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  • La historia de Socks, el simpático gato de los Clinton que rompió la tradición de los perros en la Casa Blanca

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 20/02/2025 02:43

    Socks, el gato de Bill Clinton, fue adoptado en 1991 y se convirtió en una de las mascotas presidenciales más mediáticas de la historia (AP/Marcy Nighswander) “En sus nobles actitudes de esfinge parecen soñar un sueño sin fin; mágicas chispas fulguran en sus pupilas como arenas doradas en un fondo oscuro”, escribió Charles Baudelaire, quien fue no sólo amante de los gatos sino que era casi devoto de de ellos. Seguramente habría estado de acuerdo con que los felinos tuvieran una fecha en el calendario para que el mundo les rinda homenaje. Y esa fecha existe: cada 20 de febrero se celebra el Día internacional del gato. La explicación de por qué se eligió ese día es sencilla: el 20 de febrero de 2009, murió Socks, el famoso gato presidencial que vivió durante años con la familia Clinton en la Casa Blanca. Rompió con la tradición de tener allí solo perros y se convirtió en un emblema de la vida política y mediática de la década de los 90. Su pequeña figura trascendió las fronteras y, sin ser un diplomático, contribuyó para que varias naciones adoptaran ese reconocimiento. Aunque la celebración es reciente, la relación entre los gatos y los humanos es milenaria: los faraones egipcios los veneraban, y hoy, en plena era digital, protagonizan innumerables videos tiernos y graciosos. También cautivaron a escritores, científicos, artistas y líderes políticos como Abraham Lincoln y Theodore Roosevelt. Socks, el gato que rompió con la tradición de tener solo perros en la Casa Blanca El gato de la Casa Blanca Socks nació en las calles de Little Rock, Arkansas, a finales de los años 80. Era un gato de pelaje blanco y negro, con una mancha oscura sobre la nariz y patas que parecían cubiertas de pequeñas medias. Por eso lo llamaron Socks, como se dice medias en inglés. Nadie sabe si su destino estaba en la política, pero en 1991, mientras merodeaba cerca de la casa de Chelsea Clinton, la hija del entonces gobernador de Arkansas, su suerte cambió. La niña, de entonces 11 años, lo adoptó y, dos años después, con la llegada de los Clinton a la Casa Blanca, Socks se convirtió en el primer gato presidencial en décadas. Solía pasearse por los jardines de la residencia, asistir a eventos benéficos y, para deleite de las cámaras, el orgulloso felino posaba con dignidad en la Oficina Oval, el despacho de los presidentes de Estados Unidos. Así se ganó el amor de la prensa y del público. Su presencia en la Casa Blanca coincidió con el auge de la cultura pop de los 90, y pronto su imagen apareció en postales, muñecos de peluche y hasta en un sitio web oficial. Socks paseando por su "oficina" en la Casa Blanca Pero la política es implacable, incluso para los gatos. En 1997, con la llegada de Buddy, el labrador de los Clinton, la convivencia se volvió difícil. Finalmente, cuando la familia dejó la Casa Blanca en 2001, Socks fue adoptado por Betty Currie, la exsecretaria personal de Bill Clinton. Vivió sus últimos años en tranquilidad, lejos de los flashes y las conferencias de prensa. Murió el 20 de febrero de 2009, con veinte años. Con él, se fue uno de los gatos más famosos de la historia actual. Fuentes de inspiración y de idilio A lo largo del tiempo, destacadas personalidades compartieron su vida con gatos, en quienes encontraron compañía, inspiración o simplemente fascinación. Isaac Newton habría diseñado la puerta para gatos para evitar interrupciones en su trabajo científico Una de las historias más contadas tiene como protagonista a Isaac Newton, a quien se le atribuye haber inventado la puerta para gatos (cat flap). Según esa leyenda, el físico, cansado de que su gato lo interrumpiera durante sus experimentos en busca de atención o comida, ideó una pequeña abertura en la puerta de su laboratorio para que el felino pudiera entrar y salir sin problemas. Aunque esta anécdota es discutida, persiste en la cultura popular y refleja el ingenio humano para adaptarse a la vida con estos animales. El escritor Mark Twain fue conocido por su aguda observación de la sociedad y por ser un ferviente amante de los gatos. Solía decir que “si el hombre pudiera cruzarse con el gato, mejoraría el hombre, pero se deterioraría el gato”. Twain convivió