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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 02/11/2024 03:20
A lo largo del reportaje, cuando se vayan presentando diversos temas y Franco Torchia acerque su mirada, descubra sus emociones, comparta su experiencia de vida, una y otra vez volverá sobre una pregunta en particular. Y lo hará por iniciativa propia. Como si la consulta -o más bien, la ausencia de una respuesta clara- le hubiera quedado latiendo, subrayada con un resaltador fluorescente, marcada con un tilde. “A tu pregunta sobre mi fortaleza...”, repetirá tres, cuatro, cinco veces, interrumpiendo la idea que estaba desarrollando. Al fin, eso evidencia su gran lucidez: la capacidad de plasmar un pensamiento y al mismo tiempo, elaborar en su mente una respuesta que todavía no es capaz de brindar. “Mi fortaleza continúa siendo un misterio -dirá Torchia, y se lo dirá sí mismo-. O sea, me voy a ir de acá preguntándome un montón sobre eso... Quiero que lo sepas”. En la víspera de la Marcha del Orgullo, que lo tendrá como conductor del acto principal por cuarta ocasión, Torchia se sienta con Infobae. Se muestra feliz con su debut como capocómico en la obra Como nunca… otra vez!, en el Teatro Picadero. Pleno al hablar de una relación de pareja madura. Reflexivo cuando se refiere a un pasado tan complejo como dramático y doloroso. Y muy preocupado ante un Gobierno que acerca “un discurso homofóbico”. Pero vayamos por partes. —¿En qué momento ese Franco chiquito, que sufrió un montón, se convierte en este hombre así de fuerte? —(Piensa) No lo tengo muy claro, ¿sabes? No lo sé, realmente. Pero sin dudas es una demostración de que salir del armario no tiene nada que ver con pasar a acostarte con aquellos con los que querías acostarte. Es un proceso profundo y puede significar un proceso de fortalecimiento. Y a mí, eso me fortaleció. —Amigarse con uno. —Exactamente. Empezar a vivir más acorde a mí mismo. Mi problema nunca fue la vida privada, que siempre la tuve: supe manejarme en la discreción, la clandestinidad, más o menos tapado, bastante o muy escondido. El problema es cuando queremos experimentar la plenitud de nuestra vida pública. —Tuviste una infancia muy difícil y triste, con una mamá violenta, con un papá ausente. Con abusos. Y yo te veo fuerte. ¿Qué te ayudó a sanar? —Lamento defraudarte: no tengo del todo claro qué me hizo fuerte y qué me hizo sobrevivir. Hay un poema precioso en el que Audre Lorde, una mítica feminista norteamericana negra, le dice a otro conjunto de mujeres negras: “No se suponía que sobreviviéramos, no estaba planeado, no íbamos a sobrevivir. Y sin embargo, sobrevivimos”. No estaba planeada mi supervivencia; al contrario: yo creo que de algún modo, estaba planeada mi muerte. Llamando muerte no solamente a la muerte física. —Al alma. —Al alma. Claro. Y a mi existencia, al opacamiento de mi persona. —¿Por quienes? —Cuando era chico, yo recibía mucho este mensaje: “No es que esté mal que existas, que seas. Es que deberías ser diferente”. La diferencia parece sutil, y no lo es. ¿Por qué debería ser diferente? ¿Por qué no alcanza? ¿Por qué no es aceptable la existencia tal como yo la experimento y la disemino? Franco Torchia, el 22 de julio de 1977, celebrando su primer año en compañía de sus padres, María Cristina Matelicani y Franco Torchia, y su hermana Gabriela —¿Ese mensaje venía por parte de tus padres? —Lo escuchaba especialmente de mi madre. Y a veces también en la escuela, en el barrio. De alguna médica que advertía que mis formas eran las de un maricón, casi como alevoso. Porque esa es otra cosa: soy de una generación que se vio bastante forzada a masculinizarse. Cuando era chico, era infinitamente más maricón, en mi manera de caminar, de hablar, de mover el cuerpo. Como en mi ansiedad evidente. Era mucho más mariposón, si querés. —¿Eso era lo que le molestaba a tu mamá? —Eso molestaba mucho a mi madre porque lo vivía de manera muy reveladora: también se le presentaba como un desafío a sí misma. Mi padre había tenido que tramitar su propia condición de migrante pobre, eso le había significado demasiado y no podía cargar con un hijo maricón. No lo estoy liberando de culpa y cargo, pero millones de veces me posiciono y digo: “Pero pará, ¿qué hubiera hecho yo?”