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» Diario Cordoba
Fecha: 15/01/2025 03:17
«En el despiadado mundo de hoy, cada hombre lucha para él mismo en una despiadada carrera hacia el éxito, en la que las buenas personas llegan siempre las últimas». Son palabras extraídas del cartel promocional de la película ‘La ciudad frente a mí’, dirigida por Vincent Sherman, en 1959, con Barbara Rush y un Paul Newman en plenitud como protagonistas. Han pasado 65 años y, sin embargo, la frase podría ser aplicada sin problema a nuestros días, cuando el mundo asiste atónito a una degeneración moral cada vez más evidente, a una inversión de valores que lo ha puesto del revés y hace que sea difícil reconocerlo. Hemos permitido que los sirvengüenzas y los mediocres, incluso los delincuentes, se adueñen sin pudor del sistema, y en esa tesitura poco recorrido les queda a aquellos pocos que siguen creyendo en la honestidad, el esfuerzo, el sentido de la responsabilidad, el respeto, la ética o, simplemente, el mérito y la capacidad como vías prioritarias para llegar a la meta; porque los normal hoy es lo contrario, en todos los sentidos. Cuanto más inmoral seas y más te rebeles contra los principios de la norma, más posibilidades tendrás de alcanzar el éxito. Tras unas fiestas cada vez más dislocadas, que en poco recuerdan al espíritu original de la Navidad, y que incluso han sido aprovechadas por algunos para ofender al prójimo cuando, paradójicamente, ellos tienen la piel tan, tan fina (son los eternos vicios de la ley del embudo, o de la inadmisible superioridad moral), iniciamos un nuevo año con muy malas expectativas de que la cosa vaya a mejorar ni un ápice; más bien lo contrario. Es tentador acudir a la broma recurrente de estos últimos días sobre la rima final un tanto inquietante de 2025, pero no parece que en este caso concreto vaya demasiado descaminada, al menos para quienes esperen estérilmente algo de cordura, sentido común, integridad, decencia o justicia en los ámbitos político y/o comunitario. Vivimos en una España desquiciada; enferma de pseudofelicidad y apatía (por más contradictorio que pueda parecer); fatua hasta la exageración; polarizada en trincheras como si no hubiera aprendido nada de nuestra historia reciente; histérica sin medida; superficial y adormecida por consignas y relatos que contribuyen cada día a socavar un poco más su presunta capacidad para la trascendencia. Hemos subvertido el orden heredado huyendo de todo consenso para ahondar en nuestras diferencias, y cuando esto ocurre no cabe esperar buen final. Repito: la historia en esto es maestra y, si analizamos con la máxima objetividad nuestro presente, no resulta difícil predecir nuestro futuro. Es muy posible que todo esto les parezca exagerado, incluso un poco agorero, y posiblemente lleven razón. Ahora tocan las rebajas, luego los carnavales y ya los hay que están pensando en las procesiones de Semana Santa. ¿Para qué, pues, preocuparse por la sanidad, la educación o el empleo cuando hay cosas mucho más importantes y prioritarias que nos reclaman? Si, además, incentivan el consumismo salvaje y refuerzan el encefalograma plano que tanto interesa a quienes nos pastorean cual rebaño, pues mejor. Que cada uno se divierta con lo que pueda, que viva al día y se olvide de que siempre hay un mañana; pero convendría que al menos llamáramos a las cosas por su nombre y, en vez de potenciar un mundo en el que se enrase por abajo potenciando a los vagos y maleantes, lucháramos de forma colectiva por potenciar la cultura del esfuerzo, crear trabajo digno para todos y odiar menos. Eso sí que sería de verdad revolucionario. Suscríbete para seguir leyendo
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