los albatros. Y ahí pensas, ¿cómo mierda llegamos de Lanús y La Tablada hasta acá? Y es no entenderlo pero disfrutarlo. Es maravilloso. También terminaron en una película de Al Pacino, al que además fotografiaron: “Hace unos años él estaba filmando y dijimos ‘vamos a ver cómo se filma en Hollywood’. Fuimos a una grabación y terminamos en una escena con Christopher Plummer y Al Pacino, brindando y haciendo de productores. Y también decís, ¿cómo llegamos a esto? La única respuesta, para mi, es con la pasión, con el amor, con las ganas de disfrutar todo lo que hacemos”. José Cicala, Danny Trejo (que vino a la Argentina a filmar La sombra del gato con él) y Griselda Sánchez. Debajo, José y Griselda cuando esperaban a Gina Del video club a la pantalla grande En el medio —a finales de la década del ‘80— también pusieron un video club. Ahí se empachó de cine, aunque recién hace cinco años “me picó el bichito de hacer películas”, dice. Y aquella experiencia le sirve para trazar un paralelo con lo que hoy significan las plataformas como Flow o Netflix. “Lo pusimos en el garaje de la casa de Gabriel, en La Tablada, y después, en la casa de los tíos, que era al lado, pusimos una heladería. Nuestros orígenes son muy humildes, pero siempre laburantes y apasionados y con ganas de ir para adelante. Hacíamos lo que viniera con tal de laburar: era nuestra prioridad y nuestra alegría. El video club le dio la posibilidad a montones de artistas, desde directores, actores, actrices, guionistas, a entrar en un mundo que era muy prohibitivo. El cine era un ambiente muy cerrado. Entonces, si bien renegábamos con Gabriel, porque a veces la gente venía y pedía películas que para nosotros no eran dignas, porque se empezó a hacer cualquier cosa también, apareció un montón de gente que tuvo la posibilidad de mostrar lo que hacía desde un nivel más independiente. Y las plataformas volvieron a abrir un poco ese universo. Como que es más fácil acceder. Aunque también me pasa algo con respecto a los jóvenes. —Contame. —Nuestra lucha cuando éramos chicos era ir a la biblioteca a buscar información, o en el Billiken y el Anteojito, te volvías loco. Hoy, que es más sencilla la posibilidad de saber y entender todo, la gente de nuestra generación la aprovecha más que los jóvenes. Los jóvenes se quedan ahí, en el límite. Me cuesta escuchar que me digan ‘yo no conozco la música de Serú Girán porque no había nacido’, me crispa un poco. Nosotros tampoco conocíamos a Gardel, pero en nuestro universo estaba. Ahora todo está tan abierto que ni siquiera tienen ganas de salir a investigar. Nosotros éramos investigadores porque no nos quedaba otra. —Claro, había que salir a buscar lo que nos interesaba. No para generalizar, pero ahora las cosas parece que llegan solas, es tan cómodo que los chicos terminan viendo sólo lo que quieren que vean… —Sí, es tan fácil que dicen, ‘bueno, está ahí, un día me fijaré, me ocuparé’. Nosotros teníamos ese impulso por lo difícil, que te llevaba a investigar. Hoy se sacian con lo superficial. Es conformismo, algo muy diferente a la necesidad nuestra de conocer, de saber, de entender. Cicala, fan de Carlitos Balá, que apareció en una película por última vez con él — Vos tenés ese alma de niño, todavía. — Definitivamente. Absolutamente sí. Todos llevamos un Peter Pan adentro. Lo que pasa es que a la mayoría se le duerme. Con el paso del tiempo lo van perdiendo. Y eso es lo triste. Creo que hay que mirar la vida con ese alma. Es lo único importante que nos queda. Obvio que tengo que trabajar, entonces lo dejo y pongo el eje en el trabajo, en una reunión, en algo que te lleve a otro tipo de cosas, pero en cuanto lo puedo recuperar, lo hago y lo disfruto. Porque cuando sos chico, como te decía, te pasan las cosas que más te marcan en la vida. Qué se yo: cuando estuvimos con Al Pacino nos cagamos de risa, esa cosa de niños que no la tenés que perder nunca. Ese Peter Pan tiene que estar siempre ahí. Vidas privadas Pero este hombre con alma de niño ya es padre de tres hijos. Dos ya son grandes, de otra relación. La más chica, Gina, tiene ocho años y ya actuó: a los tres meses hizo de hija de Araceli González en la ópera prima de Cicala, Sola, y ahora estará en Encantador, un film que estrenará en dos meses y protagoniza Rodrigo Noya. “Es una película que originalmente arrancó con un pensamiento, que los políticos, para llegar a ser presidentes, bueno, siempre fueron encantadores. Y es que uno puede decir que Hitler fue encantador, conquistó a Alemania, a los alemanes, como Mussolini, Sadam Hussein, y no te voy a nombrar argentinos porque ya sabemos todos. Encantador es una palabra muy amplia, tiene un doble sentido bastante heavy. Pero de eso hablamos en dos meses”, finaliza. Griselda Sánchez y José Cicala con la pequeña hija de ambos, Ginna A Gina la tuvo con su pareja desde hace 17 años, Griselda Sánchez, la ex Gran Hermano (cuando Jorge Rial conducía GH y medía 50 puntos de rating) y hoy es coprotagonista de Lennons. El año pasado, la actriz provocó atención cuando contó que era bisexual, había tenido una novia y que Cicala “se quedaba a cuidar a nuestra hija”, lo que pareció encajar en el modelo de pareja abierta. —¿Lo son? —Noooo… (ríe) Y explica: “Ella hace varios años se dio cuenta que le gustaban las chicas, algo que tenía como totalmente reprimido en su vida. Y yo le dije ‘está bien, ¿y a mí, me querés?’ ‘Yo te amo, sos el hombre de mi vida”, me respondió. “Estamos juntos y bueno, eventualmente, tenés una novia’, le dije. Para mí está todo bien y… nada, yo no hablo tanto de esas cosas. Este universo es más artístico y desprejuiciado, quizás, y yo re disfruto vivir de esta forma. No te voy a hablar más nada, porque es parte de algo nuestro. Pero no es que está abierta la pareja. Ella puede saciar determinadas energías y para mí Griselda es lo mejor que me pudo haber pasado. Celuloide El cine, lo que hoy más apasiona a Cicala, llegó a su vida hace “cinco o seis años”, nada más. “Me cambió la vida, como decir ‘guau, siento que voy a dejarle algo a mis nietos’”. En este lapso, dirigió cuatro películas, de las que estrenó tres: Sola, La sombra del gato y Lennons, que se filmó durante la pandemia. El creador del film que protagonizan Gastón Pauls, Betiana Blum, Luis Machín y Javier Parisi (“el Lennon argentino”) y tiene música original —y fundamental— de Nahuel Naeso, regresa a su pasado para explicar el origen de la película: “Cuando murió John Lennon yo tenía 15, y lo primero que pensé es cuántas canciones suyas me iba a perder. Si te acordás, acá, en nuestra época de juventud, se murió Luca Prodan y al toque Miguel Abuelo y Federico Moura, yo lo sufrí muchísimo. Mi sueño, mi deseo con Lennon, era recuperarlo de alguna forma. Es la distancia que uno tiene al hacer arte y decir bueno, ya demasiado con la cruda realidad que vivimos, las noticias y todo lo tremendo que pasa. Yo tengo ganas de de de contar un mundo más, más mágico, más del tipo Érase una vez… Lennons me da esa posibilidad mágica de poder decir qué hubiese pasado si hubiese seguido vivo. Es mi manera artística de recuperarlo. Toda la música fue hecha especialmente para para la película. Y los hijos de Lennon la recibieron re bien. —¿Tuviste que pedir algún permiso? —Hubo una charla, fue importante Javi Parisi, que también es de Lanús. Hace unos años, la mejor amiga de John, que le hacía todos los gorros y las boinas, usaba fotos originales de John para promocionarse. Apareció Yoko y le pidió unas regalías. Después se cruzó con Parisi y le hizo hacer todas las fotos. Y ahí, él terminó conociendo a los hijos de John, que le decían ‘por favor,‘salí de del personaje porque sos mi viejo’. El afiche de Lennons. Debajo, una escena con Griselda Sánchez (como Yoko) y Javier Parisi (como Lennon) —¿Yoko Ono la vio? —No lo sabemos. Esperemos que no. Porque siempre estamos diciendo, por más que hayamos firmado todo con abogados, que hay una cosa que es su admisión. Ojalá que no la vea nunca (se ríe). Igualmente está hecho todo desde un punto de vista de de del amor, Bueno, John Lennon dijo que él iba a volver de alguna manera y lo iba a demostrar. —¿Cómo fue filmar en la pandemia? —¡Otro tema bestial! Tuve que eliminar como veinte mil escenas, la película llegó a durar tres horas y media, imaginate el nivel de delirio que fue, porque todo el mundo estaba encerrado en su casa y cuando se enteraron que estábamos haciendo la peli, nos llamaban ‘por favor, quiero salir de mi casa, quiero estar en tu película’. A ese nivel fue bárbaro. De hecho, tuve la Usina del Arte a disposición porque no había nada. Estuvimos en el Hotel Savoy, porque necesitábamos un par de habitaciones y nos dijeron ‘está el edificio vacío, así que hagan lo que quieran’. Esa fue la locura del COVID, que a mí me generó un montón de ventajas: no tenía que cortar calles, no había autos en la calle que me complicaran las escenas de época. Filmamos a las dos de la tarde en la Torre de los Ingleses y no había nadie. Fue muy loco, al margen de los barbijos y tener que hacerse los análisis todo el tiempo. —¿Habrá una secuela? —Como te dije, cuando la tuve que armar para cine, me dijeron ‘más de dos horas no’. Porque una película argentina que dura más de dos horas no puede ir al cine. Tenés que ser Marvel para durar más de dos horas en cines. Y entonces le saqué una hora. Pero la ganas de una secuela recontra están.
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