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  • Gonzalo Heredia: “La persona que no puede quedarse callada y que necesita ser sí o sí honesta, me da mucho miedo”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 02/02/2025 04:41

    Gonzalo Heredia: “La persona que no puede quedarse callada y que necesita ser sí o sí honesta, me da mucho miedo” “Soy muy irónico, me tomo lo cotidiano con bastante ironía, con bastante acidez, porque ese es el humor que a mí me hace reír”, cuenta Gonzalo Heredia en el estudio de Infobae dispuesto a hablar de todas sus facetas: desde la vida familiar junto a Brenda Gandini y sus dos hijos -Eloy, de 13, y Alfonsina, de 7-; su costado como escritor, a punto de publicar su tercera novela; hasta su perfil tuitero, que derivó en que explorara el rol de conductor en el mundo del streaming. Acaba de reestrenar La Mentira en el Teatro Astros, junto a Eleonora Wexler, Lautaro Delgado Tymruk y Alexia Moyano. “Estoy muy contento, porque es un proyecto que siempre estuvo angelado, con personajes y una historia que interpela, que hace que la gente se siente identificada porque a todos nos pasó lo mismo alguna vez; y siento que los cuatro estamos en un momento de nuestras vidas donde queremos divertirnos”, expresa. Hoy divide su tiempo en varios proyectos, y en cada uno despliega sus distintas pasiones. Está en la etapa final de la publicación de Extranjera, su tercera novela, y al mismo tiempo conduce Galanes en temporada baja junto a Esteban Lamothe, en Blender. “Todo surgió a raíz de un tuit donde dije: ‘No estoy haciendo teatro, ni streaming, no me siento actor’, que se viralizó, y después se sumó Lamothe; y así arrancamos a hablar de galanes de telenovelas que ya no son más galanes, a reírnos de nosotros mismos, de lo que hicimos toda la vida”, comenta. Gonzalo Heredia protagoniza La Mentira junto a Eleonora Wexler, Lautaro Delgado Tymruk, y Alexia Moyano —Una vez escribiste un tuit que dice: “Acaba de venir un señor en moto a dejarme algo. Me pregunta el nombre, se lo digo, me mira y me dice: ‘Ah, sí, me gustan tus tweets’. ‘Me gustan tus tweets’, me dijo. No ‘me gustó tal o cual novela o tal obra’. No, me dijo: ‘Me gustan tus tweets’, ¿Cómo se monetiza esto?”. —Qué loco que fue eso, sí. Galanes en temporada baja, empezó así, por ese tuit, y después la ideóloga de todo fue Galia Moldavsky. Nos encanta hacerlo, y de eso se desprendió también una micro ficción de cinco capítulos de diez minutos, que es una nueva forma de contar. Y eso fue un sueño cumplido. Siempre tenía la fantasía de hacer una telenovela, con los mismos guiones, pero más burdamente, con otro tono. —Estamos en un momento donde hay que reinventar cómo comunicar. —Hay algo en las generaciones nuevas que aparecen, que nos marca que hay algo que está caducado ya, por lo menos en la televisión. Depende también lo que uno tenga ganas de consumir, pero no es como antes, que capaz a mis hijos le podían decir ‘tu papá trabaja en la tele’. Ahora para muchos de ellos soy un señor más. —¿El ego se acomoda fácil a eso? —No tengo tanto mambo con eso, no necesito ser estrella las 24 horas, entrar a un shopping y que la gente me reconozca. Hay gente que necesita eso, que las miradas cambien cuando pasa por algún lugar, como cierto aire de famoso. A mí me aburre eso, me agota. Y me parece una decadencia bastante grande intentar sostener eso. —Vos siempre tuviste, más allá de momentos de mucha exposición, un anclaje en el mundo familiar, en la literatura. ¿Sentís que te ayudó eso? —Tuve varios momentos. Cuando era un poco más la novedad de la industria, donde cualquier cosa que hiciera o dijera era interesante, quizás en ese afán de la vorágine tiendo a aferrarme a lo mundano, y a defenderme. Entonces me salía una especie de parquedad, como autodefensa. Pero también tuve una época donde yo quería o me sentía más “famoso”, entonces jugaba a eso, al divo total, y a todas esas idioteces. —¿En Twitter decís cosas que no decís en otros lugares? —No, en Twitter juego con la ironía, con la acidez, con ese tipo de humor, porque creo que la red social es eso. —¿Pero en