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  • El primer intercambio de espías de la Guerra Fría: un agente soviético, un aviador y el abogado que no quiso matar a Fidel Castro

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 10/02/2025 04:31

    En el puente Glienicke se dieron los intercambios de detenidos en los primeros años de Guerra Fría Construido alrededor de 1661, primero de madera y siglos más tarde con una fuerte estructura de hierro, el Puente Glienicke cruza el río Havel para unir el distrito Wannsee de Berlín con la capital de Brandenburgo, Potsdam. El paisaje que en el siglo XIX se podía apreciar cuando se lo cruzaba era, en palabras del naturalista Alexander von Humboldt, maravilloso: “La vista desde allí es una de las más bellas del mundo”, dejó escrito. No era para menos, porque en esos años unía Berlín con los boscosos cotos de caza de Stolpe. Su estructura actual data de 1907 y fue construida por la Johann Caspar Harkort Company de Duisburgo, ganadora del concurso convocado por el gobierno prusiano para rediseñarlo. Se lo mostró a los ojos del mundo como un símbolo de la modernidad y la grandeza de la Alemania de principios del siglo XX. Nadie imaginaba entonces que, cuatro décadas después, se convertiría en otro símbolo: el de un mundo en disputa entre dos superpotencias que lideraban dos sistemas antagónicos. Fue, mucho antes de la construcción del Muro de Berlín, un trayecto vallado y vigilado en sus dos extremos que marcaba los territorios de un país dividido después de la Segunda Guerra Mundial y en permanente tensión por el desarrollo de la Guerra Fría. De un lado había quedado Potsdam, parte de la República Democrática Alemana y del otro uno de los sectores de Berlín controlado por las potencias occidentales. Allí, en ese contexto geopolítico, el 10 de febrero de 1962 ocurrió un hecho que pasaría a la historia como el primer intercambio de espías entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. La escena fue recreada más de medio siglo después en una película dirigida por Steven Spielberg titulada con el nombre que, desde aquel día, se rebautizó el lugar: Puente de Espías. El momento clave muestra a dos hombres que caminan con paso tenso, controlado, envueltos por la niebla sobre el puente. Cada uno de ellos ha salido de los diferentes extremos y los dos saben que hay armas, muchas armas, apuntándoles. Caminan al mismo ritmo, como se les ha ordenado, y cuando se cruzan, exactamente en la mitad del puente, agachan la cabeza y no se miran. Eso también se lo han ordenado. Después, dándose las espaldas, siguen caminando y llegan al mismo tiempo al otro extremo del puente. Solo entonces, los dos hombres, los soldados armados que apuntan desde las dos entradas, los oficiales y civiles presentes respiran aliviados. Todo ha terminado, después de meses de negociaciones. Los hombres eran el piloto y espía norteamericano Francis Gary Powers, capturado por los soviéticos, y el espía soviético nacido en Inglaterra Vílyam Guénrijovich Fisher, alias Rudolf Abel, capturado por los norteamericanos. En el intercambio real -y también en la película- hay un tercer hombre, el abogado estadounidense James Donovan, verdadero artífice de ese histórico intercambio. Gary Powers era un espía de Estados Unidos que participó del intercambio (The Grosby Group) El espía soviético Vílyam Guénrijovich Fisher era un espía altamente experimentado cuando llegó a los Estados Unidos. Había sido agente de la NKVD (Comisariado del Interior) hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial y durante el conflicto se dedicó a doblar agentes enemigos, fundamentalmente radiotelegrafistas enviados por los nazis a Rusia, a los que convenció u obligó a pasar información falsa a sus jefes en Berlín. Aquel juego, conocido como Operación Berezinó, se prolongó hasta mayo de 1945. Una vez terminada la guerra, Vílyam Fisher, alias Mark, fue enviado a los Estados Unidos, donde llegó en noviembre de 1948. Usando el nombre falso de Emil Robert Goldfus, Mark se instaló en la zona de Brooklyn, en Nueva York, donde montó un estudio fotográfico como fachada, y procedió a la creación de una amplia red de agentes que mantendría comunicación constante con Moscú, generaría su propio sistema de codificación e funcionaría exitosamente durante muchos años. Para tener una idea de la importancia de la red, hay que decir que entre los agentes reclutados por “Mark” estaban Morris Cohen y su esposa Leontina, la cual demostró una valentía y un ingenio extraordinarios para obtener datos secretos desde el laboratorio nuclear estadounidense de Los Álamos. Gracias a esta información, la URSS pudo fabricar su primera bomba atómica en plazos más breves. El grupo de Mark informaba a Moscú sobre los preparativos estadounidense para la Tercera Guerra Mundial. Entre otras cosas, había un plan para lanzar contra el territorio soviético 300 bombas atómicas. Ocho bombas se reservaban para la capital, Moscú, y otras tantas, para Leningrado, la segunda en importancia ciudad del país. Construido alrededor de 1661, primero de