. Bueno, no sé si mejor, pero hubiera hecho otra cosa. En cambio mi madre tenía como grados de violencia infinitamente más directos. A cada rato me decía que yo tenía que ser militar. —Su padre era militar, ¿no? —Exacto. Eran formas de enderezar. Las mal llamadas terapias de conversión. A muchos varones gays se los mandaba al Ejército. Y ni hablar si entraban a la colimba, porque quizás ahí podían dejar de ser homosexuales. —¿Sentías que tu mamá te quería? —Me costó mucho sentirme querido. Un montonazo. No. Cada tanto un poco sí, pero luego, no. Y después, un poquitito sí. Y después, mucho tiempo no. Ese torbellino. Y además, yo no solamente era un varoncito muy maricón: era una persona cuestionadora y problemática, porque instalaba preguntas permanentemente. Veía que había batifondo familiar, problemas con tíos, primos, etcétera, y había mucha queja sobre eso en mi casa, entonces yo decía: “¡Tienen que dejarse de joder! La familia no sirve para nada”. Bueno, yo tenía mucho de lo que hoy tengo. En algún punto, volviendo sobre la pregunta de mi fortaleza, no sé si eso es constitutivo, un poco genético, de base. No lo sé, no lo sé... Franco Torchia y su hermana Gabriela, 5 años mayor que él. —No estaba planificado que sobrevivieras. Me gustó esa idea. Es fuerte. —No. no estaba planificado. Nunca profundizamos del todo en el arrasamiento que significó para mí ser abusado dos veces en un contexto propio de los abusos. ¿Cuál? El contexto de supuestos noviazgos, de supuestos intereses de amigos, de personas que se acercaron en su momento deseando jugar conmigo. Y para un niño maricón como era yo, jugar parecía un plan imposible porque en ese momento mis compañeros no querían jugar conmigo. Me costaba muchísimo tener amigos porque jugaban a la pelota, escupían más, hacían cosas más propias de lo que se supone que era un varón. —Sin entrar en detalles, vos tenías siete años y después, 11. No hay un noviazgo que valga. Digo, no estamos hablando de un adolescente creciendo, confundido, sino de un niño en dos momentos distintos de su infancia, con dos personas diferentes, en situaciones de abuso. No debería haber ninguna duda sobre esto. —En los 80, cuando yo era un niño y en el entorno en el que crecí, hacía que fueses más rápidamente abusable. ¿A qué me refiero? A que incluso podía existir la fantasía correctiva de que, abusándote, iban a acelerar tu proceso de mariconería, o iban a curarte. La violencia sexual en la infancia me llevó a bloquear por completo mi vida sexual. Durante muchos años pensé que ya había tenido demasiado sexo de niño, por lo cual no tenía que seguir teniendo sexo. —¿Te sucedió eso? —Claro. Entonces, la reconstitución personal me costó un montón. Soy una persona atea; no obstante, tengo sentimientos espirituales, no asignables a ninguna religión. Pero tengo trabajo espiritual encima. Y por supuesto, mucho trabajo terapéutico. Sé que eso, ayudó. —Después de no haberte sentido querido ni cuidado, ¿te dejaste querer fácilmente? —Sí. Durante mucho estuve enamorado, y además fui una persona muy deseante, de una mujer. —¿Cómo fue ese amor? —Estuvo buenísimo. Me enamoré fuerte de su personalidad, de su inteligencia, de su pelo morocho largo, de sus formas en general. Franco Torchia y su hija Teresa. —¿Fue un amor correspondido? —Sí, fue correspondido. Además, vivimos juntos, y estuvo buenísimo. Y sí, aprendí a dejarme querer. Lo que me cuesta un montón es la ayuda. Esto tiene que ver un poco con experiencias derivadas de la violencia sexual: me cuesta sentir, por ejemplo, que