la vida real sos así todo el tiempo? —Si, sí. Tengo ese humor siempre, en lo cotidiano desde que me levanto, al punto de que por momentos Brenda me lo cuestiona y me dice: “Me hinchaste los ovarios con la ironía”. —Debe ser agotador discutir con ese nivel de ironía, de sarcasmo constante. —Y sí, imagínate a las ocho y media de la mañana arrancar con una ironía detrás de otra. Por eso Brenda me dice: “Basta, hablame en serio”, y lamentablemente Eloy está yendo por el mismo camino (risas). —¿Y con la mentira cómo sos? ¿Vale la mentira piadosa o preferís la verdad cueste lo que cueste? —Creo que no tengo tan claro qué es mejor, si la mentira o la verdad. Las personas que se jactan de decir toda la verdad y no guardarse nada, que dicen que no pueden evitarlo, me dan miedo. La persona que no puede quedarse callada y que necesita ser sí o sí honesta, me da mucho miedo. Me gustan más las personas que tienen dudas, muchas preguntas, que no tienen las cosas tan claras, que no tienen tantas supuestas verdades por decir, sino más bien ciertas verdades, que se pueden modificar con el tiempo. —¿Qué verdad dijiste y después pensaste: “Con qué necesidad fui tan honesto”? —Con muchas cosas, pareja, familia, hijos, hermana, padres. Por ejemplo, me acuerdo que cuando yo tenía 18, mi viejo tenía unos licores guardados en un modular. Había licor de café y esas cosas que hacen tan mal. Con unos amigos descorchamos eso y lo tomamos todo. Al otro día jugaba un Boca-River, y mi papá es de River, entonces cuando River metió un gol le revelé que se me habían caído las botellas, y se rompieron. Ahí lo dejó pasar, pero después se puso a pensar cómo podía ser, si no había ninguna marca. Eso era algo que no tenía que haber dicho, y que hubiese pasado así como si nada. —Encima era una mentira. —Fue una verdad media camuflada. También me pasa con cosas que me preguntan mis hijos. Yo trato de hablarles con la verdad, según la edad que tiene cada uno. A veces Brenda me dice que no tienen edad para entender algunas cosas. Pero te sorprenden con preguntas casi existenciales, sobre la muerte, la vida, el paso del tiempo, qué es mentir, qué es decir la verdad. Nosotros somos referentes al principio, de decirles qué está bien y qué está mal, los valores que les va marcando uno. Entonces hay que ser muy cuidadosos, porque después te enfrentas con tus propias palabras. Gonzalo Heredia junto a Brenda Gandini —Con Eloy, que tiene 13, ¿estás en modo “quiero que siga siendo chiquito” o te divierte acompañar? —Depende, soy funcional a los momentos que atraviesan. Con Eloy es una etapa de camino propio, de independencia, y tengo que confiar en los valores que le fuimos inculcando. Es como dice Samanta Schweblin, en su novela Distancia de rescate, que esa distancia es distinta con cada hijo. En este caso Eloy pide que sea un poco más alejada, mientras que con Alfonsina no, porque con 7 años es otra la distancia con los padres. Con Eloy te diría que por momentos casi que hay que ser invisible. —Volvamos a las mentiras y verdades. Tengo un título de una nota, que dice: “Así es la lujosa casa de Brenda Gandini y Gonzalo Heredia: llena de colores, mucho espacio y piscina XXL”. —(Risas) ¿Qué será una piscina XXL? —Te mudaste a una mansión y nos la quisiste refregar a todos. —Es muy gracioso porque una vez entré en una de esas notas para saber un poco también lo que era mi mansión, que yo no la conocía. Y pobre del que la tuvo que hacer, porque entiendo que también es su laburo y seguramente se lo pidieron, pero son recortes de fotos de distintas épocas y lugares. Hay una de nuestra habitación y después una imagen de una biblioteca de Villa Ocampo que me saqué una foto. Y mi pileta una vez la medí, y tiene ocho metros de largo. Es una pileta, y una casa de lo más común. No es una casa en un barrio privado. Vivo en un barrio común, normalito, con un almacén a la vuelta, al que voy a comprar. ¿Cuán mentiroso es Gonzalo Heredia? —Hay algo en el imaginario colectivo que se instaló, como si trabajar en televisión y haber protagonizado tiras exitosas te salvara para siempre. —Para nada. Es más, siendo