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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 15/01/2025 04:57
Tomás García es Lead Behavioral Scientist en Verily Las decisiones que tomamos no siempre son tan racionales como pensamos. Por ejemplo, hay estudios —los mencionan Nicolás Ajzenman y Florencia López Boo en La ciencia de los detalles— que muestran que en días soleados tendemos a ser más optimistas y a asumir mayores riesgos, mientras que cuando llueve nuestras decisiones suelen ser más conservadoras y reflexivas. Conviene, entonces, mirar bien el pronóstico el día que vayamos a cambiar el auto o queramos hacer una operación incipiente en la bolsa de valores. Las ciencias del comportamiento estudian justamente esta clase de fenómenos: se trata de una disciplina que combina aportes de la psicología, la economía, la antropología y las neurociencias para entender cómo y por qué tomamos decisiones. Partiendo de la premisa de que las personas no siempre actúan de forma racional ni predecible, esta disciplina identifica los sesgos y atajos mentales que moldean nuestras elecciones y busca diseñar estrategias para mejorar resultados en áreas como la salud, la educación y las finanzas. Tomás García es un especialista en este campo. Tiene un máster en Administración Pública por la Universidad de Columbia y actualmente es Lead Behavioral Scientist en Verily, una empresa del grupo Alphabet que desarrolla herramientas de salud. “Entender cómo tomamos decisiones es crucial para diseñar intervenciones que realmente funcionen. Sin comprender los sesgos y el contexto, no hay cambio sostenible”, dice García. En esta entrevista con Ticmas, García reflexiona sobre los principios fundamentales de las ciencias del comportamiento, los desafíos para implementar cambios sostenibles y el rol que la tecnología juega en esta tarea. "Entender cómo tomamos decisiones es crucial para diseñar intervenciones que realmente funcionen", dice Tomás García —¿Cómo influyen los contextos culturales y sociales en las decisiones que tomamos? —Influyen mucho y casi siempre. Desde el diseño de los espacios, y cómo afectan a la arquitectura de la decisión, hasta las normas sociales que presionan el comportamiento, generando a veces dinámicas de conformidad. Un ejemplo que doy siempre es el del experimento de Asch. Es un estudio muy viejo, pero todavía sirve para mostrar cómo las decisiones colectivas y el contexto social nos afectan. En el experimento, los participantes tienen que realizar una tarea muy simple de comparación visual midiendo la longitud de una línea, pero se encuentran en una sala donde todos los demás (cómplices del experimentador) dan intencionalmente una respuesta errónea. Los resultados fueron bastante polémicos. —¿Por qué? —El 35% de los participantes siguieron las opiniones del resto incluso cuando sabían que su respuesta era incorrecta. Esto pasa mucho. El contexto pesa en el eje de nuestras preferencias, seguimos la corriente y nos apegamos a las opiniones de los demás, probablemente por miedo a desencajar. También vale la pena aclarar que podemos aprovechar el contexto y las normas sociales a nuestro favor. Hay muchos estudios que muestran cómo se puede alentar a un comportamiento deseado mostrando que la mayoría también lo hace. Por ejemplo, como se demostró en varios experimentos relacionados al ahorro energético o a campañas de educación sexual. —¿Cuáles son los principales desafíos para lograr cambios sostenibles en el comportamiento humano? —Se han dado debates interesantes sobre la efectividad y durabilidad de las intervenciones. Primero, el “nudge” o “empujoncito” comportamental (un tipo de intervención clásica en la disciplina) funciona, pero no tiene el mismo impacto en todos lados. Es importante entender que la complejidad del ser humano genera mucha dispersión que a menudo dificulta la detección de patrones comportamentales. El contexto afecta los resultados de los experimentos y la variación intra-grupo suele ser alta. Por eso es importante estudiar poblaciones en lugares diversos o realizar estudios “multi-sitios” y coordinados para tener datos que ayuden a navegar esa heterogeneidad. Segundo, a veces las intervenciones tienen efecto, pero no perduran y después de algunos meses muestran cierta regresión. La clave es monitorear los resultados y ver cómo cambian los participantes del estudio en el tiempo, para ver si hay que reforzar la intervención o cambiar de estrategia. Cambiar el comportamiento es muy complejo y pequeños experimentos tácticos pueden ayudar, pero no garantizan sostenibilidad. Las personas tenemos dos modelos mentales: uno intuitivo, rápido y automático, y otro lento, procedimental y calculador. Ambos son necesarios para nuestra supervivencia. El problema es que no siempre los usamos de una manera balanceada o correcta. (Imagen Ilustrativa Infobae) —¿Por qué es tan difícil cambiar el comportamiento? —Creo que es importante entender dos factores: los seres humanos somos irracionales, y nos gusta mucho el control. Hay un estudio muy conocido en el ámbito de las ciencias del comportamiento que se llama “En encuadre de las decisiones y la psicología de la elección” que muestra cómo los participantes preferían ganar $30 con seguridad a tener un 80% de probabilidad de ganar $45. Aunque esta última