con muchos gatos durante su vida y hablaba de ellos con mucha admiración. Incluso, los consideró más independientes e inteligentes que los perros. Otro escritor fascinado por los gatos fue Ernest Hemingway, quien compartió sus días con muchos de ellos en su residencia de Key West, en Florida. Varios de esos gatos presentaban una mutación genética conocida como polidactilia, por la que tenían más de cinco dedos en sus patas. Actualmente, sus descendientes deambulan por la casa-museo del autor. Julio Cortazar, Charles Baudelaire y Jorge Luis Borges mimando a sus gatos Al igual que ellos, Charles Baudelaire era un admirador de la grandeza felina: para él, los gatos fueron “guardianes del misterio, compañeros de la soledad, símbolos de la belleza y la melancolía”. En su poema Les Chats, los describe como esfinges dormidas, criaturas silenciosas cuya mirada contiene un enigma imposible de descifrar. Para ese poeta, el gato era una metáfora de lo inalcanzable, un reflejo de la elegancia y el desapego con los que él mismo navegaba por la existencia. Baudelaire, que encontraba en los gatos una afinidad espiritual, los inmortalizó en Las flores del mal, un libro de 1857. Jorge Luis Borges también vivió con gatos. Su favorito fue Beppo, un gato blanco que lo acompañó en su vejez, cuando la ceguera ya lo había apartado de los libros. En su poema A un gato, Borges le atribuye la majestuosidad de una pantera, la tranquilidad de un espejo y la sabiduría de quien ha visto el tiempo pasar sin alterarse. Su relación con los felinos no era solo afectiva, sino también filosófica: veía en ellos una representación de lo eterno y lo insondable. Para Julio Cortázar, los gatos también fueron una presencia constante, aunque con un toque más lúdico. Uno de los más famosos fue Theodor W. Adorno, un gato negro con el que compartió su vida en París. Cortázar, con su estilo irreverente y su gusto por los juegos literarios, hablaba de su gato como si fuera un personaje más de sus cuentos, un compañero con el que transitaba el misterio de la noche y la complicidad del silencio. En un Cartas (2000) cuenta con humor cómo Adorno se paseaba sobre su escritorio, interrumpiéndolo mientras escribía con la indiferencia majestuosa que solo un gato puede tener. Un ídolo musical que se dejó “adoptar por un gato”, como se dice en el mundo de los amantes de esta especie, fue Elvis Presley. Aunque fue más conocida su devoción por los perros, tuvo un gato llamado Wendell, que vivió en Graceland. John Lennon también fue un gran admirador de los gatos desde la infancia. A lo largo de su vida tuvo muchos, con nombres como Elvis, Salt, Pepper, Major, Minor y Misha. Durante sus años al lado de la artista Yoko Ono, los gatos fueron parte de su hogar, testigos silenciosos de su vida creativa y sus excentricidades. Lennon los veía como criaturas independientes y misteriosas, cualidades que parecían resonar con su propia personalidad. John Lennon, Elvis Presley y Freddie Mercury con sus gatos Pero si hubo un ídolo que llevó a los gatos al rango de familia ese fue Freddie Mercury. Durante su vida tuvo al menos diez gatos, cada uno con una personalidad distinta, según él mismo describía. Su favorito fue Delilah, a quien le dedicó una canción en el álbum Innuendo (1991). En algunas entrevistas, Mercury contaba cómo hablaba con sus gatos por teléfono cuando estaba de gira y les compraba regalos. Para él, los felinos eran seres libres, caprichosos y llenos de carácter, cualidades que parecían reflejar también su propio espíritu indomable. Entre las destacadas mujeres, Edith Piaf, la legendaria cantante francesa, tenía un gran amor por los gatos y convivió con varios a lo largo de su vida. En ellos encontró un gran refugio y consuelo en sus momentos más difíciles. También lo hizo Brigitte Bardot, símbolo del cine, aunque ella es reconocida por su activismo a favor de los animales en general, su amor por los felinos la caracterizó. Desde joven, Brigitte Bardot sintió una profunda fascinación por los gatos, pero cuando se retiró del cine, en los años 70, su vínculo con los animales se convirtió en el centro de su vida y comenzó a luchar por sus derechos. Convivió con muchos gatos, perros y caballos, lejos de los flashes. En 1986, reafirmó su compromiso con la creación de la Fundación Brigitte Bardot para el Bienestar y la Protección de los Animales, donde alberga decenas de gatos rescatados, además de otras especies