alguien puede hacer algo por mí. Hace 11 años que estoy con Tomás, y él hace muchas cosas por mí. Muchísimas. Y a veces... —Digamos también que vivir todos los días con un Franco Torchia.... No sos livianito. —Una amiga me puso de apodo Vulcanito. Al volver de un viaje me trajo un volcán en miniatura de plástico: cuando está en una posición, no está en erupción; pero lo das vuelta y efectivamente, surge la lava del interior del volcán. Soy eso: en 30 segundos puedo pasar de un estado a otro. —Si le pregunto a Tomás cómo ponerte en erupción rápidamente, ¿qué me diría? —Cuando Tomás me asegura que no perdí la billetera, que voy a poder pagar esta cuenta, que va a solucionarse un conflicto vinculado a mi hija, que, sencillamente, va a estar todo bien... ahí es donde siento que es mi compañero de vida. Y es también mi mejor amante. —¿Hoy, disfrutás del sexo? —Sí, un montón. Un montonazo. —¿Nunca tuvieron ganas de tener un hijo? —No, no. Nunca fue un plan, un proyecto. La verdad que no. —Ahora te encuentro en el escenario: sos capocómico. —O capocrónico, como decimos. Estoy muy muy estimulado. Tengo recursos, pero no me siento ni busco ser actor. Esto es un café concert. Tiene una primera vedette hombre (Juampi Mirabelli), que nunca hubo en el país. Es un espectáculo de humor político muy corrosivo, dirigido por Alejandro Tantanian y con textos de Liliana Viola, que es una excelsa escritora y periodista. Nos empezamos a preguntar por qué desapareció el humor político. De repente, ahora nadie se ríe de nada. Por eso el show viene a ocupar un lugar que está vacante. Estamos todos los viernes a la medianoche. Debutamos horas antes de la Marcha del Orgullo, el 1 de noviembre. —Y vas a conducirla nuevamente. —Sí. Es la cuarta vez. Va a sonar redundante, pero para mí (conducir) es un enorme orgullo. Y este año, no es cualquier momento: la población LGBTIQ+ es víctima de un Gobierno que sostiene una especie de homofobia de Estado. Es la primera vez que esta población que integro enfrenta embestidas tan feroces por parte de un Gobierno. Todo el discurso oficial, no solamente del presidente Milei, sino también de muchos funcionarios y funcionarias, nos animaliza, nos inferioriza, nos liga a expresiones bestiales y, sobre todo, a la idea de que sobramos, de que somos parte de un excedente. Es una idea vieja y muy pero muy nociva. —¿Cómo es ese discurso? —Es un discurso que nos violenta de una manera muy dirigida. Cuando el presidente comparte un meme con (la película) Secreto en la montaña, tratando de gay a un gobernador, o cuando afirma que ser progresista es buscar mucho sexo gay, está articulando un discurso que impacta de forma directa sobre la vida de miles de pibes. Jóvenes gays, por ejemplo, que pueden estar intentando salir del armario, identificarse, reconocerse, soltarse. Y todo esto es capaz de bloquear, de manera muy directa, esos procesos. El discurso oficial insiste en la homofobia de Estado, no solamente en el odio contra varones gays, sino contra toda la población LGBTIQ+. Franco Torchia en su casamiento con Tomás Balmaceda. —¿Qué derechos sentís que están en peligro? —En primer lugar el ajuste permanente, que antes fue devaluación. Además de un proceso económico, la devaluación es un proceso subjetivo: ciertas vidas van perdiendo valor. Y vidas que tenían poco valor, como la de las identidades trans, que habían logrado tener algún tipo de trabajo formal en el Estado con la ley de cupo laboral trans, fueron de las primeras personas en ser despedidas. Y el Ministerio de las Mujeres, el INADI y tantísimas otras instituciones asociadas a la diversidad sexual, fueron de los primeros organismos en ser desmantelados. Podrían haber arrancado por otras áreas, pero empezar por el género y la diversidad es ideológico: tiene estrictamente que ver con tratar de prometer una especie de paraíso perdido, el de Dios, la patria y la familia. ¿Qué derechos