madera y siglos más tarde con una fuerte estructura de hierro, el Puente Glienicke cruza el río Havel para unir el distrito Wannsee de Berlín con la capital de Brandenburgo, Potsdam La red soviética funcionaba como un relojito hasta la llegada desde Moscú del teniente coronel de la KGB Konstantín Ivanov, con documentos falsos a nombre de Reino Heihanen, para que lo ayudara en el manejo de los espías y de la información. Mark le entregó a Heihanen una suma importante para crear un laboratorio fotográfico, y para que auxiliara a la esposa de un agente que estaba en prisión. Sin embargo, el coronel prefirió gastar el dinero en alcohol, amantes y otras diversiones. Faltó en varias ocasiones a las citas fijadas y en 1955, cuando Mark estaba de vacaciones, colocó toda la red al borde del fracaso. Moscú decidió repatriarlo, pero Heihanen desobedeció para evitar el seguro castigo que le esperaba y se ofreció a colaborar con la CIA. Delatado por el etílico coronel traidor, Mark fue detenido por el FBI en un hotel de Nueva York el 21 de junio de 1957. Los soviéticos supieron de inmediato que lo habían capturado, porque Fisher, alias Mark, se identificó como Rudolf Abel, un espía amigo que había muerto hacía unos años en una misión secreta. Cuando los diarios dieron la noticia de un agente extranjero con ese nombre que había sido descubierto y capturado, los jefes de Mark se dieron cuenta de que el detenido era Vílyam Fisher. Durante la investigación, el agente soviético rechazó todo vínculo con los servicios secretos de Moscú, se negó a prestar declaraciones ante el tribunal y no se dejó tentar por las propuestas de colaboración. Lo condenaron a 37 años de cárcel y lo encerraron en una celda solitaria de la prisión preventiva de Nueva York para luego trasladarlo a un centro penitenciario de Atlanta. Mientras iba cumpliendo la condena, él se entretenía resolviendo problemas matemáticos, estudiaba la teoría del arte y pintaba al óleo y recibía las visitas de su abogado, James Donovan. La suerte de Vílyam Guénrijovich Fisher parecía echada: moriría de viejo en una cárcel estadounidese, hasta que un avión espía norteamericano tuvo un percance en territorio soviético. El 10 de febrero de 1962 ocurrió ocurrió en el puente Glienicke un hecho que pasaría a la historia como el primer intercambio de espías entre los Estados Unidos y la Unión Soviética El aviador y espía yanqui La suerte de Fisher-Abel comenzó a cambiar el 1º de mayo de 1960, cuando Francis Gary Powers, piloto norteamericano, fue derribado por un misil mientras, desde su avión Lockheed U-2, espiaba puntos estratégicos de la Unión Soviética. Como a todos los espías, la CIA le había entregado una moneda de plata perforada desde su canto por un alfiler envenenado capaz de matar en segundos: el drástico –y único– modo de eludir los previsibles interrogatorios y torturas. Powers, sin embargo, Powers no se decidió a usarlo. Prefirió afrontar la cárcel, el juicio, y la segura condena a muerte que dictaría un tribunal soviético. Años después, el propio Powers daría otra versión: el impacto del misil tierra-aire destrozó el ala derecha, y él calculó que podía salir del avión antes de accionar los interruptores de destrucción para que el enemigo no se apropiara de los secretos técnicos, pero aprisionado por las mangueras de oxígeno no pudo moverse, ni para suicidarse ni para quemar el avión. Estaba todavía aprisionado dentro del avión cuando lo capturaron unos campesinos que lo entregaron a las autoridades. De inmediato fue a parar a Moscú para ser interrogado por la KGB. Lo juzgaron en Moscú y, cuando se esperaba una pena de muerte, lo condenaron a solo tres años de trabajos forzados y a siete más de prisión por espiar. Los soviéticos no querían matarlo sino utilizarlo para denunciar a los norteamericanos por espionaje, justo cuando se estaba por realizar la Cumbre de París, en la que se discutiría el destino de Berlín entre los cuatro grandes países vencedores en la Segunda Gran Guerra. El tercer hombre Luego de hacer fracasar la Cumbre, los soviéticos decidieron que Powers podía servir como pieza de cambio para recuperar a uno de sus agentes más preciados: Vílyam Guénrijovich Fisher, alias Rudolf Abel, alias Mark. El abogado de Fisher, James Donovan, era un letrado de prestigio que en el juicio no había podido salvarlo de la cárcel, pero sí de una condena a muerte que, cuatro años después de la ejecución en la silla eléctrica de los supuestos espías Ethel y Jules Rosemberg, muchos daban por descontada cuando se inició el proceso. Además de ser un muy buen abogado, Donovan había demostrado ser un eximio negociador. Tan bueno era que había logrado la liberación por parte del gobierno cubano de más de mil prisioneros que habían sido capturado en abril de 1961 durante la fracasada invasión a la isla con un desembarco en la Bahía de Cochinos. En una de sus visitas a la prisión donde cumplía su condena Vílyam Guénrijovich Fisher, el espía -que jamás había confesado serlo ni dar información- le dijo: “Si algún día un espía norteamericano cae en mi patria, puedo ser