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» Diario Cordoba
Fecha: 31/01/2025 15:34
La curia de la diócesis de Córdoba anda metida en faena para devolverle la santidad a Osio, primer obispo local y asesor de Constantino, coautor del Credo niceo y protagonista de uno de los enfrentamientos religiosos más relevantes del Cristianismo: el cisma arriano. Con toda su rima. Si ustedes recuerdan sus domingos en misa, en el caso de ser o haber sido creyentes, habrán pronunciado alguna vez ese resumen de sus principios fundacionales. El Credo largo (el corto se llama apostólico y es una versión para Tik Tok) es ese en el que los cristianos enumeran sus dogmas. Afirma que Jesucristo es «Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, de la misma naturaleza que el padre». Es decir, no es una persona sino divinidad misma. Y son estas últimas siete palabras, que se repiten como un mantra, las que han declarado guerras, hecho ejecutar a multitudes y quemado bibliotecas. «De la misma naturaleza» es una traducción del griego homoios y ousía, que son las palabras para misma y sustancia. A esta corriente se le llama, apunten, homoiousianismo. Frente a ella, estaban las corrientes heterousiana (Dios y Cristo son de distinta sustancia) y homoiana, tercera vía que sostenía que se parecen pero que iguales-iguales no son. Osio y su facción del Concilio de Nicea acabaron ganando (no sin sufrir derrotas parciales), lo que hizo posible que Dios fuese uno y trino en ‘Amanece que no es poco’. Por orden del señor cura, se hace saber... Visto con el paso de los siglos, que Dios y Cristo compartan identidad de sustancia puede parecer apenas un juego de palabras, un quesito del Trivial. Pero tengan en cuenta que partidarios de Osio y de Arrio solventaban sus pugnas con armas en la mano. Se repartían territorios de influencia, realizaban nombramientos de forma independiente y fragmentaban las enseñanzas religiosas por las luchas de poder terrenal. La división no se solventa en la Hispania visigoda hasta Recaredo. Los godos, que eran tan arrianos como brutos, nunca llegaron a entender eso de la consustancialidad, de la santísima trinidad, del debate teológico. Osio -que tuvo una vida larga y bastante chunga, la verdad- fue apeado del santoral romano gracias a un sevillano, San Isidoro, que lo acusó de seguidor de Arrio. El prelado cordobés acabó sus días en el siglo IV de la era común perseguido, torturado y lejos de su ciudad, en la actual Serbia. Si algo deja para la Historia, es una estatua ante las Capuchinas y la constancia explícita del poder de las palabras, que provocan muertes, invasiones y dan forma a las civilizaciones. El que dijo que una imagen supera en mil a uno a la palabra, no sabía lo que decía. Pero ni puñetera idea. Suscríbete para seguir leyendo
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