están en peligro? La Ley de Identidad de Género, tal como la conocemos. ¿Van a derogar el matrimonio igualitario? Ahí te diría no, porque el matrimonio igualitario no es una ley perturbadora. —¿Sentís que hay un ensañamiento en particular con las diversidades o creés que tiene que ver con el recorte enorme que estamos viviendo, con el déficit fiscal cero y las políticas que propone Milei? —(El Gobierno) es muy hitero a la hora del discurso, mucho más hitero en términos de destrucción simbólica y de destrucción concreta respecto al género, y si querés a la diversidad sexual, que cualquier otro tema. Cuando se insiste en un discurso como el de Dios, patria y familia, se trata de plantear un regreso a una sociedad tradicional anterior. Cuando se insiste en un discurso como el de Dios, patria y familia. Se está tratando de plantear una suerte de regreso a una especie de sociedad tradicional anterior que para el gobierno de La Libertad Avanza sería una sociedad infinitamente mejor, porque allí había una especie de tranquilidad, una suerte de paraíso, ¿no? Milei ha dicho millones de veces: “Hagan de su vida privada lo que quieran”. El problema es cuando nosotros empezamos a tener vida real, a que nuestra vida pase a ser pública, a cuando por primera vez en la Argentina salimos a pedir derechos específicos. Cuando la vicepresidenta en su momento dijo “mejor unión civil y no matrimonio igualitario”, está planteando una devaluación de nuestras identidades, porque no estamos mereciendo los mismos derechos que el resto de la población. ¿Y por qué? Franco Torchia con con Tatiana Schapiro en Infobae (Candela Teicheira) —Ahora vos dijiste es “hitero”. —Sí, es muy hitero. —Pensaba cuán profundo será en su pensamiento y cuánto tendrá que ver con este rol medio provocador en las redes sociales, que evidentemente le funciona también. —Yo no tengo ninguna duda. —Hay un sector de la sociedad que salió a decir cosas que evidentemente no estaba diciendo, y que son muy horribles. —No estoy de acuerdo con que no estaban diciéndolas: a mí toda mi vida me hostigaron con ser puto. A mí, y a miles de millones. La idea según la cual hubo un tiempo que fue hermoso, en el que todos estos sectores sociales se tuvieron que callar, te aseguro que la población LGBTIQ+ no la vivió. Incluso habiendo logrado las leyes de las que estamos hablando, esa igualdad legal no se tradujo en igualdad real. Que ahora además estén financiados y acompañados por aparatos del Estado, para poder esparcir aquello que esparcen en redes sociales, no significa que no lo estuvieran haciendo antes. Lo estaban haciendo igual. En el 2019 me cansé de registrar ataques homofóbicos en la Ciudad de Buenos Aires, cuando era el final del gobierno de Macri y estaba por volver el kirchnerismo al poder. Esto tiene una suerte de continuidad histórica que es inamovible, gobierne quien gobierne. Ahora, si vos le subís el volumen a determinados discursos, los amplificas todavía más. A mí, el abogado personal de Milei me dijo en redes sociales que a los homosexuales nos tienen que curar. —¿No sentís que este discurso tiene que ver con cierta apropiación que hizo el gobierno anterior, o el kirchnerismo en general, de los Derechos Humanos, de los derechos más progresistas a las diversidades, del feminismo? Porque están quienes un poco se adueñaron de eso. —Sí, dueños no hay. Hubo voluntad ejecutiva de acompañar demandas históricas y, sin esa voluntad, las leyes de la diversidad sexual que hay, no hubieran salido. Porque si el Poder Ejecutivo no acompaña los derechos sexuales, un Congreso nunca los trabaja. Siempre son postergables, porque finalmente, ¿qué son? Cosas de putos, hablando en criollo. Entonces, pueden esperar. Si la decisión ejecutiva estuvo movilizada por el deseo, si querés electoral, esa es otra discusión. Pero tiene que estar. Y por supuesto, estuvo.
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