más útil vivo que muerto”. Gary Powers les dio la oportunidad que esperaban el espía soviético y su abogado. Donovan convenció primero a los norteamericanos y después viajó a Berlín para negociar con los soviéticos. Las reuniones -contaría después- eran verdaderas partidas de ajedrez, donde cada palabra era un movimiento de piezas que contaba. Finalmente lo logró, y con más éxito que el previsto: consiguió que, además de a Powers los soviéticos también liberaran a Frederic Pryor, un estudiante de Yale de 27 años, que preparaba una tesis en Berlín Oriental y cayó en manos de la Stasi, el servicio secreto de Alemania Oriental, acusado de enviar “documentos comerciales sensibles” a su país. Por eso, el miércoles 10 de febrero de 1962, con ropa muy abrigada para soportar el tremendo frío invernal, el abogado y negociador James Donovan estaba en uno de los extremos del Puente Glienicke: como si fuera un director teatral quería ver hasta el último detalle de la puesta en escena de su obra. Un ciclista cruza el puente Glienicke entre Potsdam y Berlín (Foto AP/Sven Kaestner, Archivo) Espías convertidos en héroes A su vuelta en los Estados Unidos, Francis Gary Powers fue interrogado por la CIA, la compañía Lockheed (fabricantes del U-2) y la Fuerza Aérea también tuvo que comparecer ante los senadores Richard Russell, Prescott Bush y Barry Goldwater para explicar, entre otras cosas, por qué no se había suicidado. Finalmente se determinó que había seguido órdenes, no había divulgado información crítica a los soviéticos y había actuado como “un buen joven bajo circunstancias peligrosas”, como dijeron los senadores. Salvado su honor de espía, trabajó para Lockheed como piloto de pruebas desde 1963 hasta 1970, año en el que publicó un libro acerca del incidente. Murió en un choque de helicópteros cerca de Los Ángeles en 1977, mientras trabajaba como reportero para la televisión. Fue sepultado en el Cementerio Nacional de Arlington. En 1987, diez años después de su muerte y 25 después de su retorno, fue condecorado con la “Distinguished Flying Cross”. Vílyam Guénrijovich Fisher fue recibido con honores en Moscú. Después de un período de reposo y tratamiento médico, se integró en la dirección del servicio de inteligencia y participó, entre otras cosas, en la formación de nuevos agentes. Fue condecorado con numerosas órdenes y medallas soviéticas por su inapreciable contribución a la defensa de la seguridad nacional. Murió el 15 de noviembre de 1971 y fue enterrado en el cementerio Donskoie de Moscú. Su trayectoria inspiró tres libros: El escudo y la espada, de Kozhévnikov; Desconocidos sobre un puente, del abogado que había conseguido intercambiarlo, James Donovan; y Un cazador patas arriba, de Kiril Jenkin, amigo y discípulo del famoso agente soviético. La CIA intentó matar a Fidel Castro a través de uno de los espías que participó del intercambio en 1962 (AP Foto, archivo) Matar a Fidel Castro Más allá de todos los honores, Francis Gary Powers y Vílyam Guénrijovich Fisher, los dos hombres que cruzaron el Puente Glienicke sin siquiera poder mirarse la neblinosa noche del 10 de febrero de 1962, quedaron en la historia como los dos primeros espías intercambiados por norteamericanos y soviéticos en la Guerra Fría. Años después de que su nombre quedara escrito para siempre en la historia como el del artífice del cambio, James Donovan fue protagonista de otro episodio de la Guerra Fría, mucho menos conocido pero que pudo haber tenido consecuencias mucho más dramáticas. Durante la negociación para lograr la liberación de los cubanos capturados durante la invasión de Bahía de los Cochinos -los cambió por cargamentos de alimentos para Cuba- el abogado entabló una cordial relación con Fidel Castro, al punto que, ya sin ningún otro motivo que el placer, viajó en varias ocasiones a la isla para reunirse con él. Según documentos desclasificados en 2001, en una oportunidad Castro le pidió a Donovan que viajara provisto de un equipo de buceo para realizar una excursión acuática en su compañía. Y que comprara un equipo igual para él. Cuando el abogado comentó el pedido de Castro, la CIA -que lo espiaba- pensó en aprovechar la oportunidad para matar al líder de la Revolución Cubana. El plan era contaminar el traje de neopreno con un hongo altamente dañino para la piel y con tuberculosis en el dispositivo para respirar bajo el agua. Donovan, por supuesto, sería un instrumento inconsciente de la operación: llevaría el equipo sin saber que estaba envenenado. Sin embargo, una indiscreción de un agente lo alertó y se negó a hacerlo. Para evitar cualquier riesgo, dejó en su casa el equipo de buceo que le había dado la CIA y compró dos en una tienda de Times Square: uno para él y otro para Castro. El líder cubano jamás se enteró del asunto. El hombre clave de la negociación que desembocó en el intercambio de espías en el Puente Glienicke murió el 19 de enero de 1970, a los 53 años, en el Hospital Metodista de Nueva York, donde estaba internado luego de sufrir un ataque al corazón.

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