víctimas del abandono. Además, denunció públicamente el maltrato y la sobrepoblación felina en Francia, promoviendo activamente campañas de esterilización y adopción. El Gato con Botas, Gatobús y Garfield Inmortalizados en la ficción Desde la literatura hasta el cine, los gatos también fueron figuras enigmáticas, mágicas y, a menudo, protagonistas de historias inolvidables. Uno de los entrañables es el del cuento Alicia en el país de las maravillas. Lewis Carroll creó al Gato de Cheshire, un felino que aparece y desaparece con una sonrisa burlona, dejando frases llenas de lógica absurda. “Si no sabes a dónde vas, cualquier camino te llevará allí”, es una de las recordadas. En El maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgákov, está Behemoth, un gato negro gigante, sarcástico y amante del caos, parte de la corte del diablo. Edgar Allan Poe, en El gato negro (The Black Cat, 1843) —una historia de terror psicológico—convirtió a Plutón, un felino, en el símbolo del remordimiento y la culpa. En el cine y la animación, los gatos también dejaron su huella: Jonesy, el gato anaranjado de Alien, el octavo pasajero, es el único sobreviviente junto con Ripley. En el universo de Studio Ghibli, el Gatobús de Mi vecino Totoro se convirtió en un símbolo del cine japonés. Garfield, el perezoso y jocoso amante de la lasaña, es un referente en cómics y películas, mientras que el Gato con botas, en sus múltiples versiones, pasó de los cuentos clásicos a convertirse en estrella del cine animado, teniendo su propia película luego de brillar en Shrek. Los gatos fueron adorados en el Antiguo Egipto y su imagen quedó plasmada en numerosas esculturas y jeroglíficos (iStock) De dioses a “michis” virales A diferencia de los perros, que fueron domesticados activamente por las personas en busca de que tuvieran roles específicos, los gatos parecen haber tomado un camino diferente. Se cree que se domesticaron a sí mismos hace unos 9.000 años, cuando sus ancestros, los gatos monteses africanos (felis lybica), comenzaron a convivir con las primeras civilizaciones agrícolas en la Mesopotamia y Egipto. Allí encontraron una fuente de alimento constante: los ratones que abundaban en los graneros. Con el tiempo, los humanos vieron en ellos a unos controladores de plagas y esos pueblo comenzaron a convivir con los gatos. Sin embargo, a diferencia de los perros, que no tardaron en comenzarlos a usar en distintos trabajos, los gatos mantuvieron gran parte de su independencia, lo que explica su carácter más esquivo y autónomo en comparación con otras especies domesticadas. Fue por ello que el gato no solo fue un compañero de grandes personalidades, sino que ocupó un lugar central en diversas culturas y mitologías. En el Antiguo Egipto, por ejemplo, se los consideró seres sagrados y su muerte significaba el luto para la familia. La diosa Bastet, protectora del hogar y la fertilidad, era representada con forma felina, y matar a un gato era un crimen castigado con la pena de muerte. En Japón, el maneki-neko es un símbolo de buena fortuna y es común verlo en tiendas y restaurantes (Freepik) En Japón, surgió el reconocido maneki-neko, la estatua del gato con la pata levantada, símbolo de buena suerte y prosperidad. Aún hoy, su figura es común en hogares y negocios como amuleto de fortuna. Sin embargo, en la Europa medieval, los gatos fueron víctimas de la superstición. Asociados con la brujería, fueron perseguidos y exterminados en muchas regiones. Fue por eso que su desaparición masiva favoreció la proliferación de plagas, ya que, sin depredadores naturales, la población de roedores creció de manera descontrolada. Su demonización terminó demostrando la importancia de la especie en el equilibrio ecológico de las ciudades medievales. El gato es una estrella en las redes (@lokidoestricks) Durante la Edad Media y el Renacimiento, los gatos comenzaron su expansión global al ser llevados en barcos para controlar plagas, acompañando a navegantes en rutas comerciales y expediciones. Ya en el siglo XIX, su domesticación se consolidó y no tardaron en convertirse en animales de compañía. Hoy, los gatos son destacados miembros de sus familias y protagonistas del mundo digital. Algunos son estrellas de redes sociales y protagonistas de memes virales. Con el paso de los años, se logró que la relación gato y humanos se simbiótica e inquebrantable.

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