totalmente honesto, estoy salvado hasta mitad de este año, de 2025. Y con “salvado” me refiero a que pago lo que tengo que pagar, la matrícula del colegio, el supermercado, cosas de la vida. Si yo ahora no tengo más ingresos, con suerte llego hasta mitad de año. —¿Fuiste bueno ahorrando? —No, para nada. En la relación, yo soy el peor con la plata. Siempre fui muy malo en eso. —¿Por qué? —Porque soy malo para invertir. No tengo visión. Soy más romántico. —¿Brenda es más organizadora de eso? —Totalmente. —O sea que tenemos que agradecerle a ella que no te corten la luz. —Así es, y no solo eso, sino que hay que agradecerle que me haya abierto una cuenta en el banco, porque yo no tenía cuenta en el banco. —¿Y te golpeaste con alguna inversión? —Compramos una casa en Munro y la habíamos reciclado, una idea bastante romántica, de volver a mi barrio de la infancia. Después tuvimos una situación muy violenta a menos de un mes de habernos mudado. Y eso a mí me hizo dar cuenta de la realidad, de que los lugares no son los mismos que uno recuerda. Y no solo por una cuestión de inseguridad, porque podría haber pasado ahí o en cualquier lado, pero algo de esa idea romántica terminó de explotar en ese momento. —Supongamos que se te agota la reserva de seis meses, ¿qué hacés? ¿A qué te dedicás? —Eso nos pasó en la pandemia, que en un momento nos miramos con Brenda y pensamos: ‘¿Qué hacemos? ¿Nos ponemos un kiosco?’, como hacemos los dos lo mismo, estaba muy difícil. Teníamos todo un año proyectado de gira teatral y de repente no sé sabía cuándo iba a haber teatro de nuevo, y no había trabajo para los actores. —¿Y qué hicieron? —Quemamos todos los ahorros, como la mayoría de los argentinos. Fuimos quemando los ahorros progresivamente porque no había entrada de plata por ningún lado. No tengo ningún otro negocio, así que no estaba salvado, no estoy salvado y no estaré salvado tampoco. Gonzalo Heredia conduce "Galanes en temporada baja" en Blender. —Se viene tu tercera novela. —Se viene la tercera, Extrajera, y ya está la versión final. La va a publicar la editorial Penguin y el sello Lumen, posiblemente en mayo de este año. —¿De qué se trata? —Es un primer acercamiento al universo femenino, con dos voces, una voz es de una abuela, una inmigrante siria, que cuenta su llegada a la Argentina a principios de 1900; y en paralelo la voz de su nieta, que visita a su abuela que está agonizando en el hospital. Sus voces se van intercalando en un juego de temporalidades de estos dos personajes femeninos, que se sienten un poco extranjeras en sus vidas. —No nos olvidemos del streaming, que te permitió también un ciclo de entrevistas con autores que a vos te encantan. —Eso está buenísimo, porque fue la primera biblioteca inaugurada en un streaming. Es un nuevo espacio para compartir lecturas, con entrevistas, para hablar sobre libros con gente escribiente, gente que se dedica a contar historias, y desmitificar un poco también la idea de que la literatura es el tipo con la pipa en el sillón, con la biblioteca detrás y el hogar prendido. —Vos tenés una biblioteca muy completa —La mía fue construida durante mucho tiempo. Nunca hubo una biblioteca en mi casa. Y siempre fue mi fantasía tenerla. Ahora estoy en la etapa donde me están pidiendo sacar libros, ya en casa me dijeron: “Basta con los libros”. Lo que pasa es que tengo un fetiche con el objeto libro. Me gusta leer papel, la portada, la editorial, pero también tengo un cuaderno digital con lápiz, mi biblioteca móvil. —¿Vale dejar un libro, abandonar y no terminarlo? —Para mí sí. Yo soy totalmente abandónico, sin ninguna culpa. Pienso que siempre hay un libro que te está esperando, y si no es momento para el que estás leyendo, será para más adelante. —En Galanes de temporada baja hay algunas frases tuyas como: “Me calienta mucho la media y me gusta mucho que esté floja”, y: “Me gusta mucho la bombacha corrida y que el algodón esté medio roto, medio gastado”. —Qué imagen fuerte, ¿no? (risas). Es parte del streaming, que algunas charlas se vuelven bastante íntimas y uno dice cosas, sinceridades como esa. —¿Son ciertas? —Yo