Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • El verano de las tragedias inesperadas

    Gualeguaychu » El Dia

    Fecha: 11/01/2025 08:33

    El 8 de enero de 1978 fue un día caluroso y seco, un domingo de pueblo. La humedad ambiente no pasó del 40% en todo el día. Al mediodía, la temperatura era de 40°C a la sombra. Casi nadie andaba por las calles, pero sí, estaban pobladas las playas locales, que por ese entonces tenían un abanico de ofertas que incluía Balneario Municipal, Neptunia o el incipiente Ñandubaysal. La calle 25 de Mayo siempre fue el eje comercial de la ciudad, pero la esquina de 25 y Chacabuco lo era especialmente, por lo concurrido de los comercios que alojaba. Confiterías (pubs), tradicionales farmacias, una importante casa de venta de artículos del hogar (Rodríguez Confort en el ángulo noroeste) y la tradicional tienda Blanco y Negro. La característica del negocio (venta masiva de ropa de relativo bajo costo) hizo que creciera en ventas y por ende en superficie. En 1978, Blanco y Negro ocupaba un cuarto de manzana del ángulo noreste de esa esquina. Todo su frente por 25 de Mayo (desde la esquina hasta lo de Solarito, hoy una agencia de quiniela) y buena parte de su frente por Chacabuco, eran absolutamente vidriera. Su techo de zinc. En el interior, la ropa de algodón y sintética colgaba de los expositores dentro de un verdadero invernadero. Sin corrientes de aire por estar cerrado (era domingo al mediodía), la temperatura del local debe haber alcanzado los 45º C. Algo pasó. ¿Fue un cortocircuito? ¿Una colilla que encendida arrastrada por debajo de una puerta? ¿Fue otra causa? Seguramente no lo sabremos, pero, a las 13.04 se recibió un aviso en el, por ese entonces, nuevo cuartel del Cuerpo de Bomberos Voluntarios, ubicado a tres cuadras de la tienda (en Maipú 176, ubicación actual). Blanco y Negro se incendiaba. Llamó la sirena a los voluntarios. Fueron llegando; algunos dejaron sus almuerzos por la mitad; otros, la playa. El incipiente incendio detectado originalmente cerca de la puerta ubicada sobre 25 de Mayo, crecía favorecido por la combustibilidad de la mercadería y el calor interno. Estalló la primera vidriera cuando llegaba la primera dotación. La abrupta entrada de aire, favorecida por una brisa de 12 km/h desde el sector sudeste impulsó las llamas hacia el interior del local y le suministró el oxigeno necesario para generalizar el incendio. Rápidamente se atacó el fuego. Rápidamente se agotó el agua del tanque del auto bomba. Rápidamente se tomó conciencia de que la presión de la red de agua, que además debía usarse para abastecer a las autobombas era tan insuficiente que el agua no llegaba a subir a las cisternas. No había presión de agua para abastecer a los vehículos. Mientras, el incendio se generalizaba, siguieron llegando más dotaciones (autobomba Nº 3 atacando por 25 de Mayo, autobomba Nº 1 atacando por Chacabuco y cisterna Nº 5 abasteciendo de agua desde el Cuartel). Se sumaron los regadores Municipales. Horas más tarde, una dotación llegó desde Concepción del Uruguay y otra desde Gualeguay. Por las características de única nave, se sabía que la posibilidad de apagar el incendio desde adentro era remota. El esfuerzo se concentró en evitar la propagación y daños a linderos. Muy cerca estaba también la estación de servicio del Automóvil Club. Sus playas se cubrieron con arena mojada para bajar la temperatura. Los respiraderos de los tanques de combustibles, se cubrieron con rejillas mojadas. Obras Sanitarias, por ese entonces, de la Nación, comenzó a aumentar la presión y cerrar circuitos como para intentar satisfacer la demanda. Tiempo después, se lograba que algo de agua llegara. Muchos vecinos, ahora sí, alertados por la sirena, se volcaron a la zona. Todo el mundo quería ayudar. Para la Policía era difícil controlar a la gente que pugnaba por acercarse a “ayudar”. A alguien se le ocurrió una idea para contener a los nuevos voluntarios y solicitó a todos que sostuvieran en alto las mangueras de abastecimiento que ahora sí, traían agua hasta las autobombas, desde la válvula hidrante de la esquina de Urquiza e H. Yrigoyen (ángulo noreste). Se formó un inmenso “ciempiés” de 80 metros de largo. El fuego arrasó el interior, pero se lo logró circunscribir a solo el local. Tres días después se continuaba efectuando la remoción y extinción final, y el enfriamiento y retiro de los escombros. “¡Blanco y Negro está de liquidación!”, podrán recordar los memoriosos en la voz de la publicidad rodante de Totó Pugliese. Estaba liquidada, era ya un recuerdo. La actividad comercial siguió un tiempo a una cuadra de esa esquina, hacia el este. La cicatriz en el rostro de la ciudad, se mantuvo por bastante tiempo, pero el progreso la fue borrando. Fue uno de los más impactantes incendios desde el nacimiento de la ciudad. Dos meses después, el 18 de marzo de 1978, la ciudad sufriría la más grande inundación en su historia.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por