opción ofrece un mayor valor esperado, la certeza de tener algo en mano resultaba más atractiva. Hay mucha investigación sobre nuestra aversión a las pérdidas, el apego al status quo, y cómo nos aferramos a nuestras opiniones a través de sesgos confirmatorios. Pero gran parte de la explicación tiene que ver con que cambiar nos da miedo e implica un gasto de energía, una movilización de recursos, y eso al cerebro no le gusta mucho. —¿Qué son el sistema 1 y el sistema 2? —Las personas tenemos dos modelos mentales: el sistema 1, que es intuitivo, rápido y automático, y el sistema 2, que es lento, procedimental y calculador. Ambos son necesarios para nuestra supervivencia. Necesitamos el sistema 1 para acciones como lavarnos los dientes o tocar un timbre, mientras que el sistema 2 es crucial para situaciones que requieren mayor análisis, como una conversación importante con nuestra pareja o resolver una ecuación matemática en el colegio. El problema es que no siempre los usamos de una manera balanceada o correcta. Con el fin de ahorrar energía y tiempo, utilizamos, por ejemplo, el sistema 1 (rápido y automático) para escenarios que demandan cierto juicio analítico, y de esta manera caemos en errores sistemáticos. —¿Qué importancia tienen los sesgos cognitivos en nuestras interacciones y elecciones cotidianas? Los sesgos cognitivos nacen de situaciones como estas. Por eso los sesgos pesan mucho en nuestra vida cotidiana. A mi puntualmente me gusta mucho ver cómo están alineados a la época en la que vivimos. Hoy, cada vez más veo muchos sesgos de ambigüedad y sesgos de sobrecarga de información. Son síntomas del presente, una época donde la incertidumbre y la liquidez ha generado tanta ansiedad que existe una reafirmación identitaria fuerte, y esto a veces genera “errores de cálculo” acerca de cómo o qué constituye la esencia de otras personas. El sesgo de anclaje, por ejemplo, también aparece mucho: asociamos a alguien rápidamente con un estereotipo que está disponible en nuestro inconsciente, basándonos únicamente en una primera experiencia o interacción. Falta profundidad y compasión en el entendimiento del otro, y prima la construcción rápida de la idea. Heurísticas o atajos como estos, nos ahorran energía, pero nos quitan humanidad. —¿Cómo se motiva a una persona para cambiar su comportamiento? —Hay varias formas. Las ciencias del comportamiento nos enseñan que hay 3 cosas que no pueden faltar: autonomía, competencia y relacionamiento. Necesitamos tener control sobre nuestras decisiones, creer en nuestra capacidad para lograr el objetivo y sentirnos conectados y apoyados. Estas tres cosas son muy importantes, pero también me gusta explorar otros factores, quizás previos y un poquito más inconscientes o subliminales. Cuando diseño un experimento comportamental, me gusta mucho mirar qué hay detrás de los datos. Las personas no son un “datapoint”: hay miedos, historias, símbolos y mitos alrededor de las decisiones que toman. Durante la fase de investigación de estos experimentos, pasa mucho que las personas dicen que hacen algo que no hacen, o prometen hacer algo que después se desvanece. El sesgo y la brecha intención-acción están muy presentes y hay que hacer un poco de artesanía y controlar las variables correctas para entender cuál es problema. —¿Qué rol juega la tecnología en la comprensión y modificación del comportamiento? —En la última década vimos cómo la tecnología permite la acumulación y el procesamiento rápido de datos para generar escenarios predictivos. Ahora, con los avances de la inteligencia artificial se abre una puerta mucho más interesante, que no es solo para predecir, sino cambiar activamente el comportamiento humano. Hay más rapidez, escala y amplitud. Hoy, los vectores de cambio no solamente pueden ser personas que diseñan intervenciones, sino también agentes de IA que detectan patrones comportamentales, procesan datos y además los entienden y desarrollan un criterio propio. Todo esto está disponible las 24 horas del día, los siete días de la semana. Esto tiene dilemas éticos, pero también implicancias positivas para áreas como la salud o la educación donde todavía existen muchísimos problemas de oferta y de acceso. —Desde tu experiencia en Verily y tu experiencia con los proyectos de Google, ¿cómo combinan la tecnología y las ciencias del comportamiento para resolver los problemas complejos? —Lo hacemos de muchas maneras. Actualmente estamos desarrollando un nuevo producto llamado Lightpath, que es una solución inteligente de atención crónica para ayudar a las personas a gestionar su salud, y va a estar disponible en 2026. Va a ser diseñada para ser una plataforma proactiva, que integra datos y usa inteligencia artificial de manera continua. La plataforma va a estar alineada a profesionales de salud y, a través de nuestro grupo médico afiliado de endocrinólogos, farmacéuticos, médicos de atención primaria, enfermeras y dietistas registrados. Los módulos y vías de atención de la app también van a ser dinámicos y van a utilizar inteligencia artificial para ayudar a los miembros a cambiar el comportamiento a través de ciclos rápidos de retroalimentación. Esto significa que la misma plataforma puede ayudarlos a superar las barreras comportamentales.
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