ratifico todo, sí. —Y cuando después de esa charla aparece un título en los medios como: “El fetiche de Gonzalo Heredia con la bombacha y el elástico gastado”, ¿qué te dice Brenda? —Y nada. Se ríe. Pobre, ¿qué me va a decir? Hay algo de juego y algo de verdad. Nací en Munro, y hay algo de eso que tuvo su encanto cuando yo era adolescente. No sé, la zapatilla blanca con polainas, el flequillo y todo eso, son cosas que a uno le gustan. —Hay una fantasía ahí, o sea que le podés llegar a decir a Brenda: “Caeme con polainas”. —”Caeme como una rolinga, con calza, zapas y polainas”, sí. Pero no, porque todavía no llegamos ahí, a ese lugar de disfraces. Quizás más adelante. No descarto nada. —¿Cuántos años hace que están juntos? —15 años. ¿Vos decís que ya estamos en momentos de explorar disfraces? —Alguna vez fuiste el hombre lobo, ustedes pueden hacer lo que quieran. —Pero el hombre lobo tenía los abdominales marcados, yo ya no tengo. —En ese mismo programa hablaste de las 0-600, las líneas hot que en algún momento existieron, ¿fuiste consumidor? —No, porque era muy caro. Y encima en ese momento se revisaba la boleta para ver quién había hecho una llamada a larga distancia. Había que ahorrar dos o tres meses para hacer una llamada al mejor amigo de mi papá que vivía en Brasil. Para llamar al 0-600 eran un montón de números, y yo tenía teléfono de disco, o sea que era re notorio, y encima el teléfono de línea siempre estaba en el comedor en mi casa, así que imposible. —Encontraste un lugar distinto en el mundo del streaming. ¿Te enojaste en serio con Nicolás Occhiato? —No, para nada. Jamás me voy a enojar en serio con alguien. Lo que pasó es que cuando empezó a salir nuestro programa en vivo, que ya iban tres capítulos al aire, nos llamaron de Luzu TV para invitarnos a un especial de galanes, que también estaba invitado a Arnaldo André y a Osvaldo Laport. La idea era representar escenas que se habían hecho en la ficción, pero eso era lo que nosotros estábamos haciendo, y eso fue extraño, porque era como invitarnos a hacer lo mismo pero en su programa. Todavía no entiendo el mundo streaming, no sé cómo se manejan, cómo son las exclusividades y demás, pero no hay enojo. Ningún enojo, cero. Video el termometro de la mentira —Ya que la obra se llama “La mentira” quiero saber cuán mentiroso sos y para eso si estás de acuerdo vamos a jugar. Si te preguntan si leíste un libro famoso y no lo leíste, ¿mentís o decís la verdad? —Aprendí a decir la verdad. Antes disimulaba un poco más. Por ejemplo, a Borges no lo tengo tan leído. Leí un poco más a Cortázar, pero sé que decir que no leí tanto Borges sorprende, pero es la verdad. —¿Alguna vez felicitaste a un amigo actor por una obra que no te gustó? —No, soy muy honesto en eso. Cuando voy a un estreno de un amigo siempre me voy antes del saludo. Y lo que hago es mandar un WhatsApp, si me gustó o no me gustó. Siempre aportando desde un lugar sincero. Pero trato de no quedarme y no tener este encuentro cara a cara. —Si Brenda cocina algo que está horrible, ¿se lo decís? —Le digo que no me gusta, sin ningún problema. —Te invita a tu suegra a un evento familiar al que no tenés ganas de ir. ¿Se dice la verdad o se inventa otro plan? —No, a la suegra le digo la verdad. Ella es muy particular. Se le puede decir todo. —Te olvidaste de hacer un trámite que Brenda te pidió hace semanas. ¿Le decís la verdad o le decís que fuiste y estaba cerrado? —Me hago el boludo. “Bajé y justo estaba cerrando”. —Sos tan marido que duele, Gonzalo. —Sí, la verdad que sí, pero también soy de pedir perdón. Tengo el perdón muy fácil, y doy la razón. Recompongo rápido la situación. —Brenda te pregunta cómo le queda un look que no te gusta, ¿le decís la verdad o te llamás al silencio? —Responder esto me va a jugar en contra, muy en contra. Pero no, no digo nada. Evito ciertas batallas. Le digo que está hermosa, siempre. —Nos encontramos en el teatro, ¿Hay algo más que quieras para este año? —No. Estoy bastante feliz. —Las medias flojas. —Sí. Pero no puedo ir pidiendo medias a todo el mundo.

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